ANGEL OROPEZA miércoles
16 de octubre de 2013
@angeloropeza182
Todos los estudios serios de opinión
pública indican que el panorama de aceptación popular de la administración de
Maduro mantiene su tendencia a la negatividad y el rechazo. Ya no es solo la
percepción generalizada de que el país marcha a la deriva, sino que los
venezolanos tienen cada vez mayores dudas sobre la capacidad de Maduro para
estar al frente del Ejecutivo. La última encuesta IVAD, por ejemplo, encuentra
que apenas 12% de los ciudadanos piensa que Maduro ejerce su liderazgo
personal, e incluso 17% cree que solo sigue instrucciones desde Cuba.
Lo más preocupante de estos datos para
el Gobierno, es que ocurren en las proximidades de unas elecciones municipales
que son políticamente vitales, dada la necesidad de obtener la legitimación que
no obtuvo el pasado 14 de abril y borrar cualquier sospecha sobre el real
respaldo popular del madurismo.
Lo previsible –salvo que ocurra algo
inesperado, o que los opositores decidan no votar- es que la unidad se haga del
poder en la mayoría de las capitales de Estado, ciudades de mayor población, y
los municipios más importantes. De hecho, la oposición pudiera estar en
capacidad de lograr que cerca del 70% de la población sea gobernada por
alcaldes distintos al oficialismo. Hay que recordar que desde hace 8 años, 83%
de las alcaldías del país están en manos del PSUV.
Si la proyección que estiman las
encuestas se cumple, el oficialismo vería así disminuido ostensiblemente su
control sobre los espacios municipales y sobre el territorio. Frente a esta realidad, no es por azar que el
Gobierno haya rescatado el tema comunal, olvidado después de la muerte de
Chávez, y lo haya convertido en el nuevo centro de su estrategia electoral. No
solo se lanzó con toda la gala del caso el programa "Comuna o nada",
sino que se adelantó el "1er. Censo comunal" de organizaciones de
este tipo asociadas al Gobierno.
La estrategia del Gobierno es
clara: en caso de concretarse la nueva realidad
electoral el próximo 8D, las comunas servirían para amenazar con restarle competencias, recursos
económicos y poder político a los municipios que obtenga la oposición, y de
esta forma intentar evitar el reacomodo del mapa político nacional en desmedro
del oficialismo. Así, el relanzamiento electorero del llamado "Estado
Comunal" solo busca compensar las derrotas que el oficialismo espera sufrir
en diciembre.
La resurrección del Estado Comunal no
es la única respuesta del Gobierno frente a lo que percibe como una coyuntura
políticamente adversa. La otra
consecuencia ha sido un nuevo episodio de radicalización económica.
Era de esperar que, tarde o temprano, el régimen enfilara sus baterías
hacia el sector no gubernamental de la economía, en un intento por desviar la
señalización de responsabilidad que, según las encuestas, la mayoría de los
ciudadanos le otorga sobre la crisis económica, especialmente sobre la
inflación y el desabastecimiento.
Hace apenas pocos días, Maduro acusó
al sector no oficial de la economía de estar detrás de lo que él ha bautizado
como el "plan colapso total", un supuesto proyecto desestabilizador
que intentaría derrocar a su gobierno, por la vía de creación artificial de
desabastecimiento y sabotaje económico.
En respuesta a ese supuesto plan,
anunció la creación de un parapeto llamado "Órgano Superior para la
Defensa Popular de la Economía", cuya finalidad es asustar y reprimir a
empresas y emprendedores bajo el
eufemismo de "supervisar la producción y vigilar la actividad" de los
actores no oficiales de la economía.
Para completar la secuencia de las
últimas acciones derivadas del terror oficialista hacia lo que les pudiera
venir en diciembre, se anunció la creación de un Frankenstein censor,
pomposamente llamado "Centro estratégico de seguridad y protección de la
patria". Este adefesio fascitoide, que hubiera sido la envidia de Joseph
Goebbels, no solo viola los artículos 57 y 58 de la Constitución, sino que
busca amedrentar a la población con prohibir y castigar las opiniones y
denuncias de los venezolanos sobre sus problemas.
Acciones como las 3 nombradas hasta
aquí, más otras que seguramente vendrán en las próximas semanas, forman parte
del ya tradicional y gastado guión cubano de asustar a la gente para
desmovilizarla, sembrarle desesperanza y desánimo, e intentar sacar a la
oposición de su estrategia de insistir en la organización popular y en la vía electoral
como camino de cambio social. En el fondo, se trata de los intentos de un
gobierno aterrorizado ante la fuerza electoral popular que se le avecina, y
cuya única esperanza es rogar que nos asustemos nosotros primero. Que nadie
caiga en la trampa.
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