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miércoles, 16 de octubre de 2013

Cinco lecciones a seis meses del 14-A

Por José Ignacio Hernández G. | 14 de Octubre, 2013

Se cumplen seis meses de la elección del 14-A. La fecha no sólo tiene  valor simbólico, sino jurídico: seis meses es el lapso que el artículo 169 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales establece para destruir el material electoral en aquellas elecciones que no sean objeto de impugnación.

Seis meses es, así, el lapso que la Ley define para lo que se llama el derecho al olvido: transcurrido ese lapso, es legalmente posible olvidar el 14-A y, por ello, olvidar los hechos contenidos en el material electoral de esa elección. Tan es así que ese material podrá ser destruido.

¿Significa eso que el 14-A debe quedar en el olvido?

Contra el olvido


Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo, dijo George Santayana. Lo peor que nos puede pasar con la historia es olvidarla. De allí el fantástico título del libro de Ramón Hernández sobre uno de nuestros historiadores más importantes, Simón Alberto Consalvi: Contra el olvido. Si la historia se olvida, la sociedad podrá caer una y otra vez en los errores del pasado.

El 14-A, nos guste o no, forma parte de nuestra historia. Al margen de que las vías legales internas estén agotadas (recordará el lector que la Sala Constitucional declaró inadmisibles todas las impugnaciones presentadas en contra de esa elección), el 14-A es todavía un capítulo abierto que no puede ni debe ser olvidado. De lo contrario, existe el riesgo que los venezolanos pasemos por otro 14-A.

¿Cuáles son las lecciones del 14-A?

1. La primera lección tiene que ver con la insuficiencia de nuestro sistema democrático para contener los abusos de poder durante la campaña electoral. Distintas Leyes vigentes en Venezuela, de manera muy clara, prohíben que funcionarios públicos y medios de comunicación del Estado sean usados como instrumentos de campaña política de Gobierno. Las prohibiciones, que parten incluso de la Constitución, son claras y enfáticas.

Sin embargo, el 14-A demostró la insuficiencia de esas prohibiciones, pues de manera regular, funcionarios y medios públicos realizaron actos de campaña a favor del entonces Vicepresidente y Presidente encargado. Por ello, la campaña electoral no fue un mecanismo de información objetivo y transparente, sino un mecanismo distorsionado por el Gobierno para el Gobierno.

2. La segunda lección es la debilidad del sistema informático. En Venezuela se ha querido hacer ver que el voto es electrónico, lo que no es totalmente cierto. La realidad es que el proceso electoral es parcialmente electrónico, pues junto al material electoral electrónico hay otro material físico de igual valor e importancia.

Precisamente por lo anterior, la integralidad del sistema electoral no puede limitarse a comprobar –como realizó el Consejo Nacional Electoral- la coincidencia entre los votos electrónicamente emitidos según el acta de escrutinio y los comprobantes de votación. El acto de votación –electrónico- es sólo una parte del proceso de votación, en cuya realización se usan diversos materiales electorales, incluso físicos, cuya importancia no puede reducirse.

3. La tercera gran lección es que nuestro sistema electoral no es auditable. A la fecha, no ha sido posible la auditoría de todos y cada uno de los materiales de votación, físicos y electrónicos, del proceso electoral. Me referiré a dos ejemplos emblemáticos: los cuadernos de votación, a la fecha, no han sido auditados, pues el Consejo Nacional Electoral consideró que no existía norma legal que permitiese la auditoría de esos cuadernos. La realidad es otra: los cuadernos, como material electoral y documentos de la Administración, son por definición públicos y auditables. Tanto más cuando en ellos reposa información de primer orden que permite comprobar la autenticidad del elector que ejerció su voto.

El segundo es el registro de las llamadas capta-huellas tampoco ha sido auditado a la fecha, al menos, según la información de los medios de comunicación. El capta-huella registró la huella de quien ejerció el voto, determinando en qué casos esas huella coincidía o no con el registro. Pues vale la pena aclarar que aun cuando el capta-huella no logre identificar la huella del elector con el registro, el voto podrá ser ejercido. Por ello la insistencia en acceder a ese registro, incluso, para conocer la existencia de duplicidad de huellas registradas.

