MONS. BALTAZAR PORRAS sábado
14 de septiembre de 2013
La política entendida
como técnica amoral es un engaño y fuente de abusos
Buena parte de la vida en sociedad
depende de los políticos. Nos acostumbramos a estigmatizar la política como
algo propio de granujas; recordemos "Por estas calles". Mejor es
conservar buena fama y huir de la política. Así, la política queda para los
menos escrupulosos a la hora de renunciar a las propias convicciones.
Hay que reconocer con realismo la
complejidad y ambigüedad de la vida política. Pero ello no excluye que sea un
buen campo para vivir un compromiso serio por construir una sociedad más justa
y fraterna. Debemos huir de dos visiones erróneas. Con frecuencia soñamos con
el gobernante ideal en quien brille la virtud y la santidad personal. Ser honesto
y tener buenos principios son una buena ayuda pero no lo solucionan todo. San
Fernando o San Luis fueron santos, pero no podemos asegurar, sin más, que
fueran buenos gobernantes, o si fueron hábiles y agudos para afrontar los
problemas y darles eficaz respuesta. Pensemos, por ejemplo, en José María
Vargas o Luis Herrera Campins. Me atrevo a afirmar que nadie duda de sus
virtudes, pero, sí de su valoración como gobernantes.
En el extremo contrario, Goebbels no
puede ser el modelo de político. Como ministro del régimen nazi, fue hábil e
inteligente manipulador de masas. Representa una visión de la política
completamente separada de todo principio moral, que llevó a situaciones
terribles e inhumanas, y condujo a Alemania al desastre. La política entendida
como técnica amoral es un engaño y fuente de abusos. Dejo a la imaginación
encontrar en nuestra historia personajes como Goebbels. Recordaría solamente a
Antonio Leocadio Guzmán, Vallenilla Lanz y Pedro Estrada. Pero no es una
especie en extinción. Debemos buscar fuentes para una visión de la política que
satisfaga y nos permita participar en ella.
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