Por Carlos Carrasco, 09/12/2016
Como modesto testigo y joven participante en las protestas
estudiantiles y opositoras de 2014, se puede decir que percibí la evolución
política por parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) frente a las
manifestaciones contra el gobierno de Nicolás Maduro. En un contexto minado de
violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, incluyendo las detenciones
arbitrarias y la muerte de personas inocentes, la oposición optó por una salida
pragmática; primero accediendo a una mesa dialogo en cadena nacional, cuyos
resultados nunca surgieron; y luego construyendo un discurso público que tomaba
como prioridad y sinónimo de cambio nacional las elecciones parlamentarias de
diciembre de 2015.
Ante estas decisiones, donde prevaleció más el pragmatismo de los
partidos y no los valores ciudadanos por los cuales miles de jóvenes salieron a
la calle protestar, el sentimiento desde la juventud fue de frustración o
incluso traición. No obstante, la opinión pública contribuyó para que se
aceptara la opción pragmática y diversos sectores de la sociedad civil
respaldaron esto.
Durante diciembre de 2015, la MUD obtiene una contundente victoria en
las urnas para elegir a los nuevos diputados a la Asamblea Nacional. Este
momento fue de exaltación total para aquellos que promovían el pragmatismo como
la opción adecuada para la eventual salida del régimen de Maduro. La confianza
en la oposición aumentó considerablemente por este hecho.
Sin embargo, un año más tarde el panorama resulta incluso más complejo
que en los años 2014 y 2015. La crisis económica golpea el bolsillo de la
familia venezolana afectando no solo su situación material, sino ocasionando
cambios en el comportamiento, que atenta contra el poco orden social que nos
queda en la cotidianidad. Por su parte, la oposición optó nuevamente por una
opción pragmática a través de una mesa de dialogo. La meta, según argumentan,
es seguir construyendo el camino para la salida de Maduro. Pero, a diferencia
de ocasiones pasadas, la MUD se enfrenta a un descontento popular bastante
grande, sobre la base de una premura por parte de la ciudadanía que no ve
solución a los problemas del país y de promesas de campañas no cumplidas.
El pragmatismo puede estar bien para aquellos individuos que se manejan
en las altas esferas del poder nacional o mundial. En ese mundo se entienden
por principios básicos que las transiciones políticas son lentas y necesitan un
tiempo de maduración. Pero la ciudadanía no lo entiende así, no por ignorancia,
sino por la urgencia que significa vivir esta crisis, donde la escasez de un
medicamento o la falta de alimentos pueden significar ya de forma literal,
vivir o morir.
No tengo autoridad moral ni política para dar sugerencias a la MUD.
Pero si me permiten la modestia como joven: Para empezar a construir una
salida, que vaya más allá de la conclusión del periodo de Nicolás Maduro y se
enmarque en las construcción de un nuevo modelo de desarrollo para toda la
sociedad, se debe empezar a generar una incidencia en el discurso público a
través de los valores fundamentales que componen a la ciudadanía, empezando por
la libertad.
Esto no se logra través de discursos semanales en las sedes de los
partidos políticos, esto se logra en la calle y en la práctica. La MUD debe dar
apertura a la sociedad civil comprometida con un cambio político, esto sería
señal, no solo de un principio de libertad, sino de legitimidad. Se debe volver
hablar y practicar los valores e ideas que nos garantizaran un mejor futuro:
solidaridad, participación, cooperación, emprendimiento y tolerancia. Si la
clase política opositora puede hablar bajo esos ideales, la recepción de la
ciudadanía será diferente.
Para concluir dejo una reflexión para la MUD. Si la sociedad cree en
los jóvenes y en los estudiantes, no es por nuestra experiencia o experticia,
sino porque hablamos desde la sinceridad de las ideas que nos mueven como lo es
de obtener un país realmente libre. Si recuperan esa esencia, se recuperará la
libertad, se recuperará a Venezuela.
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