Las decisiones de la Sala Constitucional que declararon inadmisibles todas las impugnaciones, impidieron la posibilidad de que todo ese material fuese examinado públicamente en el juicio, a fin de conocer con exactitud qué pasó el 14-A. Con ello, se corroboró la negativa a auditar el resultado de la elección.

Por lo anterior, sería muy grave que todo este material, que no ha sido auditado, sea destruido. Preservar el material del 14-A es una legítima aspiración para preservar nuestra memoria histórica.

4. La cuarta lección es que el sistema electoral no es transparente. Ya se me dirá que tal afirmación es exagerada, pues el voto electrónico es fiable y no existe prueba de su manipulación.

Sin embargo, cuando afirmo que nuestro sistema no es transparente, no es por cuanto el sistema del voto electrónico no es fiable (lo cual es en todo caso una premisa sujeta a control), sino por cuanto es un sistema que niega el acceso ciudadano al material electoral y que arbitrariamente impide la revisión exhaustiva de lo sucedido. Los resultados del 14-A no son transparentes pues ni el Consejo Supremo Electoral ni el Tribunal Supremo de Justicia dieron respuesta a las preguntas que, con objetividad y en ejercicio de los derechos democráticos, fueron formuladas para determinar, exactamente, qué pasó el 14-A.

5. La quinta y última lección es que el 14-A no puede ser valorado a partir de la visión de quien ganó según el resultado anunciado por el Consejo Nacional Electoral, pues la democracia no puede reducirse a un juego de ganadores contra perdedores. Llevar a eso a la democracia nos convierte a todos, paradójicamente, en perdedores.

Lo que el Consejo Nacional Electoral indicó con ese resultado es que Venezuela está dividida en dos mitades. Desde el valor del pluralismo, esencia de nuestra democracia, el 14-A llama al diálogo de todos los venezolanos y no a la imposición arbitraria de la voluntad de quienes, según ese resultado, se asumen como ganadores.

Las preguntas del 14-A. He señalado que el 14-A es todavía un capítulo abierto, pues las muchas preguntas que todos los venezolanos tienen sobre lo sucedido ese día no han sido respondidas. Preguntas que, estoy seguro, son formuladas por la gran mayoría de los venezolanos, independientemente de por quién hayan votado cada quien.

Las críticas a la elección del 14-A no pueden verse como críticas de los opositores al Gobierno. Sería una aseveración en exceso simplista. Las críticas sobre el 14-A interesan a todos, incluso, a quienes decidieron votar por quien luego fue proclamado formalmente como Presidente.  De haberse aclarado esas dudas de manera objetiva, la elección del 14-A habría salida fortalecida. Lamentablemente para todos, eso no fue lo que sucedió.

Del 14-A al 8-D. En la velocidad de nuestros tiempos, cuando todavía no hemos pasado la página del 14-A, nos preparamos para las elecciones municipales del 8-D. Elecciones de gran importancia, sin duda, pues versan sobre las autoridades municipales, que son la esencia de nuestra vida democrática.

Muchos se habrán preguntado si vale la pena votar el 8-D, siendo que sobre el 14-A pesan todavía muchas dudas. La pregunta es muy razonable. Y más que una respuesta molesta, la pregunta debe llamarnos a una profunda reflexión sobre nuestra democracia.

Cuando se me pregunta si vale la pena votar el 8-D respondo: votar siempre vale la pena. No votar es rendirse, es claudicar en la lucha por fortalecer la democracia y tener así un mejor país. Y rendirse no debe ser nunca una opción.

Tampoco parece adecuado transformar el 8-D en un voto contra el Gobierno o contra la oposición. En democracia no se vota contra alguien, sino que se vota por algo. Sólo así podremos comenzar a replantear, entre nosotros, los valores de la tolerancia y el pluralismo.

Pero lo más importante es que votar el 8-D no implica olvidar el 14-A. Ello sería claramente contradictorio, pues el voto es un ejercicio democrático. Recordar el 14-A es, precisamente, ayudar a fortalecer nuestra democracia. De allí la importancia de tener muy presentes las lecciones del 14-A.

Si olvidamos esas lecciones, estaremos condenados a repetir el 14-A, incluso, el 8-D. 


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