Por Tulio Ramírez
Acabo de regresar de la
ciudad de Pereira en Colombia, una de las ciudades más importantes del llamado
Eje Cafetero. Fui gentilmente invitado por la Universidad Tecnológica de
Pereira (UTP), para participar como expositor en la Conferencia Regional para
América Latina de la “International Association for Research on Textbooks
and Educational Media” (IARTEM). Allí se dieron cita investigadores
reconocidos por sus trabajos en el área de los textos escolares y medios
educacionales. Fue un honor compartir con tan calificados académicos. Solo para
hacer referencia a algunos, destaco la presencia de Graciela Carbone de
Argentina, Tania Braga de Brasil, Francisco Rivero de Chile, Jesús Rodríguez de
España y por Colombia, Martha Elizabeth Varón, de la Universidad de Tolima y a
los anfitriones María Victoria Alzate, Karolaim Gutiérrez, María y Miguel Ángel
Gómez de la UTP, entre muchos otros.
No entrare en detalles sobre
lo bien organizado que estuvo el evento y la elevadísima calidad de las
ponencias presentadas. Nuestra disertación fue sobre los textos escolares de la
Colección Bicentenario y sus contenidos sesgados y adoctrinadores, muchas veces
denunciados por nosotros en múltiples eventos nacionales. Cómo era de
esperarse, entre los más de 300 asistentes hubo expresiones de asombro ante el
texto de ciencias sociales para 6to Grado, llamado Venezuela y su Gente, dónde
se narran los hechos del 11A omitiendo el episodio en el cual el General Lucas
Rincón, para la época Jefe del Estado Mayor Conjunto, anunció en cadena
nacional, la renuncia de Chávez. Hago referencia a esta narrativa, solo para
mostrar parte de las múltiples omisiones y tergiversaciones de un texto que más
parece un panfleto partidista que un libro para trabajar en clase.
Más allá de la Conferencia,
pude constatar la preocupación de los hermanos colombianos por el posible
resultado del plebiscito que se llevará a cabo en octubre para respaldar o no
los acuerdos de paz firmados entre las FARC y el gobierno del Presidente
Santos. Escuché muchos argumentos en favor y en contra, como es lo natural.
Pero algo que me llamó mucho la atención es que entre los “bandos”, existe una
absoluta comprensión de los argumentos esgrimidos por el otro. La señora que
regenta una de las tantas ventas de empanadas en la universidad, nos afirmaba
“respeto a los que quieren apoyar el acuerdo porque es verdad que necesitamos
paz, pero no quiero estar como están en Venezuela, con unos comunistas que
llegaron a gobernar, arruinaron al país y ahora no quieren soltar el poder por
nada del mundo”. Más claro, imposible.
Por otro lado los
simpatizantes del “Si”, apuestan por el cese del conflicto, aún estando
conscientes que es una decisión riesgosa porque consideran que la guerrilla
puede traicionar los acuerdos cuando se recupere del mal momento político y
militar que vive en la actualidad. Nos afirmaba una profesora que votará por el
Sí, “entiendo a los que van a votar No, aquí hay demasiadas víctimas de la
guerrilla y perdonar no es fácil para quien perdió un hijo, un padre, un
esposo. Aún así votaré por el Sí, sabiendo que seguramente no van a entregar
todas las armas, ni todo el dinero, ni toda la droga, pero que le vamos a
hacer, estamos cansados de este conflicto. Los colombianos merecemos vivir sin
miedos ni sobresaltos”. Razonamiento impecable y realista.
Lo que encontramos en común
entre ambas posiciones frente al plebiscito de octubre, es que hay una profunda
desconfianza sobre la sinceridad de las FARC. Aún recuerdan la burla de las
conversaciones de paz en El Caguán, cuando la aprovecharon para ganar tiempo,
reagruparse y luego reiniciar los atentados, secuestros, reclutamiento forzoso
de niños, vacunas y asesinatos en nombre de una revolución de la cual, por
cierto, los colombianos la ven hoy día como uno de los negocios más lucrativos
del mundo, a pesar de que todavía hay algunos ingenuos que confían en la
retórica libertaria de sus panfletos y consignas.
De retorno a Venezuela
pensaba sobre el Referendo Revocatorio a Nicolás Maduro y las posibles
analogías con el plebiscito colombiano. Pues no encontré ningún parecido. Por
el contrario, en el hermano país el asunto se está dirimiendo de manera
democrática, amén de la absoluta confianza en ambos bandos de que las opiniones
podrán ser emitidas sin temor a presiones ni amenazas por parte del gobierno,
ni sus votos serán manipulados por el Consejo Electoral, mientras tanto en
nuestro país, a pesar de que casi el 90% piensa que el inicio de la solución de
los graves problemas que nos atosigan pasa por revocar a quienes los generaron,
el gobierno y los poderes públicos controlados por el Ejecutivo traban grosera
y descaradamente el derecho a que el venezolano se exprese libremente y en paz.
¿Una pequeña diferencia, no?
19-09-16
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