Trino Márquez Domingo, 7 de
julio de 2013
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En la violencia ejercida por el
Gobierno contra las universidades autónomas existe un componente revanchista
que debe explicarse a partir de la teoría freudiana de las pulsiones tanáticas.
Se trata de la venganza de una élite arrogante,embrutecida por el afán de
perpetuarse en el poder y eliminar todo vestigio de autonomía de las
instituciones del Estado y de las organizaciones civiles.
Desde 1999, el régimen no ha
descansado en su propósito de capturar las universidades y someterlas al modelo
socialista. Han probado distintas fórmulas. Unas pacíficas; otras, la mayoría,
violentas. En el caso de la UCV, en 2000 fueron a las elecciones de las máximas
autoridades con Nelson Merentes como candidato a Rector. Perdieron por paliza.
Salieron de la competencia en la primera vuelta. La retaliación vino al poco
tiempo. El 28 de marzo de 2001 una banda de forajidos alentados por el
Ejecutivo tomó la sede del Consejo Universitario durante dos meses, hasta que
la comunidad ucevista los desalojó por la fuerza. El objetivo de ir a una
“constituyente universitaria” y “refundar la universidad” para alinearla con el
socialismo del siglo XXI sufrió un duro revés, pero se mantuvo, pese a la
derrota electoral y a la resistencia de la comunidad ante los intentos de
allanar la institución desde adentro. En las siguientes elecciones de las
autoridades rectorales –2004 y 2008- el plan oficialista fue rechazado de
nuevo, también de forma categórica.
El Gobierno se dio cuenta de que por
la vía electoral no tomaría el control de la UCV, ni el de las otras
universidades nacionales. Era necesario acudir a otro expediente en el que la violencia,
el cerco financiero y el desconocimiento de los gremios legítimos fuesen las
armas clave.
Con el fin de desatar el terror había
que mantener activo el grupo 28-M y otros colectivos armados (La Piedrita,
Alexis Vive) para que actuasen como brigadas de choque. Solo en la UCV ha
habido cerca de una centena de ataques terroristas en la última década por
parte de esos paramilitares. Nunca el Gobierno los ha perseguido, detenido, ni
presentado a la opinión pública, a pesar del daño material causado y del
peligro que representan para la vida de los universitarios. Al contrario, los
favorece y ampara, al tiempo que hostiga a la rectora García Arocha y a las
demás autoridades.
El acoso financiero es el otro
instrumento de guerra. Desde 2007 a las universidades se les aprueba el mismo
presupuesto. Las deficiencias financieras se cubren a través de créditos
adicionales, siempre destinados a pagar remuneraciones, nunca orientados a
elevar la capacidad de investigación e innovación. Este mecanismo se combina
con las restricciones para que la institución académica eleve sus ingresos
propios. Las posibilidades de contratar estudios con empresas particulares u
organismos públicos, recibir donaciones del sector privado o de organismo
internacionales, son cada vez menores. En este terreno el camino es intrincado.
Se busca que la Universidad esté subordinada de forma absoluta a las
transferencias gubernamentales. En términos más sencillos: ni lavan, ni prestan
la batea.
La creación de organizaciones
gremiales paralelas, títeres del oficialismo, el desconocimiento de los órganos
genuinos de representación profesoral y de la normativa que rige las relaciones
entre el profesorado y el Estado, conforman la otra pieza del rompecabezas. La
FAPUV, creada hace más de 40 años, ha sido ignorada y maltratada por el
oficialismo. Las Normas de Homologación, vigentes desde 1982, fueron
desconocidas a partir de 2003, cuando el aumento de sueldos del sector
universitario se produjo mediante un decreto presidencial unilateral. Para
cubrir las apariencias de consulta, el régimen propicio la formación de unos
gremios oficialistas con los cuales discutió el incremento de sueldos que ha
sido propuesto. El acuerdo incluye la aceptación del proyecto socialista para
la universidad venezolana. Es decir, la entrega de la autonomía de cátedra, de
opinión, de pensamiento, de investigación. Se renuncia a la progenitura por un
plato de lentejas.
Peligra la existencia de la
Universidad concebida para transmitir, aprender y descubrir conocimientos
especializados. El régimen busca sustituirla por otra de carácter confesional,
donde predomine el oscurantismo y el pensamiento único. Los comunistas
entienden la educación como un sistema destinado a someter, no a liberar. Pero,
se toparon con el heroísmo de los universitarios.
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