ALONSO MOLEIRO 13 de octubre de 2013
@amoleiro
Capriles no puede sólo:
tiene un estado que atender y un piso político que se puede erosionar si no se
le ayuda. ¿No se le había dicho a la gente que esto era una emergencia? A veces
da la impresión de que, antes que la MUD alcance su objetivo, primero nos
quedaremos sin una nación sobre la cual vivir. Nada sobre la escasez de
medicinas. Nada sobre Sidor. Nada sobre el narcotráfico. Nada sobre los
secuestros
Viendo las cosas de forma
retrospectiva, podemos concluir sin demasiado apuro que la derrota de la
oposición en las elecciones presidenciales del 2012 se gestó un año antes, en
el atribulado y fatídico ejercicio fiscal anterior.
Luego de haber fundado sus estructuras
directivas, organizar un inteligente protocolo para acordar planchas unitarias
y mejorar de forma sustancial la calidad de su vocería, la MUD había dado un
enorme paso para terminar de torcer la voluntad nacional en las elecciones
parlamentarias del 2010.
Aquella noche de septiembre, por mucho
que pretendieran disimularlo, las caras largas y mortificadas del chavismo
denunciaban solas la angustia que comenzaba a invadir los espacios de
Miraflores.
A poco andar, concluida las
felicitaciones y la fundada sensación de logro compartido de la Unidad, Hugo
Chávez contó sus reales y tomó de nuevo el control del timón. Se aproximaba el
tiempo del contraataque.
Una inusual secuencia de
estatizaciones; un ambicioso programa de transferencia de recursos a sectores
necesitados y el desarrollo de una mortífera estrategia de comunicación
política y diálogo con las masas le hicieron recuperar por completo el control
de la situación, palpable en todas las encuestas de finales del 2011.
Las instancias de la MUD vieron
discurrir aquel momento decisivo organizándose para celebrar las elecciones
primarias, probablemente persuadidos de que, con un aparato considerablemente
más modesto, la estrategia definitiva del crecimiento debía descansar en el
recorrido y el contacto con la población que llevarían adelante los
precandidatos.
En incontables ocasiones, en reuniones
de todos los tamaños y frecuencias, se recomendó a la dirigencia de la
oposición que diera una efectiva pelea por llenar el vacío declarativo que encontró
proporciones dramáticas durante el decisivo año.
En Venezuela había un combate entre
dos modelos, y, en consecuencia, una dura batalla de opinión pública que dar en
torno a un modelo de sociedad. La respuesta solía ser la misma: estamos
trabajando; los plazos caminan a la perfección, no es necesario estar saliendo
en la prensa todos los días para cumplir con la encomienda.
Se supone que La Mesa no había sido
creada exclusivamente para organizar primarias: debía ser una instancia
directiva, destinada a llenar un vacío y orientar a la población en torno al
camino por recorrer en un trabajo que, por supuesto, tiene que ser en equipo.
Se trataba de enrostrarle al Gobierno
sus errores, de hacer un necesario trabajo de agitación cotidiana en torno a
los agobiantes problemas de los venezolanos.
Para eso era que los partidos
políticos estaban demandando, de manera legítima por demás, la conducción de un
proceso que ya se había descarrilado por completo a partir de las
improvisaciones de la denominada sociedad civil en el año 2002.
A cada nuevo apagón, a casa nueva
espeluznante historia sobre los estragos del hampa, a cada nuevo reporte sobre
una falla en el Metro, se le aparecía entonces Chávez, con una especie de
acupuntura anímica para dominar la molestia de la gente sencilla, con el camino
despejado a partir del vacío que cortésmente le dejaran los partidos de la MUD.
Las mayorías nacionales terminaban
dando por buenas las excusas del Gobierno: nos están saboteando, claro, son
males heredados del capitalismo. No es para tanto: son cosas que pasan en todos
lados. Nueva York es más peligrosa que Caracas.
El país que tenemos hoy está muchísimo
peor de lo que piensa la gente. Eso quiere decir es que, después de todo, al
chavismo su proceder le ha salido bastante barato. Esta es una de las naciones
más caras y violentas del mundo.
Las estructuras de poder están
completamente corrompidas; las historias sobre desfalcos masivos y daños
patrimoniales en las gobernaciones que domina el chavismo son indignantes. En
las empresas de Guayana se ha consolidado un delito de lesa economía.
Los índices de desabastecimiento rozan
el escándalo, no se consiguen, incluso, medicamentos esenciales, está decretada
una emergencia vial y otra hospitalaria, el nivel inflacionario de este año
será el mayor desde 1997.
La tragedia de Amuay se consumó con
entera impunidad, sin investigación y sin responsables. Un nuevo gramo de
indignación de incuba detrás de la nueva tropelía de un motorizado.
Hugo Chávez ya no está: ha terminado
la excusa, que ya había mutado en fetiche, en torno a su presunto dominio
perpetuo sobre el parecer de las masas.
Entre un mohín administrativo y el
otro, lo único que por ahora se siente es el espeso y ya tradicional silencio
de la MUD.
No hay escándalo, por muy estrafalario
que sea, que le permita a la causa de la Unidad terminar de capitalizar las
circunstancias para dar el salto que necesita. Ni siquiera si toda la refinería
de Amuay hubiera reventado por los aires.
Ninguna de estas impresiones puede
quedar respondida argumentando que "eso ya se declaró el otro día".
Eso es lo de menos; si se declaró o no da lo mismo: su efecto práctico es
ninguno.
Estoy aludiendo a una estrategia
integral de comunicación de mensajes políticos, que tome nota de las
dificultades existentes en la televisión, que se derrame en paredes y murales,
en volantes y asambleas, que propale el descontento y le devuelva el vigor a la
amplísima cantidad de venezolanos que hoy se siente completamente abandonada.
Capriles no puede sólo: tiene un
estado que atender y un piso político que se puede erosionar si no se le ayuda.
¿No se le había dicho a la gente que esto era una emergencia? A veces da la
impresión de que, antes que la MUD alcance su objetivo, primero nos quedaremos
sin una nación sobre la cual vivir. Nada sobre la escasez de medicinas. Nada
sobre Sidor. Nada sobre el narcotráfico. Nada sobre los secuestros.
Poco, lo cual equivale a nada, sobre
la corrupción del alto Gobierno. Mientras a algunos dirigentes de Primero
Justicia se les montó frente al país una marramucia incalificable para hacerlos
aparecer como unos delincuentes en Aragua, de los desfalcos del gobernador
saliente, Rafael Isea, directivo del Bandes, mano derecha de Miraflores, el
país se vino a enterar por una denuncia de su copartidario y sucesor, Tarek el
Aissami. La salida a esta crisis es
electoral. Pero los problemas de los venezolanos no son electorales.
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