Leo Felipe Campos 05 de septiembre de 2016
Vladimir
Villegas estudió en el liceo con el presidente venezolano Nicolás Maduro, donde
fueron compañeros de luchas, militó en el Partido Comunista, fue diputado y
perteneció a la Asamblea Nacional que modificó la Constitución de Venezuela en
1999. También dirigió el canal del Estado y fue embajador y vicecanciller
durante la gestión de Hugo Chávez, pero en el 2007 se apartó del Gobierno y
años más tarde se unió a un nuevo movimiento que apoyó la candidatura
presidencial del opositor Henrique Capriles.
Formado
en la Universidad Central de Venezuela, este periodista y político tiene amigos
en las entrañas más radicales de la llamada Revolución bolivariana. Villegas
conduce el único programa de entrevistas por el que aún desfilan los más altos
funcionarios del chavismo y también voceros de la oposición. No en balde, su
casa ha servido de escenario para reuniones privadas entre líderes de ambos
bandos.
¿Qué
lectura hace del impacto de las concentraciones del 1º de septiembre en
Venezuela?
Se
ratifica lo que ocurrió el 6 de diciembre del año pasado, cuando el chavismo
perdió en las elecciones de la Asamblea Nacional. La oposición dio esta semana
una importante muestra de fuerza, de organización y de identificación con el
descontento. El chavismo sigue manteniendo su maquinaria, sin duda, aunque muy
venida a menos si la comparamos con años previos. Antes movilizaban miles de
autobuses en todo el país, pero el jueves se vio débil, se congregaron en un
solo espacio de Caracas, donde ya son minoría en casi todas las parroquias. En
cambio, la oposición ocupó varias zonas y con más gente. Lo mejor fue que no se
cumplió la profecía de la violencia.
¿Por
qué cree que esta vez no hubo muertes que lamentar?
Porque
la gente ha entendido que la violencia no es el camino para generar cambios en
democracia. La violencia nunca convoca a las grandes masas, los violentos
siempre son menos, pequeños grupos. Además, la de la semana pasada fue una
demostración ciudadana de disgusto popular, más que de apoyo a determinados
partidos políticos.
El
chavismo y la oposición han dialogado en su casa. ¿De qué hablan?
En mi
casa se hicieron algunas reuniones, sí. No te doy detalles, pero se hicieron,
incluso este año. Lo que pasa es que esa bisagra está un poco oxidada. Yo sigo
siendo, más que optimista, terco en torno al diálogo. ¿Qué pasó en el 2014, con
aquel supuesto diálogo televisado? Que terminó siendo una oportunidad para que
cada actor le hablara a la cámara y no al otro, ninguna de las dos fuerzas
sintió una real necesidad de dialogar. Y además, hay una total ausencia de
confianza política. Ni siquiera se ponen de acuerdo en cuanto a los mediadores
o facilitadores. El expresidente español Rodríguez Zapatero vino hace días y se
fue a las 24 horas sin poder reunirse como quería; imagino que muy desagradado
porque perdió su tiempo.
La
discusión es el referendo revocatorio a Nicolás Maduro, y ahí no hay consenso
posible.
Yo fui
constituyente, soy firmante de esta Constitución que tenemos, y sé que uno de
sus valores es la posibilidad de darle al pueblo el poder de quitarse a un
gobierno que no le hace bien. Me gustaría que hubiese acuerdo en las reglas de
juego. No entiendo cómo le dan la espalda al clamor de la gente, que sólo pide
una solución a los problemas que tiene Venezuela. Las marchas del jueves
ratifican un consenso popular en torno al referendo. Y yo creo que el Gobierno,
aún perdiendo, ganaría mucho. Le serviría para agrupar fuerzas. Pero uno de
nuestros dramas en la izquierda es que creemos que llegamos al poder para estar
eternamente en él.
¿Le
parece que el Consejo Nacional Electoral (CNE) está siendo transparente y
eficaz frente a la solicitud del revocatorio?
No. La
respuesta del CNE ha dejado mucho que desear. Pareciera estar más asociada a
los temores del Gobierno que a los clamores de la ciudadanía.
