Por Laureano Marquez, 20/09/2013
@laureamor
Si no fuera porque uno tiene la tranquilidad
de la falta de seriedad atávica que nos rige, los signos de los últimos tiempos
serían alarmantes. Marx (no Groucho sino Carlos) decía que la historia se
repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa.
La nuestra, como farsa, es sumamente trágica
por las consecuencias que algún día habremos de pagar por tamaño desastre.
Es que la Venezuela de hoy parece una parodia
de 1984, la famosa novela de George Orwell, de quien proviene el término
orwelliano, usado para etiquetar a las sociedades de pretensiones totalitarias.
En 1984 encontramos, entre los 4 ministerios, uno llamado Ministerio de la
Verdad -cualquier similitud con el noticiero de la verdad del que hemos
escuchado hace poco, no es pura coincidencia- que nos remite a ese deseo que
tienen ciertos gobiernos de reconstruir el pasado, el presente y el futuro a la
medida de sus pretensiones de hegemonía política.
Sin embargo, uno sabe que el noticiero de la
verdad que se nos propone, en nuestro país no aguantaría la primera emisión,
porque si algo no ha logrado este sistema, a diferencia del orwelliano, es que
la mentira se internalice al punto de ser tenida por verdad. Aquí uno juega a
que se cree la coba mientras haya billete de por medio, que es sin duda el
componente fundamental de nuestras convicciones ideológicas, el motor de esta
historia, para seguir con Marx (no Groucho, Carlos). Esta semana hemos visto
los libros de historia redimensionados para que en todo nuestro devenir el Gran
Hermano sea el protagonista y hasta se cuenta con una Constitución ilustrada a
su medida. Estatuas ya han comenzado a esculpirse, los edificios llevan su
firma. Su mirada nos escruta, nos observa desde todos lados y a través de las
“telepantallas” lo tenemos siempre presente. Aquí entra en juego otro concepto
orwelliano, el de la vigilancia permanente, que tampoco cala suficientemente
entre nosotros porque uno confía plenamente en la incompetencia de los
vigilantes. La velada amenaza de la falta de confidencialidad del voto,
pretendida por el propio organismo electoral, no es creíble, porque uno sabe
que si hay cámaras no funcionan, si funcionan están desenfocadas y si están
enfocadas apuntan para donde no es.
Los Lemas del Partido en 1984 son: “Guerra es
Paz”, “Libertad es Esclavitud” e “Ignorancia es Fuerza”. No se le ocurrió a
Orwell el 800Sabotaje porque era incipiente aún el desarrollo de la tecnología
de las telecomunicaciones. Pero esto de pretender que toda incapacidad propia
es un sabotaje enemigo es un recurso bastante frecuente en la historia de la
incompetencia humana, aunque no deja de ser curioso, en nuestro caso, que lo
único que no ha podido sabotear la oposición es el sistema electoral, cuyo
ventajismo tanto daño le ha causado.
En fin, en estos momentos de farsa por los
que atravesamos encuentra plena vigencia la definición de política que daba
Marx (no Carlos, Groucho): La política es el arte de buscar problemas,
encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios
equivocados.
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