Fernando Mires 14 septiembre de 2013
Comentario al libro de Ari
Chaplin: Chávez' Legacy - The Transformation from Democracy to a Mafia State
(University Press of America, 2013)
Pocos fenómenos históricos han
concitado tanto la atención de observadores internacionales y cientistas
sociales como el "el chavismo" en Venezuela. Algunas de las razones
que explican ese “boom” saltan a la vista. Porque precisamente después de la
Guerra Fría, cuando Francis Fukujama proclamaba el advenimiento pleno de la
democracia mundial, aparecieron regímenes que contradijeron radicalmente la
tesis del hegeliano analista. El socialismo del siglo XXl, uno de cuyos
principales adalides fue Hugo Chávez, significó para muchos huérfanos de la
izquierda la resurrección del socialismo bajo nuevas condiciones, bajo nuevas
formas y sobre todo, bajo el signo de
los nuevos tiempos.
La utopía de Fukujama debe ser
relegada a la sala de espera. La idea más kantiana que hegeliana relativa a un
orden republicano mundial donde no habrá guerras ni grandes contradicciones
está muy lejos de ser cumplida. La democracia sigue siendo cuestionada y
desafiada por sus enemigos y el "socialismo del siglo XXl" ha surgido
como la nueva alternativa antidemocrática de nuestro tiempo. A la vanguardia de
ese proceso estuvo Hugo Chávez, el comandante justiciero quien logró, según sus
aduladores, la alianza perfecta entre el legado teórico de Bolívar y el socialismo
científico de Marx. Haber demostrado que esa absurda combinación era solo una
simple superficie de un proceso mucho más profundo, es uno de los méritos de
autores como Ari Chaplin, quien en su recién publicado libro Chávez’Legacy- The
Transformation from Democracy to a Mafia State, ha desmenuzado el carácter
radicalmente antidemocrático del chavismo.
Partiendo de la excelente denominación
acuñada por Moisés Naím, la de "Estados mafiosos", Chaplin demuestra,
combinando la narración historiográfica con el análisis sociológico, como
detrás de la fachada ideológica del chavismo se esconde un proceso que tiende a
la demolición de los valores y de las instituciones políticas los cuales a
pesar de algunos deficientes gobiernos que lo precedieron, pervivían en
Venezuela. En otras palabras: de acuerdo a Chaplin la contradicción fundamental
ya no es en Venezuela entre democracia y totalitarismo, sino entre democracia y
estado mafioso. El chavismo, a su vez, es sólo uno entre diversos tipos de
estados de ese tipo.
En Europa Central y del Este la
construcción de estados mafiosos parece ser el destino de diversos países
post-comunistas. En la zona eurasiática ya es la regla y no la excepción. Y en
América Latina las naciones del ALBA han adoptado una tras otra, las características
mafiosas del "modelo venezolano".
Lo que tienen de común los Estados
mafiosos del siglo XXl con los regímenes totalitarios del siglo XX es que tanto
en los unos como en los otros ha tenido lugar la aparición de una "nueva
clase de estado”. La “boliburguesía” es en ese sentido la expresión criolla de
lo que fueron las "Nomenklaturas" en el socialismo soviético y
europeo. No obstante hay algunas diferencias importantes.
Mientras las "Nomenklaturas"
representaban un proyecto histórico teóricamente fundamentado, destinado a la
construcción del socialismo desde el poder (“dictadura del proletariado”) los
Estados mafiosos carecen de un corpus ideológico medianamente coherente.
El chavismo, como el evismo boliviano,
el orteguianismo nicaragüense, el correísmo ecuatoriano, representa un tipo de
dominación que desde el poder construye una ideología "ad hoc" sobre
la base de artilugios teóricos inconexos a los que se unen elementos vernáculos
propios a la tradición post-colonial latinoamericana. Entre ellos el mesianismo
de un caudillo carismático, el militarismo, el anti-occidentalismo y el
nacionalismo verbal.
Ahora bien, en la Venezuela chavista
esas características aparecen más nítidas que en las demás naciones nombradas.
La razón es que el chavismo ha contado con un arma estratégica, la posesión del
principal medio de producción del país: el petróleo.
Venezuela -ya antes de Chávez un
Estado rentista- ha acentuado bajo el chavismo esa condición socio- económica.
La industria nacional ha sido demolida, las organizaciones sociales, así como
los sindicatos obreros, se encuentran totalmente desarticulados. Detrás de un
chavismo convertido en religión nacional se esconde un Partido de Estado
radicalmente corrupto, es decir, una organización mafiosa formada al calor de
la renta petrolera. El chavismo es, en cierto modo, un subproducto político del
petróleo.
No obstante, en Venezuela, ya desde
los tiempos de Chávez, y esa es otra diferencia con respecto a los demás
“Estados mafiosos”, ha surgido una muy fuerte oposición democrática. A esa
oposición nunca pudo destruir Chávez a pesar de controlar casi toda la prensa,
a pesar de haberse adueñado de todo el Estado, a pesar de movilizar un aparato
judicial cuya función es perseguir y aterrorizar a todos a quienes la mafia en
el poder declara como enemigos.
El libro de Ari Chaplin es sin duda un
magnífico aporte teórico pues nos permite entender mejor no solo la morfología
del fenómeno chavista, sino, además, las razones por las cuales el planeta
comienza a plagarse de regímenes mixtos que adoptando determinadas formas
democráticas-electorales reproducen
estructuras militaristas, dictatoriales e incluso totalitarias, propias
al que fue el mundo comunista.
En países que contaban con enraizadas
tradiciones democráticas -uno de esos países es Venezuela- las mafias en el
poder, al carecer de un proyecto histórico y de un sustrato ideológico
relativamente coherente, están, sin embargo, condenadas a sobrevivir no mucho
más allá de la vida de quien fuera su máximo líder. Mientras después de la
muerte de Stalin apareció en la órbita soviética el “socialismo burocrático”,
en Venezuela no hay ninguna base para que surja un “chavismo burocrático”. Todo
lo contrario, la muerte del caudillo ha dejado al descubierto la existencia de
sectas mafiosas cuyo objetivo no es administrar “el legado de Chávez”, sino
simplemente repartirse el botín del poder. Nada más.
No obstante, una pregunta deja abierta
el libro de Ari Chaplin; y es la siguiente: ¿Son los Estados mafiosos de
nuestro tiempo los últimos residuos del totalitarismo del siglo XX, o se trata
de un nuevo tipo de formación política, históricamente inédita, destinada a
reproducirse y multiplicarse en la historia? Quizás es muy temprano para dar
una segura respuesta a esa pregunta.
Pero, en cualquier caso, para la comprensión del sentido histórico de la
estructura interna y de la lógica de poder de los Estados mafiosos del siglo
XXl, el libro de Ari Chaplin es una
herramienta indispensable. Un libro que sobrepasando su valor académico adquiere
una connotación política de enorme importancia para todos quienes hemos
advertido el peligro de un nuevo antagonismo representado en el surgimiento de
Estados mafiosos, todos opuestos a la
marcha ascendente del universal proceso democrático.
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