José Luis Farías 15 de octubre de 2016
Hace
una década (en 2006) cuando la oposición venezolana lucía completamente
aplastada por el régimen, tras las continuas derrotas infligidas por el
chavismo al carmonazo, la huelga petrolera, el los militares de Plaza Altamira
y el revocatorio de 2004, un dirigente político, hasta entonces poco conocido
nacionalmente, asumió las riendas de conducir la recuperación de la esperanza
perdida en los andurriales de la abstención, para guiar a los venezolanos por
el sendero democrático.
Se
trató de un esfuerzo titánico ese de restablecer la confianza en la estrategia:
“constitucional, democrática, electoral y pacífica”, como la fórmula a seguir
para dar al traste con el régimen. Un camino que hoy todo el mundo reivindica
como el correcto, pero muchos ignoran que fue ese líder su principal promotor.
Hablo
de un hombre del pueblo, de un maestro de escuela, de un hombre del campo, de
un ser venido de los confines del lago, de Santa Bárbara del Zulia. Nos
referimos a un personaje que lleva en su ADN la política como oficio, a un
luchador social que ha bregado su liderazgo en todos los niveles del ejercicio
político: como dirigente juvenil, organizador incansable, concejal, diputado,
alcalde, gobernador y ex-candidato presidencial en 2006.
Me
refiero a un hombre polémico, ante el cual no hay medias tintas. Se le quiere o
se adversa con la misma pasión, porque él tampoco se anda por las ramas.
Defiende sus posiciones sin ambages. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo
con él, pero no se puede ser indiferente ante él. Simplemente es un líder al
que todos los horrores de este régimen no lo pueden borrar. Contra él se ha
desatado desde 2006 la más despiadada persecución, se han arrojado las más
nauseabundas injurias, los maltratos más injustos, las campañas más infames. El
régimen lo empujó primero a la clandestinidad, luego al exilio y este 15 de
octubre cumple un año de cautiverio en las mazmorras del SEBIN.
Ese hombre
llamado Manuel Rosales Guerrero está preso porque además de no perdonarle su
esfuerzo por trazar la estrategia “constitucional, democrática, electoral y
pacífica” para guiar las luchas de los venezolanos por recuperar la república
sustentada en el equilibrio de poderes como forma de Estado y la democracia
como forma de ejercerlos, tampoco le perdonan haberlo hecho sustentado en
valores inobjetables.
La
lucha de Rosales movió los cimientos del régimen cuando enseñó a los
venezolanos que ella debía librarse bajo la UNIDAD, un valor superior al cual
se consagró junto a su partido Un Nuevo Tiempo. Liderando el triunfo del
referéndum del 2 de diciembre de 2007 contra la reforma fascista de la
Constitución Nacional, guiando el nacimiento de la Mesa de la Unidad
Democrática el 23 de enero de 2008 y protegiéndola a través de su partido ante
los devaneos divisionistas del “deslinde” en 2014, estimulados por las miserias
internas y aplaudidos por el Pranato Rojo.
Fue
Rosales quien marcó con la VERDAD como principio, por medio de su palabra de
denuncia, el recurso para desenmascarar las continuas mentiras del difunto en
aquellos días en los que muchos preferían la comodidad del silencio. En las
redes sociales abundan los testimonios de las insistes denuncias contra el hoy
difunto y su régimen.
A
Rosales, con su inolvidable y nunca bien ponderado lema de campaña “Atrévete”,
se debe, en gran medida, la recuperación del CORAJE como fundamento para la
lucha en el vencimiento del miedo que embargaba a los venezolanos durante
aquellos años ante un régimen que era percibido como invencible gracias a la
avasallante propaganda oficialista y a la inmensa cantidad de dinero empleada
para comprar voluntades.
Y
finalmente, a Rosales hay que agradecerle su ejemplo de lucha por la LIBERTAD
como el valor supremo de todas las luchas humanas, aún a costa de la suya.
Rosales creyó suficiente la confesión de su acusador José Luis Pirela de que
eran falsas las pruebas en su contra. Al igual que el testimonio notariado del
magistrado Aponte Aponte, su verdugo, donde revela cómo fue urdida la patraña
en su contra por la orden “superior” de Miraflores para encarcelarlo y se vino
hace un año a ponerse a derecho convencido de su inocencia. Y aunque
lamentablemente falló en su decisión porque no hay justicia en Venezuela,
soplan vientos de cambio que más pronto que tarde lo pondrán en la calle.
PD:
Todo lo anterior es historia pura y dura, hechos irrebatibles que solo los
estúpidos niegan, pero que siempre es conveniente volver a contarlos.
Otrosí:
No he coincidido muchas veces con las posiciones políticas de Rosales, pese a
militar en UNT y así lo he expresado en el marco del respeto entre demócratas,
pero la verdad sea dicha duélale a quién le duela: la victoria que estamos a
punto de alcanzar contra el régimen no puede ignorar la decisiva contribución
de Manuel Rosales Guerrero.
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