Alvaro de Juana 26 de marzo de 2016
La Pascua “es
la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie
nos podrá apartar nunca de su amor”, afirmó el Papa Francisco durante la
Vigilia que presidió este sábado en la Basílica de San Pedro. En la homilía que
pronunció, el Santo Padre recordó que “el Señor está vivo y quiere que
lo busquemos entre los vivos”. A su vez señaló que todo cristiano tiene una
misión: “llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en
los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la
luz de la vida”.
Para
ello, “la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: lafalta de
esperanza que nos encierra en nosotros mismos”. “Que el Señor nos libre de
esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el
Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”,
pidió.
“Hay
tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos
alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con
la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo
internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero
incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”, dijo el Papa al
explicar la misión concreta de la Iglesia en el
mundo.
La
ceremonia comenzó con el encendido de la llama pascual en el atrio de la
Basílica, para luego trasladar el cirio pascual en procesión al interior del
templo. Ya dentro, un diácono entonó el pregón pascual, el antiguo himno que
alaba la resurrección. Asimismo, unas siete mil velas fueron encendidas por los
fieles, congregados dentro de la Basílica del Vaticano.
“Al
igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos
tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos”, dijo al
comentar las lecturas proclamadas en la Vigilia.
“Abramos
en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y lo
llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las
rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de
la mano, para sacarnos de la angustia”.
El
Papa señaló además que “continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de
nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que
iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que
evangelizarlos”.
“¿Cómo
podemos alimentar nuestra esperanza?”, preguntó Francisco. "La liturgia de
esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras
de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de
su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta
historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría”.
Por
tanto, “no olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la
esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras
de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser
centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado”.
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