JEAN MANINAT viernes 20 de septiembre de 2013
@jeanmaninat
En su largo e intenso peregrinar hacia
la consolidación del autoritarismo en el país, los jerarcas del socialismo del
siglo XXI se han ido deshaciendo en el camino de los principios que sustentan
la democracia; los mismos que en su momento le permitieron a su líder
espiritual llegar al poder por la vía electoral, después de haber dirigido una
cruenta aventura golpista. En un movimiento envolvente y progresivo fueron
cerrando las llaves que oxigenaban la independencia de los poderes públicos,
para así transformar al Legislativo, al Judicial y al Electoral, en simples
taquillas donde se tramitan, de forma expedita y eficiente, las órdenes que
bajan de Miraflores. A punto estuvieron de uniformar a sus más altos
representantes, fuesen estos diputados, magistrados, o rectores electorales, al
obligarlos a portar una banda tricolor en el brazo que los identificaban como
miembros de la nomenclatura gobernante.
Pronto la hostilidad contra los medios
de información dio paso a una soterrada, pero persistente, presión para
desembarcar a los comunicadores sociales críticos mientras se trataba de
atarles las manos y taponarles las bocas, a los que iban quedando en sus
puestos de trabajo. Se inició, entonces, un movimiento de resistencia para
mantener los espacios de información independientes y salvaguardarlos, hasta
donde fuera posible, de esa especie de Pacman comunicacional hambriento de
estaciones de radio, televisoras y periódicos, en que ha trasmutado la elite
roja y económicamente poderosa que gobierna. La lucha por preservar los
espacios de información independientes ha sido intensa y sigue en pie bajo diversas
modalidades. Los comunicadores sociales que la han llevado y la siguen llevando
a cabo, merecen todo nuestro respeto. La Misión Micrófono Apagado siempre
goteará por algún lado gracias a ellos.
Ahora los jerarcas rojos se quieren
desembarazar de cualquier impedimento legal que pueda ser un obstáculo para realizar la persecución selectiva de
líderes de la oposición con la que vienen amenazando desde hace un buen tiempo.
Anuncian una Ley Habilitante que podría convertirse en una patente de corso
para lograr esos fines. Pero gracias a la presencia de los diputados de
oposición en la Asamblea Nacional (AN), no han podido tramitarla por la vía
constitucional como correspondería. Sin embargo, todo indica que insistirían
por los caminos verdes. Este único dato debería servir de alerta frente a
quienes alientan a sotto serrucho la abstención electoral. De haber persistido
en el espejismo bobalicón del 2005, ya hoy tendríamos una Ley Habilitante
aprobada y haciendo de las suyas... y una vez más estaríamos ocupados en la
autoflagelación.
Al gobierno le quedaba por resolver su
animadversión hacia todo tipo de mecanismos de protección de los Derechos
Humanos (DDHH). Por eso le cayó tan bien que el 10 de septiembre pasado entrara
en vigor la denuncia que hiciera el gobierno del difunto presidente de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Supone que con esta medida logrará
escapar al escrutinio de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
y podrá hacer de las suyas sin nadie que le pida rendir cuentas a nivel
regional.
Es sin duda, un mandarriazo más para
seguir debilitando lo que queda del basamento de la institucionalidad
democrática y una buena tonelada de cemento para seguir pavimentando su
recorrido autoritario. Las eventuales víctimas de violaciones de los derechos
humanos en Venezuela no contarán, de la misma manera, con los mecanismos de
protección del sistema interamericano ante los cuales acudir para hacer valer sus derechos humanos.
Sin embargo, los casos de la jueza
María Lourdes Afiuni, el comisario Iván Simonovis, el periodista Leocenis
García y tantos otros, seguirán su curso en la CIDH por haber sido presentados
antes de la puesta en vigor de la denuncia. Por eso hay que redoblar la campaña
a favor de su libertad.
Quedará para los historiadores
escribir el triste relato acerca de cómo un grupo de activistas que en su
juventud hizo de los DDHH su más preciada bandera de lucha, una vez en el poder
se empeñó en desmantelar las instituciones creadas para protegerlas.
El abandono de los DDHH es una etapa
más en el itinerario despótico del régimen. Pero también constituye otra grieta
en la máscara amable con la que sus jerarcas se presentan ante el mundo. Más
temprano que tarde tendrán que dar la cara como tantos otros que la escondieron
y fracasaron.
Al final, la ruta autoritaria suele
estar congestionada de bicicletas caídas.
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