¿Qué
pasará si no hay referendo?
No
tengo una bolita de cristal, pero creo que aún hay tiempo para esa consulta. Es
un problema de voluntad política. Si el CNE quisiera actuar con celeridad, el
referendo se podría celebrar este año. A mí me preocupa lo que puede pasar si
se cierran las vías que indica la Constitución, porque eso daría pie a que se
empleen otro tipo de salidas indeseables. Lo que pasa es que cuando hacemos del
poder un “modus vivendi”, después no podemos estar sin él.
¿Quién
es el opositor más asentado para ser candidato presidencial?
El
líder de Venezuela es el descontento, eso es lo que ha logrado motorizar esta
fuerza. Hay encuestas para todos los gustos. Unas dan a Leopoldo López como el
favorito, otras ven una leve caída de Capriles, en otras aparece Henry Ramos
Allup (presidente de la Asamblea Nacional). Cualquiera puede ofrecer una guía
sobre cómo está la opinión pública, pero ninguna es determinante. Esto es como
una maratón: el que arranca primero, en los últimos cien metros se puede agotar
y se cae. Ojo, eso no quiere decir que la oposición no deba tener claro cómo va
a dirimir a su candidato, porque en caso de activarse el referendo revocatorio
este año, de perder Maduro, habría elecciones en 30 días.
En la
coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) hay fuertes
luchas entre dirigentes. ¿Eso no los va a afectar?
Eso es
natural en una alianza que tiene como deseo central sustituir al Gobierno. A mí
me da risa cuando el Gobierno dice “la derecha, la derecha”. Porque sabemos que
no toda la derecha está en la oposición y no toda la izquierda en el Gobierno.
En la MUD hay exchavistas, hay gente que viene de partidos tradicionales; es
una oposición diversa y variopinta. Y eso fue lo más interesante de la última
marcha: que la convocatoria logró unir a un conjunto de fuerzas, incluso
aquellas donde se viven pugnas intestinas. Por otro lado, el chavismo también
tiene sus escenarios de contradicciones.
¿Por
qué ciertos chavistas insisten en su línea dura, de imposiciones y segregación?
Me refiero a figuras como el militar Diosdado Cabello o el alcalde de Caracas,
Jorge Rodríguez, que, al igual que usted, fue un combativo dirigente
universitario.
Yo fui
parte del chavismo, contribuí con esa fuerza, y me da dolor que atraviese esta
circunstancia producto de la ausencia de crítica y la falta de espacios para la
discusión. Muchos son mis amigos. Con Maduro estudié en el liceo, lo conocí
mucho, peleábamos por la misma causa. Él estuvo preso en la policía política y
yo iba a visitarlo, por eso no entiendo que este gobierno, dirigido por una
persona que estuvo presa por protestar, por levantar su voz para exigir cambios
y mejoras, tenga ahora prácticas parecidas. Yo creo que esa línea dura se debe
a que tratan de conservar el poder y mostrar una fortaleza mayor de la que en
realidad tienen. En el fondo, la sensación de ser minoría les quita el sueño.
Después de ser una fuerza hegemónica en lo político y en lo social, viven hoy
una evidente pérdida de espacio, y eso puede ser una tragedia si no la sabes
manejar bien. Así como hay gente que tiene mala bebida, hay gente que tiene mal
poder. El poder hay que beberlo con moderación.
¿A qué
se refiere exactamente?
A que
esa falta de flexibilidad que imponen las voces más radicales puede ser un
alimento que conspire contra el propio chavismo. El referendo es una vía para
que el chavismo sobreviva, y para que se pueda dotar en el futuro de un nuevo
liderazgo. Si se juegan el todo por el todo en los meses que vienen, pueden
derrochar lo que les queda de capital político. Pero alguien tiene que pagar
para que se sostenga esa fuerza. Ese sería Nicolás Maduro. Y te voy a decir
algo: yo no he visto en toda la historia una sola fuerza política que se haya
sacrificado por un liderazgo que está agotado.
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