ROSALÍA MOROS DE BORREGALES sábado 19 de octubre de 2013
@RosaliaMorosB
Dedicado a esos cuatro.
Estaba comenzando la tarde de un
domingo caluroso, después del llamado del padre nos encontrábamos todos
reunidos en la sala. A pesar de todos los altibajos ocasionados por las
complicaciones propias de nuestra ciudad ha sido una constante en nuestras
vidas el estar juntos para compartir la mesa, para conversar de las diferentes
situaciones del acontecer diario, para intercambiar ideas, para orar, y
ciertamente, para discutir temas en los que necesitamos concordar. Los hijos ya
dejaron de ser adolescentes, los padres necesitamos ponernos al día con ellos,
cambiar estrategias, ver a través de su perspectiva. Ellos, hombres cabales,
íntegros, involucrados con mucho amor en la familia, ahora demandan,
intervienen, velan por nuestro hogar.
Hay varios temas en la agenda, el
primero en tomar la palabra es papá, quien con mucho amor, pero con mucha
seriedad plantea situaciones que producen gran preocupación, situaciones que
estamos viviendo como familia, como nación. Todos toman su turno, todos exponen
las angustias de su alma. Por un momento, perdemos la sindéresis, es difícil
mantener el dominio propio, la mansedumbre; sin embargo, en una familia cuyo
guía ha sido Dios y cuyo pegamento ha sido el amor, cada miembro tiene su
protagonismo, su intervención conducida por la mano divina. Cuando parece que
irremediablemente nos hemos herido, el mayor de los hijos, el primogénito, toma
el control, con palabras sabias nos insta a escuchar lo que él tiene que decir.
Toma la Biblia, sus manos mueven las
hojas del libro de un lado para otro, en un instante encuentra el pasaje que
quiere leer. Se trata de Marcos 2:1-12. Es la historia del paralítico que era
cargado por cuatro. Cuatro que querían llegar a Jesús con este enfermo, cuatro
que sabían que en Jesús encontrarían sanidad, pero que la gran multitud
aglomerada alrededor no se los permitía. De tal manera, que estos cuatro
decidieron tomar medidas extraordinarias. Entonces, subieron al techo del lugar
donde estaba el Maestro y quitando parte de éste, bajaron la camilla en la que
yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: -Hijo tus
pecados te son perdonados. Hubo gran oposición por parte de los fariseos a
causa de estas palabras, sobre la potestad de Jesús para perdonar pecados. Sin
embargo, Jesús les muestra que no solo tiene autoridad para perdonar pecados
sino para decirle al paralítico: -Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Termina esta historia con el asombro de toda la multitud que se encontraba allí
reunida, al ver al paralítico caminando. Por lo tanto, todos glorificaban a
Dios y decían: -Nunca habíamos visto tal cosa.
Luego de terminar de leer este pasaje,
nuestro hijo comienza a hacer hincapié en esos cuatro que con fe tomaron al
paralítico para llevarlo a Jesús. La fe que Jesús vio no fue la fe del
paralítico, fue la fe de esos cuatro que hicieron todo cuanto estaba en sus
manos para llevarlo ante el Maestro. Hoy, el paralítico está representado por
nuestra familia, por nuestro hogar resquebrajado por los embates del enemigo de
nuestras almas. Sin embargo, acota nuestro hijo, hoy nosotros cuatro podemos
tomar a esta familia y de la misma manera que hicieron esos cuatro, nosotros
cuatro podemos hacer nuestro mayor esfuerzo para traerla ante Dios.
Les confieso que al principio de su
disertación no tenía idea de adónde nos llevaba con este pasaje. Pero
escuchamos atentamente, entonces fuimos sorprendidos con su punto de vista, con
su idea maravillosa, con la inspiración de Dios en su corazón. Dejándonos
llevar por sus palabras fuimos guiados a una oración, uno por uno expresamos
nuestras angustias delante de Dios y pedimos de Él su ayuda. Al final, después
de la oración de nosotros cuatro, terminamos todos en el mismo sofá llorando,
riendo, abrazándonos, sanando nuestras heridas. Y así, como aquel paralítico se
fue caminando después de las palabras del Maestro; así, este domingo caluroso
trajo una brisa fresca a nuestras almas. Nuestro hogar, la familia de nosotros
cuatro salió restaurada caminando con la frente en alto nuevamente; desafiando
al mundo y sus mentiras con el Amor que Él ha puesto en nosotros cuatro.
"No hay fuerza en el mundo que
pueda superar a la de una familia fundada en Dios".
ROSALÍA MOROS DE BORREGALES
@RosaliaMorosB
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