CARLOS PADILLA ESTEBAN 10 de diciembre de 2016
Me
gustaría reír más, sonreír más, hacer reír. Y no ponerme serio en seguida ante
los problemas y las tensiones. Me gustaría ser capaz de alegrarme sin temer mi
futuro. Estar alegre y con paz cuando las cosas no salen como yo había pensado.
En medio de las dificultades del camino. Cuando la cruz besa mi herida.
No sé
bien cómo se hace para dejar que Dios lo cambie todo. El llanto en risa de
esperanza. No sé bien cómo lograr calmar la pena y llenarla de alegría.
Me fío de la oración de una persona que mira a Dios, mira a María, mira su
estrella en su vida:
“Quiero
mirar tu estrella en mi camino. Mirar tu estrella en el alma de tantas
personas. Mirar tu estrella en su mirada. Mirar tu estrella cuando esté triste.
Mirar tu estrella para saber dónde ir. Quiero mirar y confiar. Sobre todo
cuando tema perder lo que tengo. Quiero mirar tu estrella y coger fuerzas para
darlo todo. Quiero mirar tu estrella y creer en las personas que tengo cerca.
Quiero mirar tu estrella y alegrarme por las cosas que Tú me regalas. Quiero
mirar tu estrella y no tener miedo de que cambien las cosas. Quiero mirar tu
estrella y sonreír. Y agradecer por tantos regalos que me haces. Quiero mirar
tu estrella y pensar que mi vida está hecha para la eternidad. Quiero mirar tu
estrella y creer que construyes con mi barro una obra de arte. Y creer que
puedes cambiarme por dentro”.
Mi
Adviento es mirar la estrella de María en mi vida. Esa
estrella que llena mi horizonte de esperanza.
Es
verdad que a veces me empeño en ser feliz sin mirar a lo alto. Pero sé que
pierdo la alegría por pequeñeces y no por cosas importantes.
Tal
vez me falta una mirada más profunda, me falta mirar la estrella y tener el
corazón más anclado en Dios. Para no temer. Para no dudar. Para
confiar siempre y vivir atado a Dios.
Me
gusta pensar en el Adviento como un tiempo de alegría. Una oportunidad más
para cuidar las fuentes de mi alegría interior. Lo que me da paz. Lo
que de verdad me alegra el corazón.
Sé que
en ocasiones vivo la vida esperando el después. Pienso que seré feliz cuando
logre lo que ahora me falta, ese deseo, ese proyecto, ese camino. Cuando acabe
lo que ahora me agobia. Cuando finalice la carrera, encuentre un trabajo mejor,
me case, tenga un hijo, mi hijo crezca, sane la enfermedad.
Me da
miedo no ser feliz en el presente, aquí y ahora. Vivo
esperando ese único anhelo que me falta para ser feliz. He aprendido que la
felicidad se vive en presente, no en futuribles que no controlo. Por eso he
decidido que no quiero arrepentirme de no haber vivido intensamente cada
momento de mi vida.
No
pretendo vivir esperando la verdadera felicidad que quizás nunca me llegue. Sé
que la felicidad no llega cuando consigo lo que deseo.
Cuando eso suceda surgirá otro deseo en mi alma, y luego otro. La lograré sólo
cuando aprenda a disfrutar de lo que tengo, sin quejas ni protestas.
El
otro día escuchaba: “Atesora cada momento de tu vida. El tiempo no
espera por nadie. Trabaja como si no necesitaras dinero. Ama como si nunca te
hubieran herido. Baila como si nadie te estuviese viendo. No hay mejor momento
para la felicidad que este. Si no es ahora, ¿cuándo?”.
Seré
feliz hoy, no mañana. Adviento es presente y futuro. Espera y encuentro.
Es hoy y es mañana. Pero ya el hoy de mi camino en Adviento es posesión de lo
que anhelo. Mi Adviento es Navidad incipiente. María que
camina llena de Jesús, es presencia de un niño ya en el camino.
Quiero
vivir la espera en presente. No postergo mi deseo de ser feliz. No aguardo la
situación ideal que no poseo. Vivo ahora en Adviento la posesión de ese niño
alegre entre mis brazos. No aguardo el día feliz que puede que no venga.
Vivo
ya la Navidad en ese camino de María y José sobre su burro. En ellos previvo lo
que sueño. Espero y poseo. Guardo y sueño. Quiero vivir siempre así. Cuidando
la alegría de mis pasos.
Miro
la estrella de María sobre mi vida. Me anima a no quedarme mirando mis
problemas, mis preocupaciones. Me despierta para que no me agobie en lo que hoy
detiene mis pasos. Levanto la mirada. Amplío el horizonte. Sueño en grande,
miro lejos. Poseo ya en parte lo que sueño.
Estoy
hecho para la eternidad y ya aquí la acaricioentre mis manos. Sé que
soy de barro y suspiro por el cielo. Me apego a la carne finita anhelando la
plenitud que apenas veo. Me gusta este Adviento presente, esta Navidad que
sucede cada día. Esta felicidad en presente no sujeta a tantos imprevistos.
Quiero
vivir con la sencillez de los niños que se aferran al presente con sus pequeñas
manos. Y retienen la risa que se dibuja en sus labios. Quiero mirar a
Dios como un niño. Sonriendo ahora. En medio del camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico