MILAGROS SOCORRO 29 de septiembre de 2013
La imagen que expresa la situación de
Nicolás Maduro es la de un prisionero en un avión cubano. Preso de Cuba. Rehén
de la destartalada dictadura de dos ancianos expertos en detectar jumentos
propicios para echarles encima una silla de montar y llevarlos al trotecillo
por la vereda de sus apetencias.
Ese bochornoso episodio de Maduro y su
enorme comitiva encerrados por más de cinco horas en un avión, en un aeropuerto
de Canadá, porque las autoridades de este país (que muchas veces le han parado
las patas a la tiranía cubana) se rehusaban a vender gasolina a una aeronave
con bandera de la satrapía antillana, lo retrata en su insignificancia, en su
condición de secuestrado cuyos actos más mínimos están sujetos a la voluntad de
sus captores.
Ya el viaje había comenzado con un
lance baratón, que consistió en formar una alharaca porque, supuestamente,
Estados Unidos había impedido el paso por sus cielos del avión donde viajaba
Maduro con rumbo a China y que, además, había negado algunas visas a miembros
de la concurrida comitiva.
Mientras Maduro amenazaba con “medidas
drásticas”, que, por cierto, todavía no ha anunciado, y Jaua desplegaba las
acostumbradas pataletas que suelen acometerle antes de deshacerse en zalemas
con Kerry u otro jerarca norteamericano, un empleado menor envió un papelito
diciendo que no había habido tal interdicción y que a nadie le habían negado
ninguna visa.
En el medio, según declaraciones del
propio Jaua, al pobre Calixto Ortega, agregado comercial de Venezuela en
Washington, le quedó el dedo romo marcando el teléfono para contactar a alguna
autoridad del Departamento de Estado, pero nadie le respondió. En suma,
quisieron hacer el show del líder del Tercer Mundo a quien el imperio se afana
por obstaculizar; y lo que lograron fue un e-mail del pasante del quinto
asistente del subsecretario de Asuntos Menores que decía algo así como: “Mijo,
tómate un tilito y ponte pa’llá, que aquí estamos ocupados”.
Así fueron la ida y el regreso. La
primera, un ridículo de poca monta (pero sazonado con una amenaza que debe
cumplir); y el segundo, un incidente extraño, que lo muestra detenido en avión
ajeno, supuestamente involucrado en la labor de infiltrar en los Estados
agentes cubanos (desde luego, con pasaporte venezolano) sin permiso de entrada
a ese país; una especie de tráfico de personas, sin duda ordenado por Cuba,
mangoneado por los cubanos, tratado como un traqueto por los canadienses,
humillado por el universo que siempre se ceba en los débiles y pusilánimes.
El capítulo concitó poca atención no
sólo porque se parecía mucho al del pobre Evo, que fue más candente, sino
porque el rating estaba acaparado por el viaje de Rafael Isea en una línea
aérea insólita: la DEA.
De resultas, pues, que el miércoles,
quinto día de su gira, se devolvió, con nueva remesa de pujidos (puesto que,
aseguró, le habían dicho que Roger Noriega y Otto Reich le tenían preparadas
“dos provocaciones graves” durante su visita a la sede de la ONU en Nueva York;
y él tenía que preservar su “integridad física” y su vida).
La comparecencia en la Asamblea
General de Naciones Unidas había quedado suspendida. Pero antes de echar mano
al embeleco del atentado, había dicho que regresaba porque tenía “una intensa
agenda de calle”. Si esto era así, por qué pidió permiso a la Asamblea Nacional
para salir del país (requisito que se observa sólo cuando el extrañamiento
supera los cinco días).
De vuelta a la dura realidad
venezolana, el aparato de propaganda del régimen intentó presentar como un
éxito el paseo de Maduro y su troupe de 97 personas, que incluyó los hijos y
nietos de la pareja, así como 2 amigas de Cilia Flores, todos los cuales
recibieron de la república los pasajes, el hotel y un estipendio diario de 500
dólares.
Los grandes logros de Maduro que,
como se sabe, es un lince frente a los chinos conocidos por cogidos a lazo
fue el de constituir empresas para que los asiáticos exploten el campo Junín 1
de la faja petrolífera del Orinoco (FPO); para que le metan mano a la mina de
oro Las Cristinas, al sur del estado Bolívar; y, por si están desorientados con
respecto a las riquezas minerales de Venezuela, para que hagan el mapa minero
de nuestro país.
Maduro les entregó a los chinos
petróleo, oro, la cartografía para que sepan bien dónde hay más y, a cambio,
tal como dijo este viernes, recibiremos 300.000 aparatos de aire acondicionado
y otros aparaticos más, que en cosa de 12 meses serán chatarra.
El viaje de la estupidez le costó a
Venezuela más de 2,5 millones de dólares. Mientras, usted hacía colas para
conseguir aceite de maíz.
¿Lo encontró, por cierto?
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