Publicado por
Ludmila Vinogradoff el oct 15, 2013
El dólar paralelo, que en Venezuela se
llama “lechuga verde” y que además está prohibido nombrarlo en público so pena de
ser censurado y castigado, se disparó
hoy a 47 bolívares. Y ni hablar de la moneda europea que se cotiza a 62
bolívares por euro, mientras que el cambio oficial está anclado a 6,30
bolívares por dólar desde febrero pasado.
El gobierno de Nicolás Maduro ha
lanzado varias medidas con el objetivo de frenar la subida de la moneda
norteamericana como por ejemplo la subasta de 100 millones de dólares semanales
para los importadores con el mecanismo denominado SICAD pero el mercado
nacional no se conforma con tan poco. Sus necesidades pasan de los 9.000
millones de dólares.
Los analistas lo atribuyen a la falta de
divisas para repartir entre lo importadores y de ahí la escasez de alimentos y
productos de primera necesidad, lo que impulsa que el mercado negro se desate sin control alguno y Maduro culpe a
los empresarios de orquestar una supuesta “guerra económica” con el
desabastecimiento.
En Venezuela nada de lo que sube,
baja, a excepción de las verduras que por situaciones climáticas se cotizan
según el vaivén de las cosechas agrícolas. Pero en el resto de las
transacciones de los bienes la ley de la oferta y la demanda, como en el caso de
las divisas, funciona al mejor estilo del capitalismo y la economía de mercado,
aunque el gobierno se empeña en llamarlo de otro modo como si fuera una
economía socialista regida por controles.
Los dólares para los viajeros fueron
restringidos y para contener la corrupción han puesto en los aeropuertos una
especie de peaje con “captahuellas” unos aparatos electrónicos lectores de
huellas digitales, iguales a los que se usan en los colegios electorales, para
activar las tarjetas de crédito de los viajeros que salen al exterior.
De las decenas de miles de venezolanos
que viajan al exterior los fiscales solo han detectado unos 20 pasajeros con
irregularidades en apenas dos semanas de implementación de las captahuellas.
Esta cantidad tan irrelevante refleja que la corrupción con el tráfico de las
divisas debe estar en otro lado de la famosa CADIVI (Comisión de Administración
de Divisas).
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