Por Douglas Barrios y José
Ramón Morales
¿Por qué hacernos esta
pregunta?
Desde julio de 2016, con la
reapertura progresiva de la frontera entre Venezuela y Colombia, se ha
observado una enorme movilización de venezolanos cruzándola con el principal
objetivo de comprar alimentos, medicinas y otros productos de primera
necesidad.
Según datos de Migración
Colombia, durante los primeros tres días de la reapertura unos 127
mil ciudadanos venezolanos ingresaron al vecino país a
través de pasos peatonales. De estos 127 mil ciudadanos, unos 84 mil lo
hicieron por el puesto de control migratorio del Puente Internacional Simón
Bolívar, lo cual equivale a unos 28 mil ingresos peatonales diarios.
Para hacernos una idea de lo
relevante de esta movilización fronteriza, esta cifra es 45% mayor al ingreso
peatonal diario registrado en San Ysidro, la frontera entre San Diego (Estados
Unidos) y Tijuana (México), el cruce fronterizo más transitado de todo el mundo[1].
Una hipótesis que podría
explicar esta masiva movilización de ciudadanos es que, al considerar tanto el
costo nominal de los bienes como los costos transaccionales asociados a la
compra de esos bienes (colas, escasez, racionamiento, transporte) resulta más
económico, en el amplio sentido de la palabra, adquirir alimentos en Colombia
que en Venezuela.
Dicho de otra forma: el
hecho que los venezolanos que tengan posibilidades viajen masivamente a
Colombia puede ser un síntoma de que en Venezuela no se consiguen productos de
primera necesidad, pero también de que, cuando se consiguen, adquirirlos
implica costos de tiempo, certidumbre y dinero tan altos que se hace más
eficiente comprarlos a precios de mercado en el extranjero. Más aún, es posible
que los precios promedio en Venezuela sean mayores a los internacionales en
términos nominales, incluso sin considerar los cuantiosos costos
transaccionales.
Varios trabajos
periodísticos se han enfocado en las iniciativas de los gobernadores de estados
fronterizos para “mejorar el abastecimiento en los supermercados con
productos importados” y comercializar los mismos a precios
“internacionales”. Esta evidencia cualitativa pareciera señalar que los precios
promedio en Venezuela deberían ser, al menos, iguales o similares a los
internacionales.
Por eso es necesario
explorar a plenitud el estado de los precios relativos de los bienes en
Venezuela en comparación con referentes internacionales, para así lograr:
1. Aproximar la
capacidad de los hogares de satisfacer sus necesidades básicas en el contexto
actual.
2. Dilucidar los potenciales efectos de una eventual política de sinceración de precios.
3. Contribuir a sentar las bases para el diseño de un esquema de protección social orientado a subsidiar directamente a los hogares en lugar de controlar los precios de los productos.
Este último esquema es la
piedra angular de cualquier política orientada a atender la crisis humanitaria
y evitar que las familias continúen tomando decisiones que profundicen los ya
preocupantes niveles de pobreza.
Una profundización de este
ejercicio debería tratar de incorporar en el análisis la dimensión de costos
transaccionales. Por ahora, el propósito es contribuir de forma empírica a esta
conversación, enfocándonos en comparar la evolución de precios nominales el
mercado venezolano con la evolución de los mismos en el extranjero. En
particular, en este trabajo estudiaremos el comportamiento de los productos de
la Canasta Alimentaria Familiar (CAF) y evaluaremos su nivel de asimilación con
los precios de referencia internacional.
¿Cómo conseguir la respuesta
a esa pregunta?
La Canasta Alimentaria
Familiar agrupa un conjunto de 58 alimentos equivalentes a los que componen la
base de la Canasta Alimentaria Normativa,
una medida utilizada por el Instituto Nacional de Estadística para determinar
los niveles de pobreza según los ingresos. Por lo tanto, la Canasta Alimentaria
Familiar sirve como un indicador relevante para entender el comportamiento de
los precios de los productos alimenticios básicos y esenciales para la
subsistencia del venezolano.
La información más
actualizada sobre los precios de los productos que conforman la Canasta
Alimentaria Familiar proviene de un levantamiento de datos realizado
periódicamente por el CENDAS-FVM, que hace un seguimiento
mensual a los precios observados de 58 productos en 39 establecimientos
comerciales. Esta fuente de información contempla tanto establecimientos
públicos como privados, formales e informales, así como cadenas e
independientes. Además, en la base de datos se categorizan como productos
controlados aquellos cuyo precio nominal fue determinado por el ente
regulatorio pertinente durante el periodo de medición.
Para entender si el ajuste a
los precios de los productos de la Canasta Alimentaria Familiar durante el 2016
ha llevado a los precios de los productos de esta canasta a los niveles del
mercado internacional (o incluso a niveles superiores) debemos:
1. Determinar la
importancia relativa de los productos de la CAF dentro la estructura general de
consumo de la población.
2. Identificar los precios a los cuales efectivamente se comercializan los productos de la CAF.
3. Identificar precios de referencia internacional para los bienes en cuestión.
4. Y registrar la evolución de tasas de cambio de referencia.
Al cumplir con estos
requerimientos intermedios podremos adelantar un análisis relativamente simple:
calcular las tasas de cambio implícitas tras los precios de cada producto de la
Canasta Alimentaria Familiar al compararlos con precios de referencia
internacionales, ponderar estas tasas de cambio implícitas según su importancia
relativa en la estructura del consumo del venezolano y así calcular una suerte
de tasa de cambio promedio.
¿Cómo evolucionó la Canasta
Alimentaria Familiar durante 2016?
