Por José Ignacio Hernández G. | 14 de Octubre, 2013
Se cumplen seis meses de la elección
del 14-A. La fecha no sólo tiene valor
simbólico, sino jurídico: seis meses es el lapso que el artículo 169 de la Ley
Orgánica de Procesos Electorales establece para destruir el material electoral
en aquellas elecciones que no sean objeto de impugnación.
Seis meses es, así, el lapso que la
Ley define para lo que se llama el derecho al olvido: transcurrido ese lapso,
es legalmente posible olvidar el 14-A y, por ello, olvidar los hechos
contenidos en el material electoral de esa elección. Tan es así que ese
material podrá ser destruido.
¿Significa eso que el 14-A debe quedar
en el olvido?
Contra el olvido
Aquellos que no recuerdan el pasado,
están condenados a repetirlo, dijo George Santayana. Lo peor que nos puede
pasar con la historia es olvidarla. De allí el fantástico título del libro de
Ramón Hernández sobre uno de nuestros historiadores más importantes, Simón
Alberto Consalvi: Contra el olvido. Si la historia se olvida, la sociedad podrá
caer una y otra vez en los errores del pasado.
El 14-A, nos guste o no, forma parte
de nuestra historia. Al margen de que las vías legales internas estén agotadas
(recordará el lector que la Sala Constitucional declaró inadmisibles todas las
impugnaciones presentadas en contra de esa elección), el 14-A es todavía un
capítulo abierto que no puede ni debe ser olvidado. De lo contrario, existe el
riesgo que los venezolanos pasemos por otro 14-A.
¿Cuáles son las lecciones del 14-A?
1. La primera lección tiene que ver
con la insuficiencia de nuestro sistema democrático para contener los abusos de
poder durante la campaña electoral. Distintas Leyes vigentes en Venezuela, de
manera muy clara, prohíben que funcionarios públicos y medios de comunicación
del Estado sean usados como instrumentos de campaña política de Gobierno. Las
prohibiciones, que parten incluso de la Constitución, son claras y enfáticas.
Sin embargo, el 14-A demostró la
insuficiencia de esas prohibiciones, pues de manera regular, funcionarios y
medios públicos realizaron actos de campaña a favor del entonces Vicepresidente
y Presidente encargado. Por ello, la campaña electoral no fue un mecanismo de
información objetivo y transparente, sino un mecanismo distorsionado por el
Gobierno para el Gobierno.
2. La segunda lección es la debilidad
del sistema informático. En Venezuela se ha querido hacer ver que el voto es
electrónico, lo que no es totalmente cierto. La realidad es que el proceso
electoral es parcialmente electrónico, pues junto al material electoral
electrónico hay otro material físico de igual valor e importancia.
Precisamente por lo anterior, la
integralidad del sistema electoral no puede limitarse a comprobar –como realizó
el Consejo Nacional Electoral- la coincidencia entre los votos electrónicamente
emitidos según el acta de escrutinio y los comprobantes de votación. El acto de
votación –electrónico- es sólo una parte del proceso de votación, en cuya
realización se usan diversos materiales electorales, incluso físicos, cuya
importancia no puede reducirse.
3. La tercera gran lección es que
nuestro sistema electoral no es auditable. A la fecha, no ha sido posible la
auditoría de todos y cada uno de los materiales de votación, físicos y
electrónicos, del proceso electoral. Me referiré a dos ejemplos emblemáticos:
los cuadernos de votación, a la fecha, no han sido auditados, pues el Consejo
Nacional Electoral consideró que no existía norma legal que permitiese la
auditoría de esos cuadernos. La realidad es otra: los cuadernos, como material
electoral y documentos de la Administración, son por definición públicos y
auditables. Tanto más cuando en ellos reposa información de primer orden que
permite comprobar la autenticidad del elector que ejerció su voto.
El segundo es el registro de las
llamadas capta-huellas tampoco ha sido auditado a la fecha, al menos, según la
información de los medios de comunicación. El capta-huella registró la huella
de quien ejerció el voto, determinando en qué casos esas huella coincidía o no
con el registro. Pues vale la pena aclarar que aun cuando el capta-huella no
logre identificar la huella del elector con el registro, el voto podrá ser
ejercido. Por ello la insistencia en acceder a ese registro, incluso, para
conocer la existencia de duplicidad de huellas registradas.
