Por Orlando Vieira-Blanco, 16/10/2013
Maduro se
la juega. No es difícil pronosticar que si no flexibiliza la economía se hará
ingobernable. Él se ha enfocado en denunciar los vicios e irregularidades de
Cadivi (Cadivismo lo llama elocuentemente, como si fuese un apéndice de la
MUD), cuando el epicentro de la corrupción en Venezuela radica en el sistema de
control cambiario, que ha distorsionado nuestra economía a todo vapor
Nicolás Maduro ha
presentado su solicitud de Ley Habilitante. Modalidad imperfecta por desnivelar
el principio de separación de los poderes y absorber facultades propias del
Poder Legislativo. En esta oportunidad el leitmotiv gira en torno a la
corrupción, lo cual supone además, legislar en materia penal. Muy mal augurio
en país donde la justicia es una herramienta política.
¿Hacia dónde
marcha esta bandera anticorrupción? ¿Se busca radicalizar o relajar más? ¿Es el
inicio de una nueva cacería de brujas distractora y autoritaria o un
reforzamiento regulatorio para aligerar un régimen cambiario que asfixia al
propio Estado? A la luz de un país desabastecido, que ha registrado los niveles
más altos y alarmantes de malversación, peculado o cualquier tipicidad de
corrupción, aderezado de escasez, hiperinflación y miseria, iniciar una lucha
contra la corrupción -confesando cohecho- no deja de ser un "gimmick"
o mal necesario (en términos de gobernabilidad), para un gobierno que tambalea
en medio de una profunda crisis de valores y desviaciones patrimoniales. Una
contradicción, una hipérbole efectista, en medio de un proceso incontenible de
desencanto, inestabilidad, protestas y conjuras, donde la coima es la pauta.
Maduro se la
juega. No es difícil pronosticar que si no flexibiliza la economía se hará
ingobernable. Él se ha enfocado en denunciar los vicios e irregularidades de
Cadivi (Cadivismo lo llama elocuentemente, como si fuese un apéndice de la
MUD), cuando el epicentro de la corrupción en Venezuela radica en el sistema de
control cambiario, que ha distorsionado nuestra economía a todo vapor. Maduro
sabe que contener la presión del descontento social pasa irremisiblemente por
optimizar la producción, la circulación de mercaderías, la inversión y la
confianza. Pero nada de ello será posible, si no se activa un proceso
sustentable de oxigenación del mercado de divisas. La bandera de la corrupción
es un arma peligrosa, que por un lado busca depurar y agilizar la
convertibilidad de divisas, pero por el otro produce un costo insaciable de
fuga de capitales... Entonces "la solución" que han atizado es
penalizar más para atemorizar y relajar después (¿?)... Si en el marco de la
Ley Habilitante de van a crear nuevos comités o tipicidades delictivas de
ajusticiamiento revolucionario, el remedio será peor que la enfermedad.
Asegurar la gobernabilidad en medio de la exasperación justiciera, es catalizar
el conflicto y se les revertirá. ¿El miedo logrará descender los niveles de
corrupción? Por el contrario, elevará la desconfianza y la desinversión, si es
que queda interés de invertir. Maduro luce entrampado en su propia receta
habilitante, siendo que lo estadista, era pedirle tregua al país con gallarda
humildad.
Acuñar la idea de
que "no existe corrupto sin corruptor" no es más que un silogismo
falaz, que pretende colocar en los hombros de un sector de la población,
tildado de burgués-sic-la mayor responsabilidad en el manejo pervertido de los
fondos públicos... Lo que realmente convierte a Cadivi en un factor de
corrupción, es la altísima discrecionalidad que descansa en manos de un
funcionario que tiene el poder de favorecer un cambio preferencial a una tasa 7
veces menor al innombrable. El gran corruptor en términos de aptitud para
corromper, es el Estado mismo, porque es desde tales instrumentos regulatorios,
leoninos y controladores, donde se origina la perversión para el soborno, el
recargo discriminatorio de controles y el ventajismo administrativo.
La libre
convertibilidad (o un sistema de bandas), es lo que aliviaría la ansiedad sobre
las divisas, por lo que no es un problema de burgueses vs burócratas, de
capitalistas contra socialistas, sino un modelo confiscatorio contra el derecho
ciudadano a acceder libremente a sus dólares. Lo contrario estimula la viveza,
el atajo y la especulación. Desmontar el control de cambio pasa por
descriminalizar la trasferencia y tenencia de otro signo monetario. Pero si lo
que se quiere es reforzar la vigilancia para anclar la disposición legítima de
capitales con un sistema más policial, los peajes seguirán existiendo. Maduro
está inmovilizado en un juego gendarme e ideológico (dixit Giordani), que no
resistirá los embates de un pueblo azotado por la pérdida del poder
adquisitivo. Ideologizar y/o militarizar Cadivi y las aduanas, podría ser la
última carta de Maduro en su desesperado intento de sobrevivir la era post
Chávez.
El discurso de
Maduro en la AN -innecesariamente irritante y torpemente extemporáneo- apunta a
una maniobra inadecuada de sabor persecutorio, que hará inviable el relajamiento
cambiario. Maduro no tiene otro camino que convertirse en el ala liberal del
paquete socialista que heredó. Es la única apuesta que le queda para asegurar
el poder: la estabilidad. Pero no puede marcar distancia de sus radicales a
contrapelo de los afanes de apertura de La Habana. Maduro se pierde en su
laberinto... siendo que si se anilla igual naufraga, y si cede, sus camaradas
no lo perdonarán.
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