EWALD SCHARFENBERG Caracas 25 SEP 2013
El presidente Maduro
concluye una gira de la que trae más deuda con Pekín y perspectivas para una
“alianza estratégica”
El discurso es de Cuba, las armas vienen
de Rusia y el dinero, de China: es la trinidad sagrada de las importaciones que
el chavismo hace para estabilizar su régimen en Venezuela. La fórmula ya la
había establecido el desaparecido líder Hugo Chávez mientras estuvo en el
poder. Pero ahora, cuando su sucesor en la presidencia - Nicolás Maduro -
concluye una gira de cuatro días en China, surgen dudas acerca de si el actual
Gobierno bolivariano tiene algún límite en el momento de adquirir compromisos
con sus valedores internacionales, sobre todo, con Pekín
Durante su visita a la emergente
superpotencia mundial, Maduro alardeó de la firma de 27 acuerdos de cooperación
con China, entre los que destacó una nueva línea de crédito por 5.000 millones
de dólares. El nuevo desembolso estará destinado al llamado Fondo Mixto
China-Venezuela, creado en 2007 para sufragar obras de infraestructura en áreas
clave de energía, telecomunicaciones y vivienda, entre otras. Hasta hace poco,
algunos rumores afirmaban que la parte china se mostraba reticente a entregar
fondos hasta que Venezuela dispusiera de nuevas garantías que respaldaran los
préstamos.
No se han hecho públicos los términos
ni la naturaleza de los acuerdos suscritos. Tras el telón de opacidad que
caracteriza el manejo de los asuntos por Caracas y Pekín, las agencias
noticiosas oficiales apenas han hecho alusión genérica a convenios para la
financiación de un nuevo puerto de exportación de urea y otros productos
petroquímicos, la rehabilitación conjunta de un sistema de riego en los llanos
de Venezuela, la explotación de una mina de oro en la Guayana venezolana, así
como la construcción de un sistema termoeléctrico en el centro del país.
También se acordó la concesión de 60.000 hectáreas para el cultivo de maíz a
una empresa china.
Al mismo tiempo, se anunció un acuerdo
entre las petroleras estatales Pdvsa y CNPC para desarrollar un yacimiento de
crudo pesado en la llamada Faja Petrolífera del río Orinoco. La empresa china
se comprometió a invertir 14.000 millones de dólares en el proyecto, cuya meta
es alcanzar una producción de 200.000 barriles diarios.
Pero en un momento de estrecheces,
cuando las finanzas venezolanas flaquean a pesar de sus constantes ingresos
petroleros, esos proyectos de mediano plazo lucen lejanos. La gran noticia para
Maduro es el otorgamiento de dinero fresco por valor de 5.000 millones de
dólares. El desbloqueo del desembolso supone un apoyo político desde Pekín para
el heredero de Chávez, pero es también un indicio de que la pragmática
dirigencia china ha recibido garantías satisfactorias en resguardo de sus
capitales.
China es actualmente el segundo socio
comercial de Venezuela. Hasta el mes de abril, el país asiático recibía un
promedio de 626.000 barriles diarios de crudo venezolano, cerca de la meta
establecida de 640.000. Se prevé que, en 2015, el gigante asiático se habrá
convertido en el primer cliente de las exportaciones petroleras de Caracas,
distinción que en la actualidad corresponde a Estados Unidos, identificado por
Chávez y sus lugartenientes como el archienemigo de la revolución.
Sin embargo, hay ocasiones en que la
solución conlleva un problema. Si bien el floreciente intercambio entre los dos
países - que el Gobierno de Maduro calcula en 20.000 millones de dólares al año
- representa una oportunidad de desarrollo, por sus particulares condiciones
también equivale a una hipoteca. Un tercio de las exportaciones de petróleo
actuales (algo más de 200.000 barriles diarios) se embarca a China por concepto
de pago de deuda y, por lo tanto, no genera ingresos líquidos a una nación que
ve mermar sus reservas internacionales hasta niveles críticos. Además, los
créditos chinos suelen estar endosados no sólo a una exigencia de adquisición
de bienes chinos en su ejecución, sino a veces también al uso de know-how y
mano de obra de ese país.
