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domingo, 15 de septiembre de 2013

Protestas y viviendas


Miguel Méndez Rodulfo Caracas, 14 de septiembre de 2013

Tres cosas ha generado este gobierno en los pocos meses que lleva de gestión: inflación, desabastecimiento y descontento. El desgaste lento pero sostenido, se produce de una manera implacable a pesar de los esfuerzos desesperados del régimen. No bastan las alusiones al difunto, ni la iconografía apabullante con que pretenden perpetuar su imagen. Nada detiene el deslizar pausado del convoy gobiernero hacia el despeñadero. El punto de inflexión lo marca el quiebre de las finanzas públicas, por efecto de la estabilización del mercado petrolero y por causa de haber dilapidado inmensas sumas de dinero en la campaña presidencial de 2012. Las penurias que hoy padecemos se originaron en la decisión insensata de un gobierno inescrupuloso que, por mantener el poder a toda costa, decidió el año pasado gastar a mansalva los dineros públicos de por lo menos dos de los ejercicios fiscales siguientes.

Del crecimiento escandaloso y sostenido de la inflación, dan prueba las estadísticas oficiales que colocan la elevación de los precios de los alimentos en 60 %, calculados anualmente. El desabastecimiento, el fantasma más temido por el régimen, se ha hecho cotidiano y sobre todo en el interior del país los ciudadanos para poder adquirir un artículo de primera necesidad como la leche, el aceite o la harina pan, deben hacer colas desde las 3 de la madrugada, sólo para ver si esos productos se encuentran en la despensa del supermercado o abasto en que se pernoctó, aunque el riesgo de no conseguir el aprovisionamiento deseado es muy alto y la frustración muy brava. En Caracas, y gracias a las redes sociales, cuando en un local en forma repentina llegan simultáneamente papel higiénico, pollo, carne y leche, a los pocos minutos se produce un tumulto en que la gente se pelea por no quedar fuera de la “oferta” momentánea. Por supuesto estos productos se agotan muy rápido y quién esté trabajando y no pueda pedir permiso, al igual que la ama de casa que esté haciendo diligencias, no puede surtirse; entonces la preocupación se apodera de la gente, creando una tensa calma. Lo cierto es que ha aparecido un mercado negro en el que los buhoneros ofrecen toda la variedad de productos escasos, pero a cuatro veces su valor, lo cual indigna al ciudadano.

Los adjudicatarios de las viviendas construidas por el gobierno, así como los refugiados que aún permanecen en esos recintos inhumanos, ambos grupos con una frecuencia cada vez mayor, toman las calles de Caracas y de muchas capitales de estado y también de poblaciones importantes, para expresar su frustración. Los beneficiarios de la misión vivienda protestan por el engaño de que han sido objeto. Basta ver el destino incierto que sufren los residentes del urbanismo El Morro en Petare, que literalmente se está cayendo, o la constatación que hacen los residentes de otros desarrollos, de que en la mayoría de esos urbanismos regalados las paredes son de dry wall, las tuberías generan goteras por todas partes, los ascensores no funcionan, etc., para caer en cuenta que el gobierno apostó por la salida fácil de construir donde fuera, sólo porque el interés era meramente electoral. Lo importante fue crear una percepción en la gente de que el gobierno solucionaba el problema de vivienda, cuando la verdad era que la misión vivienda fue un gran fraude político.

Los damnificados, que en su gran mayoría permanecen en esos lúgubres recintos, cuyo infortunio no les permitió ser beneficiaros de una vivienda, esperan con cada vez más impaciencia la solución de su problema habitacional. En tanto que el país se enciende con las protestas populares, los engañados del hábitat venezolano pronto se pondrán a la vanguardia del descontento.

Miguel Méndez Rodulfo

Caracas, 14 de septiembre de 2013

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