Por Mario Villegas, 24/11/2013
Quien escuche y vea las actuaciones del presidente Nicolás Maduro y del resto del liderazgo oficialista podría suponer que éstas provienen de un gobierno con una base política y social abrumadoramente mayoritaria. Pero resulta que no es así. La última medición real, celebrada el 14 de abril de este año, arrojó resultados oficiales que ubicaron al gobierno y a la oposición en paridad de fuerzas con una ligerísima ventaja por parte del chavismo. La diferencia fue tan pequeña que uno y otra evidenciaron ser prácticamente del mismo tamaño.
Pasada la página de la legitimidad o no del nuevo Presidente, es aconsejable releer de nuevo al menos dos conclusiones que emanaban de aquellos resultados. Primero, que si la sociedad venezolana quiso que Maduro siguiera al frente del gobierno, quiso también contraponerle una oposición poderosa, tan poderosa como las propias fuerzas oficialistas. Y segundo, que esa paridad de fuerzas patentizaba un claro mandato popular en favor del equilibrio y de la concertación.
Pero lejos de reconocerle a la oposición y a su liderazgo el sitial y la fortaleza que el voto popular le entregó, Maduro y la jerarquía chavista se han conducido como si tuviesen al frente una oposición raquítica, desarticulada y extraviada. Así que lejos de propiciar el encuentro y el diálogo con la representación política de la oposición, la cooperación institucional con los gobernadores y alcaldes de ésta y el debate respetuoso y constructivo con la bancada parlamentaria que ella ostenta, han persistido en el camino iniciado por el presidente Hugo Chávez de la confrontación radical con el ánimo de amedrentar, avasallar y de pulverizar a sus adversarios.
O Maduro no leyó bien los resultados del 14 de abril o deliberadamente está propiciando escenarios que lleven a la oposición a morder el peine de la provocación y a abandonar la ruta democrática, pacífica, constitucional y electoral, que es la única que le ha proporcionado éxitos tangibles a las fuerzas disidentes.
Pero salir a la calle a protestar pacíficamente, a disentir de las políticas y prácticas gubernamentales, a rechazar las corruptelas, a reclamar rectificaciones de rumbo en la estrategia económica y social del gobierno, a exigir respeto por la disidencia, no tiene por qué ser mal visto en una nación que se proclama democrática.
Ha dicho el Presidente que la oposición lo que quiere es incendiar al país. Por suerte, los factores ultrarradicales son absolutamente minoritarios y no tienen capacidad determinante en la Mesa de la Unidad Democrática como para imponerle a ésta una agenda violenta. Y, también por fortuna, algunos de los más conspícuos comencandelas de la oposición ahora están del lado del gobierno. Coincidencialmente, semanas atrás comenté sobre el caso de William Ojeda, quien no hace mucho amenazaba con generar un candelero en el país y una poblada que llegara a Miraflores a arrebatarle la banda presidencial a Chávez.
Por cierto, por aquellos tiempos el propio William escribió: “Cada día resulta más evidente que los enchufados del gobierno no aceptan la disidencia. Pensar con criterio propio supone para ellos un delito. En vez de seguidores, lo que buscan es cómplices”.
O sea, pasó de frustrado piromaníaco a cómplice de los enchufados.
Aislar a los comecandelas y demás factores violentos debería ser propósito común de las dos mitades en que está dividido el país. Todos perdemos en un incendio, cualquiera sea quien prenda la candela.
BREVES
Omar Lugo
Increíble, preocupante y reprochable que por un muy pertinente titular periodístico Omar Lugo haya sido destituido de la dirección de El Mundo Economía y Negocios, sobre todo cuando el encabezado tenía como base cifras oficiales del Banco Central de Venezuela sobre las reservas internacionales. Oportuno y acertado el comunicado emitido por los trabajadores de la Cadena Capriles y las organizaciones gremiales de los periodistas. Desde aquí, mi absoluta solidaridad.