La precisión acerca de cuánto se debe
a China es, en sí misma, controvertida. El canciller venezolano, Elías Jaua,
declaró durante la visita de Estado que Pekín ha suministrado a Caracas 40.000
millones de dólares de los que, aseguró, “la mitad ya se pagó”. Temir Porras,
presidente del Banco Nacional de Desarrollo (Bandes) de Venezuela y miembro de
la nomenklatura chavista más cercana a Maduro, fijó el monto en 36.000 millones
de dólares. Para José Guerra, economista y exjefe de Investigaciones del Banco
Central de Venezuela (BCV), son 41.000 millones de dólares los que China ha
desembolsado para su nuevo aliado en Sudamérica, de los que aún faltarían por
pagar algo más de 27.000 millones, “lo que excede con creces las reservas
internacionales en manos del BCV”. “Se ha hecho muy difícil conocer cuáles son
los términos reales de la contratación de esa deuda y, por lo tanto, el
verdadero impacto económico para la nación”, insistió Guerra en declaraciones
que ofreció este martes en Caracas a nombre de la opositora Mesa de Unidad
Democrática. (MUD) “Es también cuestionable que esta contratación de deuda en
moneda extranjera no sea aprobada por la Asamblea Nacional, como lo exige la
Ley Orgánica de Administración Financiera del Sector Público”.
Maniobrando entre sombras y apremiado
por la mayor tasa inflacionaria de Occidente, la escasez crónica de bienes de
consumo, así como por la necesidad de aumentar el gasto público para obtener
réditos electorales, Maduro optó por un salto al frente para consolidar su
“alianza estratégica de futuro”.
El presidente venezolano –que cumplió
una agenda oficial con su nutrida comitiva, pero también hizo un viaje privado
a provincias- propuso en China crear una comisión binacional para planificar el
desarrollo del país americano en un plazo de diez años. Se desconoce si la
moción había sido previamente acordada con la parte china. En cualquier caso,
pareció avalada con la presencia en Pekín de Jorge Giordani, ministro de
Planificación de Venezuela y viejo tutor ideológico del comandante Hugo Chávez.
El presidente chino, Xi Jinping,
celebró la visita de Maduro como la oportunidad de un “impulso para que las
relaciones (entre China y Venezuela) puedan ascender a un nuevo nivel”, según
la escueta declaración oficial. Además de Jinping, el presidente de Venezuela
fue recibido por otros jerarcas del mandarinato chino, como el primer ministro
Li Kequiang y el viceprimer ministro Zhang Gaoli . También revisó junto al
gobernador de Shandong, Guo Shuquing, la marcha de las fábricas en Venezuela de
dos empresas originarias de esa región china: Inspur, en el sector de
informática, y Haier, en el de electrodomésticos.
Desde su toma de posesión en abril
pasado, el presidente Maduro ha manifestado a menudo su disposición a acogerse
al exitoso modelo económico chino, mediante gestos como el anuncio del próximo
desarrollo de áreas económicas especiales de inversión mixta. Esa convicción la
quiere llevar ahora más allá, también al terreno de la doctrina. El pasado
domingo propuso a las autoridades chinas iniciar un intercambio doctrinario
para definir, a partir de las experiencias de ambos países, los rasgos del
socialismo en el siglo XXI. “Es necesario crear espacios de gran impacto para
los pueblos del mundo sobre la idea de lo que debe ser el futuro”, sugirió ante
sus impertérritos anfitriones. “¿Cuál es el futuro de la humanidad? ¿El
capitalismo? ¿El socialismo? ¿O es que hay un tercer sistema? Es un debate.
Creemos desde Venezuela que la humanidad ha madurado bastante en los dos
últimos siglos para tener respuestas eficaces ante esos dilemas”.
Hasta el momento, se ignora qué efecto
tuvieron las tentadoras ofertas de conducción conjunta formuladas por el
mandatario venezolano a una jerarquía china que, aunque ávida de materias
primas y de protagonismo geopolítico mundial, se caracteriza por la prudencia.
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