RAFAEL LUCIANI sábado 28 de septiembre de 2013
Doctor en Teología
@rafluciani
Para Jesús la fe no nace en el culto,
sino en la compasión, cuyo modelo es Dios
Una de las acciones que más impactó a
los seguidores de Jesús fue percatarse de cómo Él aprendió a cargar con el
rostro del que sufre, acogiendo con acciones concretas a pecadores y enfermos.
Su clave fue la «compasión», esa actitud que hemos olvidado en la vida
sociopolítica y en la religión. Jesús miraba a los otros sintiendo «compasión
por ellos» (Mc 6,34), denunciando así que el verdadero pecado estaba en la
falta de compasión de quien está deshumanizado hasta el extremo de hacer de la
impiedad una práctica más, sin importarle el futuro y el bien de las personas.
Pero «vivir compasivamente» tiene
consecuencias. Jesús no pide primero el arrepentimiento del pecador para luego
decirle que Dios lo ama; Él se le acercaba corriendo el riesgo de que otros
hablaran mal de Él (Mc 2,16) y lo considerasen impuro por no seguir las
prácticas religiosas convencionales (Mt 9,11-13). Estaba con ellos sin
avergonzarse (Lc 5,30). No los purificaba, porque no era sacerdote, y tampoco
les exigía prácticas penitenciales porque no era escriba ni fariseo (Lc 7,48).
Simplemente les perdonaba (Jn 8,1-11) con la autoridad de quien ama
compasivamente (Lc 7,47) porque para Él perdonar no consistía en ponerse como
Juez delante de ellos hasta que confesaran sus culpas.
Este acto de gracia solidaria devolvía
la alegría de vivir y la posibilidad de confiar en las potencialidades que
otros les habían negado al haberlos excluido de oficios sociopolíticos y
prácticas religiosas. En Jesús encontraban a alguien que compartía sus
dolencias y sufrimientos, sus esperanzas y anhelos; uno que disfrutaba de su
compañía y nunca les insultaba.
A diferencia de muchos políticos y
religiosos que suelen hacer del maltrato una práctica normal, Jesús vivió
«llevando nuestras enfermedades y cargando con nuestros dolores» (Is 53,4). Eso
significa que entregó su vida a los más vulnerables de la sociedad, la política
y la religión, y se ocupó de devolverles la dignidad que le habían negado los
que creían interpretar la voluntad divina (Mt 9,12-13; Mc 2,17; Lc 20,45-47).
Incluso, llegó a decir que los publicanos, que eran los colaboracionistas del
poder romano, y las prostitutas, que habían sido excluidas de los ritos
religiosos, «creyeron» (Mt 21,32), mientras que los líderes políticos y
religiosos, así como algunos de sus seguidores, «no tenían fe». Aún más:
reconoció que sujetos considerados «ateos», como el centurión, tenían una «fe
más grande que todos» (Lc 7,6-10), ellos son los que «llegarán antes al Reino
de Dios» (Mt 21,31) y no «muchos que se tienen por justos y desprecian a los
demás» (Lc 18,9).
Para Jesús la fe no nace en el culto,
sino en la compasión, cuyo modelo es Dios (Lc 6,36). Por ello, se da en
cualquier persona, incluso entre ateos o pecadores, porque la misma trasciende
a toda religión e ideología. ¿No es esta una buena noticia? Cómo nos hace falta
regresar a la praxis de Jesús de Nazaret.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico