JULIO DÁVILA CÁRDENAS sábado 14 de septiembre de 2013
...fortalezcamos nuestro espíritu. No
permitamos que logren el triunfo definitivo
Mientras más se medita sobre las
características de este régimen, parece sumergirse uno en situaciones sumamente
complejas. Decía el pensador francés Edgar Morín que siempre se anda en busca
de respuestas que disipen las brumas y las oscuridades, que ponga orden y
claridad en lo real, que revele las leyes que lo gobiernan. En síntesis, que
definan de manera simple y clara lo que nos confunde y perturba. Eso, por
ahora, resulta bastante complicado.
En efecto, si pensamos de manera
simple, el objetivo de un gobierno debería ser alcanzar el progreso y
desarrollo de quienes habitan en el territorio de la nación, haciendo uso de
sus mejores recursos humanos y materiales para lograr que a través de una
excelente educación, se pueda gozar de buenos servicios de salud y seguridad,
se estimule a la iniciativa privada para que se produzcan empleos suficientes y
bien remunerados; que la economía sea sana y fiel reflejo de la prosperidad del
país. Que los gobernantes sean ejemplo de capacidad y rectitud en el manejo de
la cosa pública.
Lamentablemente, eso no es lo que
sucede en Venezuela. Parece ser que el propósito de quienes desde hace quince
años se han mantenido en el poder, ha sido única y exclusivamente permanecer
indefinidamente disfrutando de él. Entendiendo por disfrute, aprovecharse de
los recursos en beneficio propio. Por ello, algo que debería ser simple se nos
convierte en complejo. En un problema y no en una solución.
Hace poco leí unas reflexiones con las
que se responde a una carta angustiosa de un conocido actor venezolano. Allí se
decía que el espíritu humano no crece ni se desarrolla mucho en medio de los
triunfos, ya que logrados estos se celebra y allí termina. En cambio, cuando
nos derrotan salimos a reflexionar y a crecer espiritualmente. Haber visto cómo
se ha destruido el país, tirando por la borda la posibilidad de rescatar a
nuestro pueblo de la humillación y la pobreza, nos ayudará a fortificar el alma
de nuestra sociedad. Esa inmensa derrota debería ayudarnos.
Lo que para nosotros ha sido un
fracaso, puede ser que para los del régimen no lo sea. Para los demócratas, el
vivir viendo cómo se pretende establecer una hegemonía, desconociendo la
Constitución, apoderándose de todos los poderes, mintiendo, tratando de acabar
con quienes piensan distinto, llevando el país a la ruina, constituye una
derrota. Pero si el propósito es seguir el ejemplo cubano, eliminar libertades,
destruir la iniciativa privada, lograr el pensamiento único y el control de los
medios e impedir que las clases más necesitadas escapen de la pobreza y los de
clase media se conviertan en pobres, entonces es un triunfo del régimen.
Aprendamos de nuestra derrota y fortalezcamos nuestro espíritu. No permitamos
que logren el triunfo definitivo.
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