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viernes, 25 de octubre de 2013

TIROS POR MAMPUESTO

Américo Martín 18 de octubre de 2013
amermart@yahoo.com 
@AmericoMartin 

I

Eso de agitar por el este para disparar por el oeste pasa por gesto de alta estrategia. Es confundir con lo inesperado. Es de uso frecuente en la política y en la guerra, actividades que como se sabe se ayudan con el engaño.

Hay quienes se enredan con estos juegos. Si el refrán dice: camarón que se duerme se lo lleva la corriente, dirán que no sube palo. Esas confusiones pueden ser graves o mover a la risa, cosa peligrosa para políticos encumbrados.

El descalabro de la revolución, más en tiempos de Maduro, puede reconocer un problema pero en la respuesta procederá como el disparatado camarón.

Le escucho al presidente Maduro lamentarse porque “la burguesía” no le reconoce el beneficio de la duda. Parece una señal de rectificación. Encontrándose el país en lo profundo de una caverna le convendría buscar luces, acuerdos, manos para ayudarse. Nadie entenderá que padeciendo Venezuela del horror de la más alta inflación hemisférica en compañía del más bajo crecimiento de la Región (1% contra entre 45 y 50% de inflación) y con todas las variables económicas y sociales envilecidas en grado alarmante, el poder insista en la tarea inútil de perseguir con saña a más de la mitad de los ciudadanos en lugar de reunificarlos cuando menos para enfrentar el puñado de desgracias que nos atormentan a todos.


Cuando Maduro se queja de que la burguesía no le concede el beneficio de la duda, podría entreverse un guiño, un llamado al reencuentro. En las Memorias de Clinton leí algo pertinente: “Cuando uno está en un hueco lo primero que debe hacer es dejar de cavar”. En la frase de Maduro cabe atisbar que no quisiera hacer más profundo el agujero.

II

En la posición que ocupa debe sentirse muy aislado, cercado, nervioso. Nada resulta. Giordani, Merentes, Ramírez están más confundidos que nadie. Hunden la nave sin remedio. Probablemente en sus noches, a Maduro lo habrá asaltado la tentación de convocar a los inversionistas privados, así no lleve las cosas al punto de hacerlo también con los factores políticos de la oposición, que es lo que haría un líder con cuatro dedos de frente. Pero no le pidamos peras al olmo.

Supongamos que los empresarios privados lo tomaran en serio y respondieran: quisiéramos que usted nos concediera lo mismo. Si Maduro hubiera perseverado, probablemente, estaríamos frente a un intento de atender la espantosa emergencia que atormenta a Venezuela.

Por desgracia el hombre no esperó ni un día para dar marcha atrás. A quienes les pedía comprensión los siguió acusando del  ostensible fracaso de su gobierno y cubriéndolos de insultos y amenazas. El beneficio de la duda quedó convertido en perjuicio de la desconfianza.

No se trata únicamente de falta de visión, de miedo a tomar decisiones audaces, no. Se trata fundamentalmente de que Maduro no es un líder. Sus supuestos seguidores vigilan sus pasos. Es una fuerza heterogénea, huérfana de su caudillo y más propensa a ver de frente la dura realidad sin cubrirla de ilusiones como había tomado por costumbre. En la punta de la lengua está Chávez. ¿Qué hubiera hecho en un momento tan crítico? Y tal conjetura redunda en perjuicio de Maduro, un personaje más fácil de condenar que la intocada deidad ahora ausente.

III

A falta de fuerza, imaginación y osadía para dar un viraje hacia la apertura y hacia la construcción de un nuevo modus vivendi con sus adversarios, Maduro se ha consagrado a un eterno correr la arruga de una tela que ya está llegando a su fin. Ausentes las respuestas políticas, queda el lento suicidio de la violencia. Sentarse sobre las bayonetas es lo que le recomendaba no hacer a Napoleón el astuto Talleyrand. En cambio es lo que está haciendo Maduro, con el agravante de que el poderoso ejército francés amaba al emperador Bonaparte, en tanto que los uniformados venezolanos de este tiempo no saben qué hacer con este civil que quiere pasar por “comandante en jefe” con  tan escaso éxito.

La cumbre del poder, duramente cuestionada, hace hercúleos esfuerzos por proyectar sus males a la creciente oposición. Dado que la despreciable secuela de la corrupción ha viciado hasta los tuétanos  -como nunca en el pasado- la anatomía de la sedicente revolución, se pasan de listos culpando a líderes de la oposición en un intento por hacer de la perversidad moral un mal de todos, es decir: de nadie, e inhabilitando y encarcelando para ver si aplicando fuerza física malogran su influencia. No se percatan que el efecto de los atropellos es exactamente el contrario.

Raya en lo grotesco la manía de atribuir a sabotaje de la oposición, magnicidio, golpes e invasiones la causa de que nada de lo que hace el gobierno de resultado. El país, pues, está en el sótano del subsuelo no porque el régimen no sirve ni sabe, sino porque sus proyectos han sido cruelmente saboteados por la contumacia oposicionista. Pasan los años y no aparece ni un solo complotista, ni un plan militar, nada. No hay presos ni pruebas y rápidamente olvidan las acusaciones tratando de que los demás también lo hagan.

En la desconcertada militancia del PSUV estas pueriles mentiras que nunca paran en nada habrán levantado turbulencias.

¿Dónde está el piloto? ¿Con quién vamos? ¿Adónde nos lleva esta gente?

¿Qué podría uno aconsejarles? Se me ocurre solo esto: creo que sus lamentables dirigentes los llevarán a un albañal hasta  que ustedes, ustedes mismos, les pongan la mano en el pecho.


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