Por Mario Villegas, 15/09/2013
En Venezuela siempre ha habido muchos “vivos” que a punta de realazos tratan de saltarse las normas y están listos a comprar privilegios y conciencias. Ciertamente, en muchas ocasiones logran sus propósitos, sobre todo cuando el funcionario al que quieren sobornar tiene algunos privilegios qué vender y muy poca conciencia qué defender.
Pero si en efecto muchas veces detrás de un funcionario corrupto hay alguien que lo corrompe, en muchas otras ocasiones lo que hay es un funcionario corrupto y corruptor que no sólo se toma para sí recursos públicos a su tutela sin que medien terceros en su fechoría, sino que además crean las circunstancias para que la ciudadanía que requiere de sus servicios se vea forzada a pagarle peaje, cuya cuantía dependerá de la jerarquía del funcionario, de la legalidad o no del servicio o beneficio solicitado, de la posición económica o capacidad de pago del ciudadano o institución que hace uso del servicio, así como de la urgencia requerida y muchas otras variables.
Maltratos, retrasos y complicaciones en la procura de alguna gestión pública muchas veces desaparecen por arte de magia cuando el usuario termina bajándose de la mula a instancias de algún funcionario. ¿A dónde fue a parar, por cierto, la famosa simplificación de trámites administrativos?
Pero además de funcionarios, hay ciertas políticas públicas y prácticas gubernamentales que también son corruptoras. Y no me refiero sólo a las políticas salariales, que mueven a muchos funcionarios a procurarse el “rebusque”, sino también a ciertas regulaciones y sistemas de fiscalización, como también a la enorme discrecionalidad atribuida a no pocos representantes del estado en áreas sensibles a los negociados.
BREVES
- Derechos Humanos/ Me parece un error que Venezuela se haya retirado del sistema interamericano de protección de los derechos humanos. No obstante, difiero de quienes, en nuestro país y fuera de él, consideran una catástrofe ese retiro pero no cuestionan a Estados Unidos, cuyo gobierno se mantiene fuera del sistema. Por supuesto, comparto plenamente la tesis de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos debe mudar su sede de Washington a la capital de cualquier país latinoamericano o del Caribe que esté entre sus signatarios.
- Mentalidad colonial A la mañana siguiente del triunfo de Venezuela sobre Perú, vi a un narrador de noticias decir que a César Farías le llegó la hora de dejar la dirección técnica de la Vinotinto, cosa con la cual se puede estar o no de acuerdo. Lo que luce cuestionable es el argumento esgrimido y el medio a través del cual éste se daba a la publicidad. Según el joven comunicador, si los venezolanos queremos llegar al mundial de fútbol tenemos que contratar a un entrenador extranjero que tenga lo que él llama “experiencia mundialista”. Yo pregunto: ¿Acaso los entrenadores con “experiencia mundialista” nacieron con ella o alguna vez no la tuvieron y la alcanzaron a punta de estudio y de práctica, de disciplina y de perseverancia? Ese criterio según el cual los venezolanos somos inferiores a los demás es de raigambre colonial, de gentes mentalmente colonizadas. Y es curioso que semejante mensaje se difunda nada menos que a través de Venezolana de Televisión, un canal que debería privilegiar y favorecer la autoestima de los venezolanos y su espíritu de superación. Si Farías debe abandonar la selección, pues que lo haga. Pero no despreciemos ni dilapidemos nuestros propios talentos y capacidades.
RESEÑA
Dos negros y una catira
Está circulando el libro
“Conversaciones secretas”, en el que Rafael Elino Martínez, conocido en los
sesenta como el comandante “Concepción Alcalá”, relata su participación en la
planificación de la “Operación Caimán”, destinada a introducir a Venezuela tres
toneladas de armas provenientes de Cuba para sabotear las elecciones de 1963.
Eran los tiempos en que el Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria se encontraban en plena lucha guerrillera contra el
naciente puntofijismo. Martínez, entonces importante jefe de las Fuerzas
Armadas de Liberación Nacional, en cuyo carácter interactuó con Fidel Castro en
la planificación de aquella operación, estuvo luego entre los dirigentes que en
enero de 1971 rompieron con el PCV y fundaron el Movimiento al Socialismo. En
la actualidad, adversa frontalmente a lo que considera el modelo tiránico
imperante en Cuba, al igual que al llamado Socialismo del Siglo XXI, que bajo
el aura de Hugo Chávez se pretende construir en Venezuela.
El “Gordo” Martínez estuvo casado con la aguerrida luchadora política y social Argelia Laya, a quien conoció cuando ésta, siendo una joven maestra kindergarterina, se mudó para la urbanización Pedro Camejo, en Sarría, a comienzos de 1952, en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez. El autor relata algunas de las vicisitudes por las que él y su amada “Negra” Argelia, atravesaron en aquella época como cuadros que eran del PCV. En esa hermosa historia de amor y de arrojo que ambos protagonizaron por aquellos años, aparecen mencionados mis padres Maja Poljak y Cruz Villegas, ya hoy fallecidos al igual que Argelia. En homenaje a ellos tres, me permito transcribir un pasaje del libro. La próxima semana, haré lo propio con otro fragmento en el que Martínez narra algunas circunstancias políticas y humanas de su prisión común durante varios años junto a mi progenitor en la ominosa cárcel de El Obispo.
Aquí va, entonces, el primero de esos fragmentos.
“Enamorados, nos casamos en julio de ese mismo año, teniendo como testigos de la humilde boda a Cayetano Ramírez y Manuel Pérez, a quien apodamos ‘Perecito’. A un mes de casados soy enviado al estado Zulia a reorganizar la Juventud Comunista.
Las tareas
clandestinas nos separan por primera vez. De su boca solo salen palabras
estimulantes para incentivar el trabajo que debo realizar en el centro
petrolero más importante del país. Cuando la Seguridad Nacional me hace preso
en el Sindicato de la Harina el 8 de marzo de 1954, sin proferir el menor
lamento, durante tres años ella cumple sin vacilaciones su rol de madre,
estudiante y dirigente político. Cada vez que se le presenta la oportunidad me
hace llegar a la cárcel diminutos papeles, con mensajes de optimismo y de amor,
escondidos en la comida que religiosamente nos hace llegar la camarada ´María
Vera’, cuyo verdadero nombre es Maja Poljak, destacada activista de las luchas
populares en la década de los años cuarenta, fina poetisa, novelista y
políglota, esposa del acerado dirigente sindical de la construcción Cruz
Villegas, por quien siento un profundo respeto debido a su racional rebeldía,
su coraje para enfrentar la adversidad, su don de gente, su respeto por las
ideas ajenas y, sobre todo, por eso que solían definir los comunistas
venezolanos: su incorruptible espíritu de clase. Este espíritu le permitió
vivir siempre al lado de su entrañable compañera y conformar una familia digna
en su recorrido por los escabrosos caminos de la lucha sindical de la década de
los años cuarenta del pasado siglo, destacándose como un verdadero dirigente
obrero. Con Cruz Alejandro Villegas tuve el honor de compartir varios años de
cárcel durante la dictadura perezjimenista. El ‘Negro Cruz’, como lo llamábamos
sus camaradas, es el padre de esa generación de excelentes periodistas: Mario,
Vladimir y Ernesto Villegas, algunos de ellos, a pesar de ser unos niños,
compartieron con sus padres el confinamiento en la selva del Amazonas, al que
él fuera sometido durante la oprobiosa dictadura de Marcos Evangelista Pérez
Jiménez”.
Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
@Mario_Villegas
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