Por Alonso Moleiro
23 de Octubre, 2013
23 de Octubre, 2013
@amoleiro
Como todas las variables del
extremismo, el chavismo no es un movimiento político de militantes: es un
universo de creyentes. Un conglomerado de personas atada a un puñado de ideas
fijas, casi cruzados con el ánimo de la revancha emocional; incapaz de tomar
decisiones en el terreno práctico. Enamorado del procedimiento ideológico, y
por lo tanto, en todo momento renuente a repasar de forma crítica los
resultados objetivos de sus decisiones. Capaces de destruir aquello que tengan
que destruir si con eso pueden aunque sea aproximarse al ideal del paraíso
temático que tienen en la cabeza. Eso incluye al país.
Buena parte de los postulados que el
madurismo considera intocables hace mucho rato desechados en todo el mundo. Que
la delincuencia es hija del capitalismo; que la sola existencia de patronos
privados constituye un atentado contra el interés público; que las libertades
públicas son libertades burguesas; que una sociedad comunal en un país del
Tercer Mundo puede aspirar a alcanzar en desarrollo social a modelos que
cabalgan la millonaria expansión de la sociedad del conocimiento en el mundo
desarrollado postcapitalista. Ninguna de estas estupideces, que todavía los
intelectuales chavistas consideran hallazgos, son tomadas hoy en serio por casi
nadie.
Por eso los cubanos experimentan en
este momento una inusitada y poco comentada apertura económica y social;
Nicaragua y Ecuador tienen protocolos de entendimiento con el Fondo Monetario
Internacional; Brasil tiene relaciones políticas bastante estables con los
Estados Unidos; China tiene un poderoso filamento industrial vinculado al
emprendimiento privado y Cristina Fernández de Kirchner no tendrá aliento para
imponerle a los argentinos la reelección indefinida.
Hugo Chávez fue un inteligente
estratega de pocos escrúpulos; en ningún caso un pensador político. Fue una
especie de heraldo del postcastrismo, probablemente con un interés emotivo
personal en prolongar la leyenda del guevarismo que le inspiró en su juventud.
Legado que, en este momento, en crisis incluso en Cuba. La muerte del barinés, sin embargo, ha dejado
completamente huérfano a un movimiento que nunca tuvo fuelle para interpretar
la realidad con vigor propio.
Cualquiera que quisiera verlo podría
comprobar la evidencia: el control cambiario y la política de precios vigente
en Venezuela han destruido de forma dramática la producción nacional y
pervertido completamente parte de las transacciones comerciales cotidianas. La
política antiinflacionaria consignó su fracaso definitivo este año; la escasez
de bienes elementales llega a niveles inaceptables, y los servicios públicos,
comenzando por los de salud, se acercan al colapso. Se agrieta peligrosamente
el filamento moral de los venezolanos. Mientras se fermenta el descontento,
sube la marea de una política económica que ya ha fracasado comprobadamente.
Nicolás Maduro y sus colaboradores no
pueden decir que no fueron advertidos una y otra vez por tirios y troyanos en
torno a las consecuencias de una ruta económica que no va a ninguna parte. El
más importante de ellos, ausente en este momento, el inapelable y unánimemente
respetado Domingo Maza Zabala, cualquier cosa menos un neoliberal.
Venezuela tiene en este momento el
riesgo país más alto del planeta; un déficit fiscal que representa el 15 por ciento
del PIB y el dígito inflacionario más alto del hemisferio occidental. Las
finanzas de la nación están terriblemente comprometidas y el endeudamiento
interno y externo crece de forma exponencial. El país, que no puede producir
nada, no sólo no se está desarrollando: se está quedando atrás en la región.
Mientras esto ocurre, Giordani y el resto de sus lunáticos ayudantes proceden
al revés: como si estuvieran acertando. Como si no les hubiera reventado en la
cara la profecía mil veces invocada y temida por la Academia y las
Universidades de este país.
Muchos articulistas y
protointelectuales vinculados el gobierno se bañan de rosas presumiendo de
contraculturales, añorando entornos productivos preindustriales, estableciendo paralelismos imaginarios con las
andanzas de Lenin, riéndose de las advertencias económicas esbozadas,
presuntamente por ser burguesas.
Todo el mundo puede ser capaz de
burlarse de aquello que no conoce. Forma parte de la audacia suicida de los
ignorantes. Sigan metidos en ese cuarto de espejos. Se parece mucho al tiempo
aquel en el cual el chavismo presumía orondo que la oposición estaba presente
exclusivamente en las clases medias. Se tuvo que aparecer el 15 de abril con
sus novedades para que les reventara otra realidad en la cara.
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