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martes, 22 de octubre de 2013

Las izquierdas y la economía

Enrique Ochoa Antich 21 de octubre de 2013

Los populismos de izquierda y en general las izquierdas de los años 60, 70 y 80, cometieron en América Latina el grave error de creer que sus buenas intenciones: la justicia social, la repartición democrática de la riqueza, el nacionalismo, podían sobreponerse a las leyes llamémoslas objetivas de la economía (en particular, aquella de la oferta y la demanda). Aunque pocas, muy pocas, quedan aún algunas izquierdas trasnochadas que persisten en él como si el agua de los tiempos no hubiese corrido bajo los puentes de la historia. Nunca antes ni a ningún otro pudo aplicársele mejor el viejo adagio según el cual el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.


Si a ver vamos, la nuez de ese error consiste en no admitir que el desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas (para usar el sobado concepto marxista) sin el cual es imposible la creación de la riqueza suficiente como para plantearse políticas redistributivas exitosas de modo de subsidiar entre todos a los más desfavorecidos creando así una sociedad de igualdad de oportunidades, no es posible sin reconocer el instinto de beneficio de los seres humanos: éste es el único motor o al menos el más importante que consigue el impulso de aquellas fuerzas productivas en la medida en que miles de pequeños, medianos y grandes productores, industriales, artesanos, agricultores y comerciantes dan rienda suelta a su iniciativa individual. La diferencia entre una izquierda moderna, ésa que en América Latina -con lamentables excepciones que nos atañen- ha sido durante la última década, en Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Bolivia, entre otras naciones, mil veces más exitosa que las derechas y los populismos de todo pelaje, y el liberalismo (también trasnochado, por cierto) consiste en que éste cree que basta desatar el instinto de beneficio para que sus dones manen a todos, para que la locomotora de la iniciativa individual arrastre al tren de la economía y la sociedad en beneficio de todos, mientras aquélla, la izquierda moderna, sabe que sin el instinto de beneficio y la libre iniciativa de los individuos, es decir, sin la economía de mercado, no hay nada pero que con ella sola, desatada al libre arbitrio de millones de egoísmos compitiendo salvajemente y luchando unos contra otros, sólo termina creándose sociedades inmensamente desiguales, con vastas masas depauperadas, y sólo se consigue deslizarse hacia crisis económicas cada vez más profundas y sin control. Y sabe, la izquierda moderna, que estas dos fatalidades liberales sólo pueden ser controladas por un fuerte Estado social que encauce el torrente del instinto de beneficio y la iniciativa individual para asegurar que la riqueza que crean sirva a la felicidad de todos.

No es la vieja izquierda (tampoco el liberalismo a secas) sino la nueva, esa socialista y liberal a la vez, la que puede enfrentar con éxito y con el más bajo costo social posible, situaciones como la inflación, la escasez, las crisis cambiarias, etc. La próxima semana volveremos sobre este tema.

Tomado de: http://partidounnuevotiempo.org/inicio/index.php/articulos-de-opinion/1279-enrique-ochoa-opinion-21-10-13

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