VLADIMIRO MUJICA 19 de septiembre de 2013
La víctima muere entre 1 y 10 minutos.
El potencial bélico de esta neuro-toxina fue empleado en varias oportunidades
por ejércitos regulares. Es considerado unas 500 veces más tóxico que el ácido
cianhídrico, que se utiliza en la cámara de gas
El equilibrio bioquímico de nuestros
cuerpos es complejo y sujeto a balances muy delicados.
Uno de los dilemas más frustrantes de
la condición humana es que siendo nuestras almas y espíritus entidades únicas y
muy ricas, éstas habitan en cuerpos frágiles, que pueden perecer al menor
embate de elementos microscópicos, virus, bacterias o moléculas letales.
En 1938, un grupo de químicos alemanes
trabajaba en el desarrollo de un pesticida que eventualmente daría origen a la
síntesis de un nuevo compuesto organo-fosforado.
La nueva molécula fue bautizada como
Sarín en honor a los cuatro hombres de ciencia que primero la sintetizaron, y
su nombre es un acrónimo de letras tomadas de los apellidos de los
investigadores: Schrader, Ambros, Ritter y Van der Linde.
Con el tiempo se reconocería el
potencial bélico de esta neuro-toxina que fue empleada en varias oportunidades
por ejércitos regulares y en actos terroristas hasta que fue prohibida en la
Convención de Armas Químicas de la ONU en 1993.
Para darse una idea de su actividad
letal, el Sarín es considerado unas 500 veces más tóxico que el ácido
cianhídrico, el veneno que se utiliza en la cámara de gas.
Para juzgar en su contexto las
recientes declaraciones del presidente venezolano, expresando su incredulidad
frente al informe que consignó la comisión para investigar el ataque con armas
químicas contra civiles en Siria ante el Secretario General de la ONU, a quien
Maduro acusó de actuar en contra de la paz, conviene quizás leer las 41 páginas
del devastador informe y penetrar el horror que del mismo se desprende.
Al mismo tiempo es importante conocer
un poco sobre la acción del Sarín para entender las implicaciones éticas y
morales sobre su uso. Nuestras neuronas se comunican entre ellas a través de la
liberación de agentes químicos conocidos como neurotransmisores.
La concentración de un determinado
neurotransmisor ayuda a que el organismo decida si la acción de un nervio,
sobre un músculo o una glándula por ejemplo, se dispara o no.
Una vez que un neurotransmisor ha
cumplido su función y entregado su mensaje, una enzima actúa desactivando y
demoliendo su estructura molecular.
En el caso del Sarín, éste bloquea
químicamente a una enzima llamada a frenar la acción de un neurotransmisor
esencial, la acetilcolina.
La acumulación de esta molécula en
nuestro organismo se traduce en una cascada de eventos terribles porque los
nervios continúan ejecutando su función sin control: en segundos, los ojos se
enrojecen, la boca saliva profusamente, la respiración se entrecorta, la vejiga
y los intestinos se aflojan y descargan, y se produce en muchos casos la
pérdida de la conciencia.
En pocas palabras, el Sarín torna a
nuestro propio sistema nervioso en contra nuestra y el resultado es un estado
profundamente indigno de confusión e incomodidad extrema del cual la persona ni
siquiera se entera porque el vapor es invisible e inodoro. Si la exposición al
gas fue suficiente, la víctima muere entre 1 y 10 minutos. Si no, puede
recuperarse completamente con el tratamiento adecuado.
En el reciente ataque con Sarín en las
afueras de Damasco se calcula que perecieron alrededor de 1.500 personas,
quizás un tercio de ellas niños e infantes. El ataque con cohetes
tierra-tierra, algunos de diseño sirio, se efectuó en la madrugada y en condiciones
atmosféricas que magnificaban el efecto del gas.
Las fotografías publicadas en Internet
y en todos los medios de comunicación internacionales hablan de modo muy
persuasivo sobre el horror inenarrable de estas atrocidades.
Quizás convenga pasearse por unos
segundos sobre el sufrimiento que acompañó a la muerte de cientos de niños en
esa fría madrugada para entender porqué a pesar de todos los horrores de la
guerra convencional, el uso de armas químicas contra civiles es una "línea
roja" que no debe cruzarse en el medio de las muchas cosas horrendas de un
conflicto bélico.
Lo que ocurrió en Siria está
documentado exhaustivamente en el informe al Secretario General de la ONU.
Página tras página de datos técnicos,
entrevistas a los sobrevivientes y exámenes de laboratorio de muestras tomadas
en el sitio, además de un análisis exhaustivo de los cohetes empleados para el
ataque. La comisión no señala responsables, no era su misión, y se limita a
demostrar más allá de toda duda que el ataque ocurrió.
Las dimensiones y características del
mismo apuntan hacia las fuerzas del gobierno sirio, pero independientemente de
la asignación de responsabilidades, el presidente venezolano despacha un
informe científico e independiente como una "maniobra" del Secretario
General de la ONU contra la paz.
Qué tiempos tan oscuros corren en
Venezuela cuando nuestro gobierno defiende con sorna digna de mejor causa la
paz del Sarín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico