NAOMI RAMÍREZ DÍAZ / LAURA RUIZ DE ELVIRA 26 SEP 2013
Lejos de las visiones
monolíticas y simplistas de la oposición siria, esta es plural y fluida y se
encuentra activa en varios frentes
Muchos son los que, en estos días de
final del verano, afirman estar perdidos sobre la evolución del conflicto en
Siria. Con razón, desconfían de los artículos que se pueden leer en la prensa,
a menudo contradictorios y cargados de ideología; desconfianza esta que les
lleva a relativizar la información que nos llega de aquel país, como la del
ataque químico del 21 de agosto en Al-Gouta. Se plantean dudas de diversa
índole. ¿Era Bachar el Asad realmente un dictador? ¿Era su régimen tan
represivo como lo pintan? ¿Se trata realmente de una revolución? ¿Hay una
alternativa a Bachar el Asad? ¿Cuál?
Una de las preguntas más recurrentes
concierne la naturaleza de la oposición a Bachar el Asad que, para algunos, no
es sino un amasijo de “rebeldes” afiliados a Al-Qaeda y, para otros, una
nebulosa complicada de entender. Lo cierto es que la oposición a Bachar el Asad
tiene un carácter heterogéneo, además de fluido, puesto que ha ido
transformándose a medida que el conflicto se enquistaba. Sus métodos y su campo
de acción se sitúan a tres niveles —el civil, el político y el militar— aunque
en algunos casos unos grupos permean a otros.
La oposición civil, hoy fragilizada
pero aún existente y creativa (como lo muestra un informe reciente del Arab
Reform Initiative), se encuentra en el origen de la revuelta. En efecto, no es
inútil recordar que las primeras protestas fueron eminentemente espontáneas,
populares y pacíficas. Los hombres y mujeres que se manifestaron allá por marzo
de 2011 exigían dignidad, justicia social y libertad. Durante meses su grito
principal era silmiyya (pacífica), rechazando el uso de las armas, inspirándose
en la no violencia de sus predecesores en Túnez y Egipto. Frente a dichas
demandas el régimen respondió con violencia y represión, algo que aumentó el
número de manifestantes y contribuyó a crear una unión trans-clase y
trans-regional.
De aquellos primeros manifestantes
surgieron los activistas civiles, en su mayoría jóvenes inexpertos sin pasado
militante u asociativo previo. Estos se encargaban de coordinar las protestas,
lanzar campañas de resistencia civil (huelgas generales o boicots a determinadas
empresas) o trasladar los heridos a hospitales de campaña clandestinos. Toda la
labor de organización se realizaba en comités de coordinación creados para tal
efecto en barrios, pueblos y ciudades, intentando elaborar una estrategia común
en el difícil contexto de división provocada por los controles militares, los
cercos a algunas ciudades y barrios y los cortes de electricidad y líneas de
comunicación.
Más tarde surgieron los consejos
locales, situados principalmente en las zonas “liberadas” —es decir, aquellas
que ya no están bajo control del régimen—. Dichos consejos tienen por objetivo
sustituir al Estado. Se encargan de los servicios públicos (colecta de las
basuras o gestión de las escuelas) y se coordinan con los grupos armados
responsables de la seguridad. Las provincias de Idleb y Raqqa destacan en este
sentido. Persisten también todo tipo de asociaciones, de entre las cuales las
de beneficencia y las humanitarias son las más numerosas dada la degradación de
las condiciones de vida de la población.
