Luis Fuenmayor 09 de octubre de 2016
Comprender
el escenario político y electoral venezolano es muy difícil, dada su complejidad,
la inestabilidad existente y las numerosas fuerzas actuantes, nacionales e
internacionales.
Prever
los acontecimientos futuros es un reto casi utópico, aunque hay que hacer el
mayor esfuerzo en este sentido.
Es
preciso pensar, analizar y razonar de la forma más cerebral posible, para que
las respuestas vayan en el sentido de resolver la crisis y evitar una violenta
confrontación.
Venimos
y continuamos enfrentando la polarización política y electoral existente,
equivalente en el siglo XXI del bipartidismo del siglo XX, que nos restringió
durante 4 décadas al capricho de dos fuerzas partidistas.
Hemos
insistido que la democracia del voto directo, universal y secreto, debe ser
urgentemente mejorada con la inclusión de la representación proporcional establecida
en la Constitución.
El
sistema electoral mayoritario del PSUV y la MUD, claramente violatorio del
artículo 63 de la Carta Magna, le permite al vencedor de una elección obtener
un número de representantes muy por encima del correspondiente a su proporción
de apoyo popular.
Esta
injusta situación margina a sectores sociales numerosos que, a pesar de
expresarse con su voto, quedan sin representación ninguna.
A
pesar de no haber promovido el referendo revocatorio del Presidente y de haber
sido partidarios del impulso de las elecciones regionales, es hoy un hecho que
el revocatorio está en el centro de la política y es parte fundamental de los
deseos de la gente.
La
inmensa mayoría de los venezolanos quiere que el presidente Maduro se marche, y
que lo haga pronto.
El
referendo es, además, un derecho constitucional que debe ser respetado,
protegido y garantizado por todos los órganos del Estado, por lo que debe realizarse
sin atrasos ventajistas y sin trabas de ninguna especie.
El CNE
por fin definió las fechas de la recolección de las “manifestaciones de
voluntad”, pero determinó usar un número de máquinas por debajo del que
permitiría alcanzar holgadamente el 20 por ciento de las mismas.
Esto
es inapropiado y condenable. Estableció, además, una votación en horario de
oficina, situación jamás vista en el país, con interrupciones para almorzar y
cierre a las 4 de la tarde y desconocer la presencia de electores en las filas
en todos los casos.
Con
estas decisiones, el Gobierno juega negligentemente a la generación de fuertes
y extendidos disturbios, quizás pensando que la FANB resolverá con represión
los efectos de sus dislates.
Los
polos acordaron no realizar las elecciones regionales y centrar su diatriba en
el revocatorio.
Sobre
si el 20 por ciento de manifestación de voluntades debe obtenerse en todos y
cada uno de los estados, la resolución no se pronuncia y sólo dice que las
mismas se recogerán en las regiones, lo cual es la única forma de hacerlo.
No nos
imaginamos la recolección en una sola región, Caracas por ejemplo, lo que sería
una burla grave al electorado.
El
Gobierno sigue con su juego provocador y desconcertante, para producir
desánimo, respuestas violentas y divisiones, y ha sido exitoso parcialmente en
este sentido.
Sin
embargo, el rechazo de la gente es demasiado grande y terminará por imponerse.
Maduro
sale y lo sabe. Revocarlo, sin embargo, no cambiará sustancialmente las cosas,
si el modelo exportador de materia prima sin mayor valor agregado sigue siendo
el mismo de los últimos 60 años.
Salir
de Maduro cobra sentido si es para defender la patria y fortalecer la nación.
No
para seguir con la entrega, la hipoteca, la venta y la sumisión. Salir para
desarrollar industrialmente el país y abandonar el modelo rentista
adecocopeyano del pasado y chavecomudista del presente.
Para
el desarrollo nacional de las ciencias y la tecnología. Para tener una
población educada y formada, capaz de desempeñar empleo complejo, de alto
nivel, permanente y bien remunerado.
Salir
de Maduro para rescatar la representación proporcional electoral establecida en
el artículo 63 de la Constitución Nacional. Para garantizar el pluralismo
político permitiendo la existencia de todos los partidos.
Para
lograr un nuevo gobierno de paz, donde se integren todos los sectores, incluso
los derrotados. Que acabe con el sufrimiento en que se ha transformado la vida
cotidiana y logre extraerles una sonrisa a todos y cada uno los venezolanos.
Que
combata eficazmente la inflación, lleve comida a la mesa de la gente y termine
definitivamente con la escasez de medicamentos, vacunas, repuestos automotores
y cientos de otras mercancías.
Que
devuelva la tranquilidad a nuestros hogares y termine con el toque de queda que
afecta a la gente, ante las acciones de la delincuencia común, los pran
carcelarios, los colectivos armados, los mismos cuerpos de seguridad y el
narcotráfico.
Que
acabe con los subsidios indirectos, con el cambio múltiple generador de
riquezas fáciles, con la utilización del BCV como caja chica de PDVSA y del
Gobierno, maquinita de producción de dinero inorgánico. Que rescate los niveles
de salud perdidos y los extienda y profundice.
Que
defienda la integridad territorial ante las apetencias externas, de estados
vecinos y de irregulares de todo tipo. Un gobierno honesto producto de una
consulta y diálogo amplios, dónde participe toda la población, que garantice
eficiencia, orden, respeto de los derechos, el enfrentamiento de la corrupción
y que re institucionalice al país, hoy en vías de disolución.
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