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domingo, 16 de octubre de 2016

La verdad sobre @manuelrosalesg, por @fariasjoseluis



José Luis Farías 15 de octubre de 2016

Hace una década (en 2006) cuando la oposición venezolana lucía completamente aplastada por el régimen, tras las continuas derrotas infligidas por el chavismo al carmonazo, la huelga petrolera, el los militares de Plaza Altamira y el revocatorio de 2004, un dirigente político, hasta entonces poco conocido nacionalmente, asumió las riendas de conducir la recuperación de la esperanza perdida en los andurriales de la abstención, para guiar a los venezolanos por el sendero democrático.

Se trató de un esfuerzo titánico ese de restablecer la confianza en la estrategia: “constitucional, democrática, electoral y pacífica”, como la fórmula a seguir para dar al traste con el régimen. Un camino que hoy todo el mundo reivindica como el correcto, pero muchos ignoran que fue ese líder su principal promotor.

Hablo de un hombre del pueblo, de un maestro de escuela, de un hombre del campo, de un ser venido de los confines del lago, de Santa Bárbara del Zulia. Nos referimos a un personaje que lleva en su ADN la política como oficio, a un luchador social que ha bregado su liderazgo en todos los niveles del ejercicio político: como dirigente juvenil, organizador incansable, concejal, diputado, alcalde, gobernador y ex-candidato presidencial en 2006.

Me refiero a un hombre polémico, ante el cual no hay medias tintas. Se le quiere o se adversa con la misma pasión, porque él tampoco se anda por las ramas. Defiende sus posiciones sin ambages. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero no se puede ser indiferente ante él. Simplemente es un líder al que todos los horrores de este régimen no lo pueden borrar. Contra él se ha desatado desde 2006 la más despiadada persecución, se han arrojado las más nauseabundas injurias, los maltratos más injustos, las campañas más infames. El régimen lo empujó primero a la clandestinidad, luego al exilio y este 15 de octubre cumple un año de cautiverio en las mazmorras del SEBIN.

Ese hombre llamado Manuel Rosales Guerrero está preso porque además de no perdonarle su esfuerzo por trazar la estrategia “constitucional, democrática, electoral y pacífica” para guiar las luchas de los venezolanos por recuperar la república sustentada en el equilibrio de poderes como forma de Estado y la democracia como forma de ejercerlos, tampoco le perdonan haberlo hecho sustentado en valores inobjetables.

La lucha de Rosales movió los cimientos del régimen cuando enseñó a los venezolanos que ella debía librarse bajo la UNIDAD, un valor superior al cual se consagró junto a su partido Un Nuevo Tiempo. Liderando el triunfo del referéndum del 2 de diciembre de 2007 contra la reforma fascista de la Constitución Nacional, guiando el nacimiento de la Mesa de la Unidad Democrática el 23 de enero de 2008 y protegiéndola a través de su partido ante los devaneos divisionistas del “deslinde” en 2014, estimulados por las miserias internas y aplaudidos por el Pranato Rojo.

Fue Rosales quien marcó con la VERDAD como principio, por medio de su palabra de denuncia, el recurso para desenmascarar las continuas mentiras del difunto en aquellos días en los que muchos preferían la comodidad del silencio. En las redes sociales abundan los testimonios de las insistes denuncias contra el hoy difunto y su régimen.

A Rosales, con su inolvidable y nunca bien ponderado lema de campaña “Atrévete”, se debe, en gran medida, la recuperación del CORAJE como fundamento para la lucha en el vencimiento del miedo que embargaba a los venezolanos durante aquellos años ante un régimen que era percibido como invencible gracias a la avasallante propaganda oficialista y a la inmensa cantidad de dinero empleada para comprar voluntades.

Y finalmente, a Rosales hay que agradecerle su ejemplo de lucha por la LIBERTAD como el valor supremo de todas las luchas humanas, aún a costa de la suya. Rosales creyó suficiente la confesión de su acusador José Luis Pirela de que eran falsas las pruebas en su contra. Al igual que el testimonio notariado del magistrado Aponte Aponte, su verdugo, donde revela cómo fue urdida la patraña en su contra por la orden “superior” de Miraflores para encarcelarlo y se vino hace un año a ponerse a derecho convencido de su inocencia. Y aunque lamentablemente falló en su decisión porque no hay justicia en Venezuela, soplan vientos de cambio que más pronto que tarde lo pondrán en la calle.

PD: Todo lo anterior es historia pura y dura, hechos irrebatibles que solo los estúpidos niegan, pero que siempre es conveniente volver a contarlos.

Otrosí: No he coincidido muchas veces con las posiciones políticas de Rosales, pese a militar en UNT y así lo he expresado en el marco del respeto entre demócratas, pero la verdad sea dicha duélale a quién le duela: la victoria que estamos a punto de alcanzar contra el régimen no puede ignorar la decisiva contribución de Manuel Rosales Guerrero.

José Luis Farías

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