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jueves, 26 de septiembre de 2013

El dilema venezolano

Fernando Ochoa Antich 23 septiembre, 2013
@FOchoaAntich

Las recientes declaraciones de Henrique Capriles en Miami vinieron a ratificar en mí el convencimiento de que el dilema nacional está planteado entre escoger el camino de una posible solución política a la crisis que enfrenta Venezuela o tomar el atajo del golpe militar. Esta realidad ha sido confirmada por las permanentes acusaciones de Nicolás Maduro sobre una supuesta conspiración de la oposición y el señalamiento que hizo Diosdado Cabello al sostener “que no saben nada de golpes de Estado y están preparando uno”. Lo que parecen olvidar, tanto Maduro como Cabello, es que los golpes militares los dan los cuadros de la Fuerza Armada Nacional y que los señalamientos que ellos hacen comprometen su lealtad públicamente.

Los golpes militares en Venezuela siempre han sido producto de graves errores políticos del grupo que controla el poder. Éste ha sido un axioma inmutable en nuestra historia. Ojalá, Maduro y Cabello, lo entiendan de una vez por todas y dejen de inventar conspiraciones en donde no existen. Capriles fue muy claro en su conferencia en Miami: “lo peor que puede pasar en Venezuela es un golpe de Estado”. Así ha ocurrido siempre en nuestro país. La oposición trata, por todos los medios, de evitar que ocurra la intervención militar, planteando soluciones acertadas a la compleja situación política. De manera sorprendente, el grupo gobernante se suicida políticamente al rechazar la alternativa planteada por la oposición produciendo las causas del golpe de Estado.


Veamos dos ejemplos.  El 18 de octubre de 1945 ocurrió por tres equivocaciones de Isaías Medina: no conceder el voto universal, directo y secreto, designar un ministro de Guerra y Marina sin suficiente prestigio y al enfermar Diógenes Escalante, no escuchar a Rómulo Gallegos que le exigió lanzar un candidato independiente. Las respuestas: la candidatura de Ángel Biaggini y el alzamiento militar. El golpe de Estado contra Marcos Pérez Jiménez ocurrió, por su falta de visión política, al convocar el plebiscito de diciembre de 1957, en lugar de aceptar la solicitud de la oposición democrática de convocar a elecciones, reconociendo como su candidato a Rafael Caldera. Las respuestas: la insurrección militar del 1 de enero de 1958 y su derrocamiento el 23 de enero de ese mismo año.

La actual situación política, económica y social que enfrenta Venezuela es de suma gravedad. Es imposible negarlo. Esa inmensa crisis empezó a ser inmanejable como consecuencia de la falta de legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro. Esta debilidad pudo haberse resuelto durante el proceso electoral del 14 de abril. Inicialmente, el régimen entendió el reto al aceptar realizar una auditoría del proceso electoral. Después, equivocadamente, rechazó, sin mayor explicación, una exigencia de la MUD de que dicha auditoría debería hacerse utilizando los cuadernos de votación. Ese error político  provocó el retiro de la oposición. A partir de ese momento, su debilidad se ha incrementado de manera tan peligrosa que ha empezado a comprometer la estabilidad de su gobierno.

Nicolás Maduro no tiene ningún interés en lograr un acuerdo nacional que permita resolver los grandes problemas nacionales. Su único objetivo, como también lo fue el de Hugo Chávez, es lograr establecer una hegemonía política. En este momento, solo piensan en destruir a la oposición y a sus principales dirigentes. Hacia ese fin está orientada la Ley Habilitante. La crisis económica es inmanejable. Los 5.000 millones de dólares que nos prestó China desaparecerán en medio de la corrupción y la ineficiencia. La inflación compromete la estabilidad de todos los sectores nacionales, las reservas caen, las empresas quiebran y los servicios públicos colapsan en todas partes. Este complejo panorama es el que en verdad conspira contra el Gobierno.

Realmente las declaraciones de Capriles son admirables. Muestran su fe en que es posible lograr una solución de  la crisis nacional a través de métodos democráticos. Lamentablemente, son tantos los errores del gobierno de Maduro que es difícil determinar los acontecimientos futuros. El tiempo empieza a ser corto. Se requiere con urgencia de un diálogo nacional. De manera sorprendente, el chavismo no lo entiende ni lo promueve. Al contrario, hace todo lo posible para que surja la diatriba y la violencia. Esta delicada realidad debe entenderla la oposición y prepararse para enfrentar acontecimientos históricos impredecibles en los cuales, como siempre, intervendrá el azar.


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