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martes, 29 de octubre de 2013

Cuando el poder vive de la ignorancia

Santiago Quintero Lunes, 28 de octubre de 2013

Venezuela pareciera ser una de esas desafortunadas mujeres que se enamoran de una pareja que la veja, golpea, humilla y maltrata. Su autoestima es lo suficientemente baja como para permitir que el Estado genere cualquier abuso y ella permanecer leal a quien la castiga

Si no se conoce lo que se tiene, se corre el riesgo de no tenerlo. Si no se sabe lo nos pertenece, terminará por perderse. Si no se sabe lo que somos, terminaremos por no encontrarnos. La ignorancia nos atrapará en su cómoda poltrona donde nos llena de conformismo e induce con su rutinario sopor el hábito de acostumbrarnos a olvidarnos de nuestro bienestar. De esa manera propiciamos que el Estado no atienda al ciudadano y sus requerimientos. De esa forma permitimos que los problemas continúen multiplicándose y generando otros, hasta ahogarnos en la displicente agonía colectiva.


Venezuela pareciera ser una de esas desafortunadas mujeres que se enamoran de una pareja que la veja, golpea, humilla y maltrata. Su autoestima es lo suficientemente baja como para permitir que el Estado genere cualquier abuso y ella permanecer leal a quien la castiga. Ya es hora que sus hijos tomen por un brazo al concubino maltratador y lo echen de la casa. Su madre ha perdido el sentido de la dignidad y su humildad ha sido exacerbada por el poder que se ufana de su indefensión y de su indigencia. A esa condición de postración y rendición concupiscente, es a lo que el maltratador llama Patria. A la negación total de los derechos de la Nación con la propia aceptación de la renuncia por parte de la víctima, llena de hematomas y magulladuras. El salvaje opresor fuerte es el que prevalece, mientras el intelectual consciente pasivo, se ocupa de contar las hojas de la hierba- calendario mientras crece. Uno activa el castigo maltratador y el otro lo permite, en un juego donde el amor al país está ausente y la conveniencia y el acomodo apremian.

Mientras tanto, la Nación de la rica herencia va a las colas de la harina, el aceite, el pollo, el papel sanitario, la leche evaporada, a mendigar un caro mendrugo, a pedir por caridad su acceso a las sobras del festín de los colorados reinantes, de los orcos enflusados, de los combatientes regordetes y la milicia panzuda, obesa de ocio y laxitud.

Y en cada una de ellas, recibe a empellones, el maltrato del nuevo sistema que surgió para “dignificarla” y darle “la Patria” que no tenía, es decir, el maltrato ,la grosería, el basurero de los valores y principios, las sobras del mercado y el mercado de las sobras, la violencia con saña hacia el niño, la mujer y el anciano, porque en el país de los orcos, los débiles carecen de la virtud de defenderse al encontrarse en la” Patria” donde los derechos ciudadanos no comprometen al Estado, no se firman ni se respetan, porque son el “escuálido” escudo detrás del cual establece su “guarimba” la “contrarrevolución”.

Así el derecho a la vida y a la libertad son no esenciales, porque la “Patria” puede prescindir de sus ciudadanos cultos, de sus empresarios esforzados, de sus emprendedores decididos, de sus agricultores empeñados, de sus estudiantes disciplinados, de sus creativos talentosos. No necesita la Patria de la producción de bienes ni de servicios. No necesita de la propiedad privada de los ciudadanos que los haga libres. Necesita de la esclavitud del Pueblo rebautizada rimbombantemente con el nombre de Independencia. Y que viva el papelillo y la serpentina del pasquín de la Revolución disfrazada de la Verdad del Pueblo.


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