ENTREVISTA
Ignacio Ávalos, coordinador del Observatorio Electoral Venezolano
“Gobierno y oposición usan fondos públicos en sus campañas”
-¿Hay algo mejor y algo peor en el sistema electoral venezolano?
-Sí. Lo mejor es el sistema electoral desde el puto de vista técnico. Lo peor es la no regulación de las condiciones electorales en términos de equidad y transparencia.-¿Mucho que aplaudir o que cuestionar del actual proceso electoral?
-Aplaudo que haya elecciones de poderes locales, que son muy importantes, y también que tengamos un sistema que garantiza el voto secreto y que cuenta bien los votos. Cuestiono que las condiciones del juego electoral no son equitativas y que de nuevo se repiten el ventajismo y el uso de recursos públicos.
-¿Quiénes usan los recursos públicos en la campaña electoral?
-Tanto el gobierno como la oposición hacen uso de los recursos públicos, aunque en condiciones infinitamente desiguales. Quien más lo hace es el gobierno nacional.
-¿Quién ha sido más transgresor de las leyes electorales: el presidente Hugo Chávez o el presidente Nicolás Maduro?
-Han sido transgresores por igual pues revelan una misma actitud frente al evento electoral.
-¿Nada qué criticarle a la oposición?
-Aparte de que la oposición usa los fondos públicos en menor medida, también en menor medida es responsable de la muy mala calidad de las campañas electorales en Venezuela.
-Como amante del fútbol que usted es, ¿Qué le parece más grave: un árbitro vendido o un rector electoral parcializado?
-Guardando las distancias, el rol de un árbitro debe ser igual en el deporte o en la política. En ambos casos la imparcialidad es una condición fundamental.
-¿Le atrae más el cargo de Tibisay Lucena que el de César Farías?
-Puede asombrar que a un futbolero como yo no le atraiga ser director técnico de la Vinotinto. Aunque he jugado y todavía juego, yo represento mejor la condición de fanático. Por otra parte, fui rector del CNE pero el de presidente, que hoy ejerce Tibisay, tampoco es un cargo que me atraiga. En este momento soy observador electoral por fuerza de las circunstancias.
-En ausencia de la Vinotinto ¿Qué pueden esperar los venezolanos del Mundial Brasil 2014?
-Deleitarnos con el espectáculo que siempre será el fútbol. El venezolano hace suya esa fiesta aun cuando no esté su propio equipo.
-¿Rafael Esquivel y César Farías deben dejar la presidencia de la Federación de Fútbol y la Dirección Técnica de la Vinotinto?
-Sí. En el deporte hay la costumbre de eternizarse en los cargos. La clave, tanto en el deporte como en la política, es la renovación periódica en los cargos de dirección. Los 27 años de Esquivel en la FVF son una desmesura. En el caso de Farías, ya tuvo el tiempo suficiente, hizo cosas buenas pero no cumplió el objetivo central que era clasificar. Lo que no pudo hacer en seis años no lo haría en un nuevo período.
-¿Se puede jugar al fútbol con la manos y votar con los pies?
-En el fútbol se juega de acuerdo a unas reglas que prohíben el uso de las manos, salvo al arquero. En la política, votar con los pies es una irresponsabilidad.
-¿Así como el fútbol se juega en dos tiempos, las elecciones venezolanas deberían tener dos vueltas como en otros países?
-Ese no es el problema central de la política venezolana, sino entender que lo fundamental es la construcción de consensos. En la Venezuela actual eso es independiente del sistema electoral.
-¿Alguna objeción a que el gobierno haya decretado el 8-D como el “Día de la lealtad a Chávez”?
-La objeción es que ha convertido ese decreto en un hecho que tiene consecuencias electorales, las cuales contradicen las normas establecidas.
-¿Le ha provocado tirar la toalla en su lucha contra el ventajismo electoral?
-Tal como me enseñó mi papá, en materia de esperanzas hay que ser como los boxeadores mexicanos: nunca hay que tirar la toalla.
Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
Twitter: @mario_villegas
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