Lluís
Martínez Sistach
Cardenal
arzobispo de Barcelona
Cada año celebro una misa a la que
invito a políticos de todos los partidos, en la celebración de Santo Tomás
Moro, patrono de quienes se dedican a la gestión de las cosas públicas. Vienen
quienes aceptan libremente mi invitación y se lo agradezco mucho, porque me
ofrece la oportunidad de hablar sobre la dignidad de su servicio. En este
comentario deseo recoger algo de lo que dije en la última de estas misas,
celebrada en la basílica de la Merced.
Me parece que es un buen servicio a la
sociedad el hecho de revalorizar la política como una actividad noble y
necesaria para el bien común de la sociedad. En esto tienen un papel muy
importante los mismos políticos, todos los que se dedican como vocación a esta
necesaria actividad social. Especialmente, los cristianos dedicados a la acción
política han de encontrar en la fe, en su celebración y en la doctrina social
de la Iglesia, una gran ayuda para poder realizar su compromiso público como un
ejercicio de amor al prójimo, en especial a los pobres y necesitados.
Santo Tomás Moro, siendo canciller del
reino de Inglaterra, murió como mártir en el año 1535, por orden del rey
Enrique VIII, porque por fidelidad a su fe y a su conciencia se negó a
reconocer la disolución del matrimonio real. Las exigencias de su conciencia
pasaron por encima de los deseos de su monarca. Con razón, está considerado
como el mártir de la conciencia.
El canciller Tomás Moro, consciente de
sus responsabilidades, reconocía la necesidad de la ayuda de la fe y de la
gracia de Dios en el cumplimiento de su misión. Por esto decía: “Si me
distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se presentan cada día
oportunidades para ofender a mi Dios, me fortalezco cada día para el combate
con la recepción de la Eucaristía. Si necesito una luz especial y prudencia
para ejercer mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco su consejo
y su luz.
También hoy, aquellos que quieran
dedicarse a la actividad política con un espíritu cristiano necesitan esta
ayuda espiritual de la que habla con tanta sinceridad Tomás Moro. El servicio
de los políticos en una sociedad democrática pide estar constantemente atentos
a lo que necesita y pide el pueblo para que éste pueda ejercer sus derechos y
sus deberes.
En mis palabras en la misa para los
políticos puse el ejemplo del paro. Hoy, como consecuencia de la grave crisis
económica que sufrimos, el número de parados ha llegado ya a más de seis
millones de personas, con un 57% de paro entre los jóvenes. El clamor para
poder tener trabajo es unánime y es una constante entre los que de forma
creciente vienen a Cáritas y a las parroquias para poder subsistir. Es un
clamor legítimo de nuestro pueblo. Sería conveniente que se produjesen signos
que manifestaran esta preocupación de los políticos en Europa y en el mundo
para encontrar soluciones a esta cuestión, que –como he dicho a menudo- es una
cuestión de Estado y no de un partido, de un sindicato o de la patronal, y que
pide actuaciones unitarias de todos.
Parece que está surgiendo una renovada
conciencia en este sentido, tanto en nuestro país como en toda la Unión
Europea. Hemos de desear y rezar para que las medidas necesarias lleguen a buen
puerto. Y para que lleguen pronto. Todos hemos de ser conscientes de que la
tarea de los políticos no es nada fácil, en especial en las actuales
circunstancias.
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