MIGUEL BAHACHILLE 17 de octubre de 2016
El
gobierno aun cuando era “muy millonario y manirroto” logró el gran milagro; se
convirtió en el centro de la crítica pública porque omitió o despreció la
interposición de la conciencia ciudadana en asuntos que conciernen a toda la
nación. Hasta el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lo percibe
así. Pidió a Nicolás Maduro que escuche las quejas de los venezolanos y agregó:
“Sé que la situación económica es muy difícil, pero las protestas demostradas
por el pueblo, no solo por los partidos políticos, deberían ser tenidas en cuenta
de forma muy seria”.
Sin
embargo la terca jefatura encabezada por el Presidente se niega con impasible
“sordera” a considerar cualquier vía democrática para auscultar la queja
ciudadana sobre todo de los chavistas que aún quedan. El régimen, desde el
inicio, se dejó llevar por objetivos que no se corresponden con la realidad del
vecino. La “dirigencia socialista” vive en el borde, y seguirá allí, porque
nació desviada de nuestra habitualidad. La euforia atizada por un vano
populismo se descubre como lo que siempre fue: una utopía ricacha e insolente.
Hoy la mayoría invoca cambios por estar, dicho en criollo, “limpia y con
hambre”.
Cualquier
ámbito social que se inquiera devela como esta “maraña patrañera” nos hunde en
el más pasmoso laberinto de nuestra historia republicana. Notamos el cambio por
su carácter destructivo sin saber con precisión quiénes son los auténticos
conductores del hilo gubernativo. Veamos el caso de la Educación. Es evidente
el desplome del sistema educativo, pero nadie está al tanto de cuántos niños y
con qué asiduidad desertan ni de profesores que dejan la profesión. Lo mismo
ocurre con los médicos, técnicos y personal calificado.
El
barniz oficial para tapar el caos, no sólo educativo, se basa en un supuesto
patriotismo que rechaza el influjo de fisonomías extrañas. Que esta revolución,
como la cubana, ha creado su propio sistema formativo. Que los excelentes
profesionales y técnicos formados en la democracia iniciada en 1958 están
inoculados por el virus capitalista. ¡Era indispensable pues comenzar desde
cero! La miseria e inseguridad erigida por esta hechura socialista queda por
cuenta del vecino. El 80% de venezolanos cree que esta gerencia está
imposibilitada para subsanar cualquier conflicto porque tutela un poder con
mucha fibra represiva y poca atribución cívica.
La
enorme anarquía causante del actual “shock social” incita a tomar conciencia a
favor del cambio; también “educar” al pueblo para que no repita errores como de
haber elegido un presidente militar con un sinnúmero de restricciones para incursionar
en el mundo civil. Afortunadamente el pueblo aprendió la lección. El 88% clama
por el fin de este sistema destructor. Más de 11 millones votaría a favor del
revocatorio contra Maduro (Encuestadora VENEBARÓMETRO).
Todo
el país pagó muy caro por este “traspié histórico”. Aquello que parecía
propicio para “la nueva política”; es decir, buscar identificaciones a través
de slogans colmados de recetas socialistas resultó catastrófico. Los que
asumieron en 1998 decidieron desde un pódium no conservar lo bueno erigido
durante décadas; ya que lo realmente bueno vendría por acción de un prodigioso
bienhechor. El milagro del inexpugnable quijote surgido de la profundidad del
pueblo para restaurar la justicia negada en “La Cuarta” fracasó.
Esta
nefasta experiencia de alto costo material y social sirvió para entender que la
política es una profesión; que no se puede gobernar con fórmulas vacías. Ojalá
sea el fin de una maña muy venezolana de valorar antes de calibrar. El país
tiene ante sí una gran ocasión para revocar no solo a un presidente accidental
sino de una buena vez el remanente de una cultura mesiánica que hormiguea en
nuestro metabolismo político.
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