Américo Martín 27 de junio de
2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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“Esa revolución será incosteable”
Ramón Grau San Martín, ex presidente de Cuba, tras escuchar a Fidel en 1959
Ramón Grau San Martín, ex presidente de Cuba, tras escuchar a Fidel en 1959
I
Elías Jaua nos coloca a todos en una
cómica encrucijada:
-
¿Prefieren tener patria o papel tualé?
Le parece falta de patriotismo que la
gente reclame el abastecimiento de consumo masivo, incluido por supuesto ese
papel convertido rabiosamente por él en enemigo número 1 de la Patria. En el
mismo orden de pensamientos pedir aumentos salariales, medidas enérgicas contra
la inflación, más empleos, mejorar los desastrosos servicios públicos, elevar
salarios y salvar la educación universitaria de la catástrofe, son para
estos adalides revolucionarios el signo de la avidez material y desdén por lo
espiritual.
Cabe asombrarse. Las luchas por alzas
salariales o mejoramiento de las condiciones laborales han sido emblemas del
pensamiento progresista y de izquierda cuando menos desde 1864, fecha de
convocatoria de la I Internacional cuyo director intelectual fue Carlos Marx,
mientras las luchas por educación libre y autonomía universitaria son causas
hemisféricas de gran arraigo en Latinoamérica, desde la reforma universitaria
de Córdoba en 1918.
Jaua olvida esos antecedentes o nunca
los estudió si es que tuvo noticias de ellos, cuando reduce las justas
reclamaciones materiales a expresiones de mezquino interés material y las
contrapone al ideal de la Patria. Piensa sin duda que tener dinero es malo,
salvo el que sobrenada en las cuentas bancarias y propiedades de los
encumbrados de esta revolución. Supone igualmente que para la revolución todos
–no así ellos- deben hacer voto de pobreza.
Es ese el modelo vigente. Patria
abrumada, pobre, miserable. El continuo desarrollo de los demás países
latinoamericanos no es fuente de inspiración. La gente no debe reclamar sino
acostumbrarse, no debe fatigar con quejas a la revolución sino respaldarla, así
arruine al país y a las familias, especialmente las proletarias. ¿De dónde sale
semejante proyecto? ¿Cómo aceptar en el nuevo milenio un sistema que convierte
en virtudes el fracaso y la pobreza?
II
Es una conducta de cierto abolengo,
sobre todo por obra de quienes tienen todas sus necesidades satisfechas y
disfrutan de vidas muy holgadas. Maduro, Jaua, Rafael Ramírez, Aristóbulo viven
mejor que nadie en este país, y eso no les impide exigir de los venezolanos el
extremo sacrificio de soportar la miseria sin quejarse. Es un modelo hostil al
desarrollo y al mejoramiento de la calidad de vida para todos, cuyas raíces
pueden encontrarse en algunos ensayos de primitivo comunismo en Asia y el
Lejano Oriente.
El sanguinario, el monstruoso Pol Pot,
jefe de Estado y del Partido Comunista de Camboya, lo practicó masivamente en
su pobre país hasta que ya nadie pudo aguantar más. Cercado por todos, cayó y
terminó siendo enjuiciado.
Mao Zedong exigió también su voto de
pobreza al pueblo chino especialmente durante la criminal Revolución Cultural
Proletaria. Muerto el Gran Timonel y derrotada su banda de los cuatro truhanes,
China respiró y entró en un deslumbrante desarrollo a partir de la apertura
ordenada por el diminuto gigante Den Xiaoping y su brillante consejero Su
Ronghi.
Pero en la oscura noche de la
Revolución Cultural, los líderes pensaban igualito que los inflados
revolucionarios de aquí, los Jaua, Diosdado, Maduro: La riqueza, para ellos; la
pobreza –de la cual debían sentirse orgullosos- para el pueblo.
El novelista italiano Alberto Moravia,
fallecido antes del gran viraje de China hacia la prosperidad, visitó la tierra
de Mao y se solazó del espíritu supuestamente nivelador de la revolución
cultural. Hombre notorio, de prestigio en occidente y con ingresos suficientes,
Moravia defendió en forma más bien curiosa la obra del Timonel.
- ¿Son
pobres los chinos?, le pregunta un reportero a su regreso a Italia
- Según
la idea que tienen en Occidente de la pobreza, sí, son pobres
- ¿Y
esa pobreza no le ha impresionado, señor?
- Me
ha causado alivio.
Asombro generalizado en quienes
presencian la entrevista
- Pero
hombre, la pobreza equivale a privación, degradación ¿y usted ha sentido
alivio?
- Sí,
alivio. En China todos son pobres, y sin embargo no cabe llamarlos así
porque no lo saben puesto que no hay ricos. Riqueza y pobreza son
conceptos relativos. Por eso en China están conformes y nadie piensa
rebelarse.
III
El diálogo arriba mencionado lo
consignó el propio Moravia en un libro destinado a aprobar la siniestra
operación maoísta. Lo tituló La Rivoluzione Culturale in China. Moravia
no era un perverso, sino un iluso y cándido creyente en aquella promesa
igualitaria que estuvo a punto de hundir en sangre a China. Por supuesto, se
equivocó. La reacción contra los desbordes carniceros de la revolución fue
terminante aunque sólo haya podido expresarse abiertamente a la muerte de Mao.
Es comprensible. El hombre tenía un
control absoluto del país, alimentado por el mito, la intimidación y el
endiosamiento. Era un continuador de la última dinastía imperial. Frente a
semejante personaje, el descontento optó por esperar su muerte para sustituirlo
sin demasiada violencia, sin sangre. Los “hijos de Mao” no pudieron administrar
el desastre recibido y finalmente fueron suplantados por el liderazgo
emergente.
Aunque fuese lamentable esa opinión de
Moravia y su creencia en la pobreza como “estado natural e ideal” del ser
humano (lo demás sería superfluo y desmoralizador) no es inédita en modo alguno
la estructura y relativización de su pensamiento, basculando entre la pobreza y
la riqueza.
¿Acaso no dictó el fallecido caudillo
el apotegma de que “ser rico es malo”?
¡Ah, cuán abrumadoramente cierto es
que quien no conoce la historia se condena a repetirla!
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