Las decisiones de la Sala
Constitucional que declararon inadmisibles todas las impugnaciones, impidieron
la posibilidad de que todo ese material fuese examinado públicamente en el
juicio, a fin de conocer con exactitud qué pasó el 14-A. Con ello, se corroboró
la negativa a auditar el resultado de la elección.
Por lo anterior, sería muy grave que
todo este material, que no ha sido auditado, sea destruido. Preservar el
material del 14-A es una legítima aspiración para preservar nuestra memoria
histórica.
4. La cuarta lección es que el sistema
electoral no es transparente. Ya se me dirá que tal afirmación es exagerada,
pues el voto electrónico es fiable y no existe prueba de su manipulación.
Sin embargo, cuando afirmo que nuestro
sistema no es transparente, no es por cuanto el sistema del voto electrónico no
es fiable (lo cual es en todo caso una premisa sujeta a control), sino por
cuanto es un sistema que niega el acceso ciudadano al material electoral y que
arbitrariamente impide la revisión exhaustiva de lo sucedido. Los resultados
del 14-A no son transparentes pues ni el Consejo Supremo Electoral ni el
Tribunal Supremo de Justicia dieron respuesta a las preguntas que, con
objetividad y en ejercicio de los derechos democráticos, fueron formuladas para
determinar, exactamente, qué pasó el 14-A.
5. La quinta y última lección es que
el 14-A no puede ser valorado a partir de la visión de quien ganó según el
resultado anunciado por el Consejo Nacional Electoral, pues la democracia no
puede reducirse a un juego de ganadores contra perdedores. Llevar a eso a la
democracia nos convierte a todos, paradójicamente, en perdedores.
Lo que el Consejo Nacional Electoral
indicó con ese resultado es que Venezuela está dividida en dos mitades. Desde
el valor del pluralismo, esencia de nuestra democracia, el 14-A llama al
diálogo de todos los venezolanos y no a la imposición arbitraria de la voluntad
de quienes, según ese resultado, se asumen como ganadores.
Las preguntas del 14-A. He señalado
que el 14-A es todavía un capítulo abierto, pues las muchas preguntas que todos
los venezolanos tienen sobre lo sucedido ese día no han sido respondidas.
Preguntas que, estoy seguro, son formuladas por la gran mayoría de los
venezolanos, independientemente de por quién hayan votado cada quien.
Las críticas a la elección del 14-A no
pueden verse como críticas de los opositores al Gobierno. Sería una aseveración
en exceso simplista. Las críticas sobre el 14-A interesan a todos, incluso, a
quienes decidieron votar por quien luego fue proclamado formalmente como
Presidente. De haberse aclarado esas
dudas de manera objetiva, la elección del 14-A habría salida fortalecida.
Lamentablemente para todos, eso no fue lo que sucedió.
Del 14-A al 8-D. En la velocidad de
nuestros tiempos, cuando todavía no hemos pasado la página del 14-A, nos
preparamos para las elecciones municipales del 8-D. Elecciones de gran
importancia, sin duda, pues versan sobre las autoridades municipales, que son
la esencia de nuestra vida democrática.
Muchos se habrán preguntado si vale la
pena votar el 8-D, siendo que sobre el 14-A pesan todavía muchas dudas. La
pregunta es muy razonable. Y más que una respuesta molesta, la pregunta debe
llamarnos a una profunda reflexión sobre nuestra democracia.
Cuando se me pregunta si vale la pena
votar el 8-D respondo: votar siempre vale la pena. No votar es rendirse, es
claudicar en la lucha por fortalecer la democracia y tener así un mejor país. Y
rendirse no debe ser nunca una opción.
Tampoco parece adecuado transformar el
8-D en un voto contra el Gobierno o contra la oposición. En democracia no se
vota contra alguien, sino que se vota por algo. Sólo así podremos comenzar a
replantear, entre nosotros, los valores de la tolerancia y el pluralismo.
Pero lo más importante es que votar el
8-D no implica olvidar el 14-A. Ello sería claramente contradictorio, pues el
voto es un ejercicio democrático. Recordar el 14-A es, precisamente, ayudar a
fortalecer nuestra democracia. De allí la importancia de tener muy presentes
las lecciones del 14-A.
Si olvidamos esas lecciones, estaremos
condenados a repetir el 14-A, incluso, el 8-D.
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