La ya señalada espontaneidad de las
primeras manifestaciones, que sorprendieron no solo al régimen sino a unos
opositores políticos neutralizados a lo largo de más de cuarenta años de
dictadura, especialmente tras la tristemente célebre masacre de Hama de 1982
que aplastó una insurgencia contra el régimen, hicieron que se tardase en
configurar una oposición política sólida. Opositores de distinto color, y en
muchos casos rivales, se organizaron en un grupo que vino a llamarse Consejo
Nacional Sirio (agosto 2011) y que posteriormente, no sin dificultades y
atendiendo a las peticiones de la comunidad internacional a fin de recibir
alguna ayuda, se amplió para conformar la llamada Coalición Nacional de las
Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (noviembre 2012). Aunque es este
grupo quien negocia con la comunidad internacional, sobre el terreno su
presencia e influencia son modestas (que no inexistentes). En efecto, la
popularidad inicial del primero de estos órganos, cuya legitimidad fue
reconocida por los manifestantes en una de sus salidas de los viernes, ha ido
decayendo gradualmente debido a su falta de iniciativa, a las divisiones en su
seno y a su ineficacia (por ejemplo a la hora de formar un gobierno en el
exilio). No hay que olvidar, por otro lado, la presencia de los partidos
kurdos, que se han desligado mayoritariamente de estas formaciones de tendencia
nacionalista dando origen, entre otros, al Consejo Nacional Kurdo.
El papel de la oposición civil y
política ha ido, no obstante, disminuyendo a medida que la represión por parte
del régimen se acentuaba y que el conflicto se internacionalizaba. Esto nos
lleva a examinar el último tipo de oposición, la oposición armada. Conformada
por diversas formaciones con proyectos y visiones distintos, no debe olvidarse
que su origen fue la deserción de miembros del ejército regular sirio que se
negaron a disparar contra los manifestantes pacíficos. De esos primeros
desertores nacería el Ejército Sirio Libre (ESL), encargado inicialmente de
proteger las manifestaciones y después, tras largas deliberaciones, de dirigir
la ofensiva contra el régimen. A ellos se sumaron rápidamente algunos civiles
que decidieron tomar las armas ante la creciente represión.
De esta manera comenzaron a surgir
nuevas brigadas de forma descontrolada, algunas bajo el endeble paraguas del
ESL, cuyo liderazgo está en Turquía, pero que no puede presumir de controlar
efectivamente todo lo que sucede en el terreno, y otras más autónomas
rechazando la autoridad del ESL. A ambos hay que añadir las brigadas formadas
por militares y civiles kurdos que no terminan de fiarse del ESL, ligado a la
Coalicion siria cuya retorica nacionalista árabe ignora las particularidades y
las aspiraciones de autonomía de la población kurda. Aunque han coordinado
esfuerzos con el ESL en varias ocasiones, como en Alepo, las zonas de mayoría
kurda son protegidas por brigadas de dicha comunidad.
A estas brigadas locales se han ido
sumado, desde el 2012, “brigadistas” solidarios con la causa siria, yihadistas
que ven en Siria un terreno de yihad contra un régimen infiel (recordemos que El
Asad pertenece a la confesión alauí) y grupos claramente vinculados a Al-Qaeda,
bien con el mando central de Al-Zawahiri o con el Estado Islámico de Irak (por
ejemplo el Frente de Al-Nusra y el Estado Islámico de Siria e Irak), que han
acaparado los titulares de la prensa mundial aunque para varios expertos no
representan más del 15% del conjunto de los rebeldes armados. Estos grupos, que
al principio no fueron mal acogidos por la población de las zonas “liberadas”,
a la que proporcionaban ayuda y comida, son hoy combatidos con vigor por la
oposición civil y han protagonizado enfrentamientos contra el ESL y las
brigadas kurdas. Especialmente visibles y espectaculares, los yihadistas están
hoy más concentrados en imponer por la fuerza su visión a la sociedad en las
zonas que controlan que en seguir combatiendo al ejército regular de siria.
En conclusión, frente a las visiones
monolíticas y simplistas de la oposición siria, vemos que esta última no se
reduce a los yihadistas o los islamistas, ni siquiera a los rebeldes armados,
sino que es plural y fluida y está activa en varios frentes. Dicha oposición,
inicialmente civil, es sobre todo el fruto de dos años y medio de represión y
posterior guerra abierta y no hace sino ilustrar la complejidad del conflicto sirio.
Naomi
Ramírez Díaz es arabista y doctoranda de la Universidad Autónoma de Madrid y
Laura Ruiz de Elvira es politóloga e
investigadora en la Philipps Universitat Marburg, de Alemania.
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