TRINO MÁRQUEZ lunes 23 de septiembre de 2013
La inflación en 2013
llegaría a 50%; el diferencial cambiario entre el oficial y el paralelo está en
700%
En la mente del difunto comandante se
mezclaban tesis provenientes de distintas ideologías políticas. Una prevalecía
sobre las demás: el rechazo al Estado y a la República liberal, esencial para
los marxistas. Fue el propósito que lo obsesionó. Le resultaba inadmisible la
independencia y el equilibrio de los poderes públicos, la existencia de medios
de comunicación independientes, organizaciones sociales claramente
diferenciadas del Estado y con capacidad para frenar los desmanes del poder,
universidades autónomas. El modelo más cercano era Cuba y su líder emblemático,
Fidel Castro. El sistema organizado en la isla caribeña por la Unión Soviética
y los países de Europa oriental, se convirtió en el modelo típico ideal -según
la expresión de Max Weber- de un régimen totalitario dirigido por un líder
carismático apoyado en una camarilla de subalternos incondicionales. Las primeras
recomendaciones cubanas apuntaron a demoler la democracia liberal.
Hugo Chávez murió sin haber visto
consolidado su proyecto totalitario. La refundación de la República, la
destrucción del capitalismo y de la democracia representativa, y su sustitución
por el socialismo y la democracia directa, quedaron en barbecho. La resistencia
que le opuso el país impidió que se reprodujera plenamente el esquema
fidelista, lo cual no significa que haya fracasado en la construcción de un
orden institucional que incorporó la mayoría de las piezas que él diseñó.
Nicolás Maduro no logró aprender las
enseñanzas -siempre confusas y desarticuladas- del maestro, y, además, carece
de fuerza para compactar al chavismo en torno de ideales utópicos. El heredero
sabe que a duras penas logrará sobrevivir en medio de las turbulencias que le
rodean. El socialismo del siglo XXI, el Estado Comunal, la democracia
participativa y protagónica, quedaron para inaugurar actos oficiales y recordar
la memoria del líder fallecido. Perdieron todo encanto y capacidad
movilizadora. Maduro no puede imprimirles ese sello. El PSUV se organiza para
ganar elecciones, sobornar, intimidar y chantajear a los votantes, pero no para
construir la nueva república socialista edificada a partir de los despojos de
la democracia burguesa. De lo que se trata ahora es de mantenerse en Miraflores
sin contar con la presencia del líder fundador. Hoy lo que vemos es un régimen
caótico y averiado -que carece de un proyecto doctrinario definido, aunque esté
ensamblado con diferentes ideologías- y que no posee respuestas eficaces frente
a la grave situación global que vive la nación.
El nudo económico el gobierno no sabe
cómo desatarlo. Nelson Merentes, con una visión pragmática, reconoce la
profundidad de la crisis, admite que los logros han sido magros, propone
modificar la Ley de Ilícitos Cambiarios para limar sus aristas más punitivas,
permitir la apertura de las casas de bolsa, incrementar la oferta de divisas y
reducir la gigantesca brecha entre el dólar oficial y el paralelo, causa
principalísima de la escalada inflacionaria. Los dólares deben fluir. Cadivi no
es suficiente. Su preocupación no consigue eco. Ricardo Sanguino impide que en
la Asamblea Nacional se debata acerca de la situación económica porque "aquí
no hay crisis". Todo es un invento de la derecha para desestabilizar al
gobierno. Merentes no posee suficiente musculatura dentro del gabinete para
dinamizar sus proposiciones. No incorpora aliados que respalden su posición. Da
la impresión de que la ortodoxia marxista, liderada por Jorge Giordani, sigue
teniendo un peso determinante en las decisiones económicas que se adoptan.
También puede ser que los cubanos no aprueben las iniciativas del ministro de
Finanzas porque no ven cómo pueden beneficiarse de los cambios sugeridos.
Mientras tanto la inflación anualizada se encaramó en 45,4%; la inflación en
2013 se acercará a 50%; el diferencial cambiario entre el dólar oficial y el
paralelo es superior a 700%, el mayor en toda la historia nacional; la inversión
foránea en Venezuela es la más baja de América de Sur.
Los problemas desbordaron a Maduro y
su precario gobierno. La única respuesta que logran articular en medio del
desconcierto es la que les recomiendan los cubanos: más represión y
hostigamiento a la oposición, mayores controles, más hegemonía comunicacional
con el fin de impedir que la realidad se conozca y reducir el impacto de la
escasez, la inflación, la inseguridad y el colapso eléctrico.
El 8-D el país tendrá la oportunidad
de desmontar esta trama.
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