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martes, 2 de julio de 2013

QUE VIVA LA POBREZA

Américo Martín 27 de junio de 2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin 

“Esa revolución será incosteable”
Ramón Grau San Martín, ex presidente de Cuba, tras escuchar a Fidel en 1959

I
Elías Jaua nos coloca a todos en una cómica encrucijada:
-       ¿Prefieren tener patria o papel tualé?
Le parece falta de patriotismo que la gente reclame el abastecimiento de consumo masivo, incluido por supuesto ese papel convertido rabiosamente por él en enemigo número 1 de la Patria. En el mismo orden de pensamientos pedir aumentos salariales, medidas enérgicas contra la inflación, más empleos, mejorar los desastrosos servicios públicos, elevar salarios y  salvar la educación universitaria de la catástrofe, son para estos adalides revolucionarios el signo de la avidez material y desdén por lo espiritual.

Cabe asombrarse. Las luchas por alzas salariales o mejoramiento de las condiciones laborales han sido emblemas del pensamiento progresista y de izquierda cuando menos desde 1864, fecha de convocatoria de la I Internacional cuyo director intelectual fue Carlos Marx, mientras las luchas por educación libre y autonomía universitaria son causas hemisféricas de gran arraigo en Latinoamérica, desde la reforma universitaria de Córdoba en 1918.

Jaua olvida esos antecedentes o nunca los estudió si es que tuvo noticias de ellos, cuando reduce las justas reclamaciones materiales a expresiones de mezquino interés material y las contrapone al ideal de la Patria. Piensa sin duda que tener dinero es malo, salvo el que sobrenada en las cuentas bancarias y propiedades de los encumbrados de esta revolución. Supone igualmente que para la revolución todos –no así ellos- deben hacer voto de pobreza.

Es ese el modelo vigente. Patria abrumada, pobre, miserable. El continuo desarrollo de los demás países latinoamericanos no es fuente de inspiración. La gente no debe reclamar sino acostumbrarse, no debe fatigar con quejas a la revolución sino respaldarla, así arruine al país y a las familias, especialmente las proletarias. ¿De dónde sale semejante proyecto? ¿Cómo aceptar en el nuevo milenio un sistema que convierte en virtudes el fracaso y la pobreza?

II

Es una conducta de cierto abolengo, sobre todo por obra de quienes tienen todas sus necesidades satisfechas y disfrutan de vidas muy holgadas. Maduro, Jaua, Rafael Ramírez, Aristóbulo viven mejor que nadie en este país, y eso no les impide exigir de los venezolanos el extremo sacrificio de soportar la miseria sin quejarse. Es un modelo hostil al desarrollo y al mejoramiento de la calidad de vida para todos, cuyas raíces pueden encontrarse en algunos ensayos de primitivo comunismo en Asia y el Lejano Oriente.

El sanguinario, el monstruoso Pol Pot, jefe de Estado y del Partido Comunista de Camboya, lo practicó masivamente en su pobre país hasta que ya nadie pudo aguantar más. Cercado por todos, cayó y terminó siendo enjuiciado.

Mao Zedong exigió también su voto de pobreza al pueblo chino especialmente durante la criminal Revolución Cultural Proletaria. Muerto el Gran Timonel y derrotada su banda de los cuatro truhanes, China respiró y entró en un deslumbrante desarrollo a partir de la apertura ordenada por el diminuto gigante Den Xiaoping y su brillante consejero Su Ronghi.

Pero en la oscura noche de la Revolución Cultural, los líderes pensaban igualito que los inflados revolucionarios de aquí, los Jaua, Diosdado, Maduro: La riqueza, para ellos; la pobreza –de la cual debían sentirse orgullosos- para el pueblo.

El novelista italiano Alberto Moravia, fallecido antes del gran viraje de China hacia la prosperidad, visitó la tierra de Mao y se solazó del espíritu supuestamente nivelador de la revolución cultural. Hombre notorio, de prestigio en occidente y con ingresos suficientes, Moravia defendió en forma más bien curiosa la obra del Timonel.
  • ¿Son pobres los chinos?, le pregunta un reportero a su regreso a Italia
  • Según la idea que tienen en Occidente de la pobreza, sí, son pobres
  • ¿Y esa pobreza no le ha impresionado, señor?
  • Me ha causado alivio.

Asombro generalizado en quienes presencian la entrevista
  • Pero hombre, la pobreza equivale a privación, degradación ¿y usted ha sentido alivio?
  • Sí, alivio. En China todos son pobres, y sin embargo no cabe llamarlos así porque no lo saben puesto que no hay ricos. Riqueza y pobreza son conceptos relativos. Por eso en China están conformes y nadie piensa rebelarse.

III
El diálogo arriba mencionado lo consignó el propio Moravia en un libro destinado a aprobar la siniestra operación maoísta. Lo  tituló La Rivoluzione Culturale in China. Moravia no era un perverso, sino un iluso y cándido creyente en aquella promesa igualitaria que estuvo a punto de hundir en sangre a China. Por supuesto, se equivocó. La reacción contra los desbordes carniceros de la revolución fue terminante aunque sólo haya podido expresarse abiertamente a la muerte de Mao.

Es comprensible. El hombre tenía un control absoluto del país, alimentado por el mito,  la intimidación y el endiosamiento. Era un continuador de la última dinastía imperial. Frente a semejante personaje, el descontento optó por esperar su muerte para sustituirlo sin demasiada violencia, sin sangre. Los “hijos de Mao” no pudieron administrar el desastre recibido y finalmente fueron suplantados por el liderazgo emergente.

Aunque fuese lamentable esa opinión de Moravia y su creencia en la pobreza como “estado natural e ideal” del ser humano (lo demás sería superfluo y desmoralizador) no es inédita en modo alguno la estructura y relativización de su pensamiento, basculando entre la pobreza y la riqueza.

¿Acaso no dictó el fallecido caudillo  el apotegma de que “ser rico es malo”?

¡Ah, cuán abrumadoramente cierto es que quien no conoce la historia se condena a repetirla!


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