Durante los primeros diez
meses de este año, la Canasta Alimentaria Familiar ponderada por la estructura
de consumo del hogar mediano ha evidenciado un aumento de precios acumulado de
853,1%, cifra que equivale a una tasa de inflación mensual de 25,29%.
A modo de referencia, un
aumento de precios de 853,18% es mayor a la inflación acumulada por Colombia
durante las últimas dos décadas y a la inflación acumulada por Estados Unidos
desde 1970.
Por eso, de continuar con
este patrón, la inflación anual de la Canasta Alimentaria Familiar para el año
2016 sería de 1.396% una cifra que no tiene precedente en la historia de
Venezuela y que no se ha observado en el mundo desde la hiperinflación en
Zimbabue, a finales de la década pasada.
Este brutal aumento de
precios que se ha observado en lo que va de año ha llevado la tasa de cambio
implícita de los alimentos de la Canasta Alimentaria Familiar a pasar de 457
bolívares por dólar en el mes de enero a 1.837 bolívares por dólar en el mes de
octubre. Este valor es equivalente a 180 veces la tasa DIPRO (10 Bs/$), casi
tres veces la tasa promedio SIMADI/DICOM del mes de octubre (~660 Bs/$) e
incluso 50% superior a la tasa promedio del dólar paralelo del mes de octubre
(~1200 Bs/$).
Aunque lo cierto es que los
productos controlados rara vez se consiguen y, si se llegan a conseguir se
comercializan a varios múltiplos por encima del precio establecido por la
regulación, es necesario destacar que este comportamiento no ha sido exclusivo
de productos no controlados: los productos sujetos a control de precios
muestran una evolución similar.
Según las observaciones de
CENDAS-FVM, los precios observados en productos controlados son en promedio
3.913% superiores a los precios establecidos en la regulación.
A partir de esta
información, y con base en la muestra del CENDAS-FVM, existe la tentación de
concluir que la Canasta Alimentaria Familiar es más costosa en Venezuela que en
el extranjero. Sin embargo, aunque esto pueda ser cierto en cuanto al promedio,
al analizar con más detalle observamos una enorme dispersión en la tasa de
cambio implícito detrás del precio promedio de cada uno de los productos de la
Canasta Alimentaria Familiar, como pdorán ver en el Gráfico 3: ciertos
productos cuentan con una tasa de cambio implícita menor al SIMADI/DICOM (línea
roja punteada) y otros una tasa de cambio implícita que está varios múltiplos
por encima de la que determina el dólar paralelo (línea roja sólida).
Esta misma información
pudiera visualizarse alternativamente como un ratio entre las tasas de cambio
implícitas de los productos de la Canasta Alimentaria Familiar y la cotización
del dólar paralelo. Este ratio indicaría cuántas veces más caro/barato resulta,
en términos nominales, comprar un producto en Venezuela en comparación con
Colombia.
Por ejemplo: el precio del
azúcar refleja un ratio de 3, un valor que implica que con los mismos bolívares
que se compra un kilo de azúcar en Venezuela se podrían comprar tres kilos de
azúcar en Colombia cambiando al dólar paralelo. Caso contrario sería la papa,
que refleja un ratio de 0,7 que implica que con los mismos bolívares que se
compra un kilo de papa en Venezuela se pudieran comprar, cambiando al paralelo,
700 gramos en Colombia.
Vale destacar que esta
dispersión tan amplia no resulta intuitiva de buenas a primeras. Por ejemplo:
las lentejas están relativamente baratas en Colombia y caras en Venezuela, esto
representa una enorme oportunidad de arbitraje que llevaría a aumentar la
demanda de estos productos en Colombia para su reventa en Venezuela tendiendo,
eventualmente, a equiparar los precios. Uno esperaría que lo mismo ocurriera en
la dirección contraria cuando existen productos que son significativamente más
baratos en Venezuela que en Colombia.
Esto indica que la alta
dispersión de tasas de cambio implícitas debe estar reflejando alguna medida de
costos transaccionales que impide que el arbitraje tenga lugar. Más aún: estos
costos transaccionales parecieran ser específicos para cada producto, en
algunos casos frustrando el arbitraje desde Colombia hacia Venezuela y en otros
desde Venezuela hacia Colombia.
Dilucidar la naturaleza y
escala de estos costos transaccionales no es el foco de este trabajo, pero es
importante tomarlos en cuenta ya que pueden estar sosteniendo de forma temporal
equilibrios de consumo y comercialización que no son sostenibles en un contexto
de reforma.
Otra precisión relevante:
hasta este momento nos hemos referido a precios promedios para cada uno de los
productos. Sin embargo, estos precios promedios esconden la gran dispersión
entre los precios que distintos hogares pueden estar pagando por el mismo
producto. En consecuencia, las tasas implícitas para cada producto pueden
variar entre hogares, estratos socioeconómicos y regiones del país. Por
ejemplo: un hogar que logre (contra todo pronóstico) conseguir un kilo de
azúcar al precio controlado se estaría enfrentando a una de tasa de cambio
implícita de 25,95 bolívares por dólar, mientras que un hogar que obtenga ese
mismo kilo de azúcar al precio promedio observado por CENDAS-FVM se estaría
enfrentando a una tasa de cambio implícita de 3.396,83 bolívares por dólar, la
cual es 130 veces mayor. Por esta razón, los potenciales impactos en bienestar
y distributivos de una eliminación de controles de precios dependerán del nivel
de precios relevante, a día de hoy, para los hogares en distintos niveles de
ingreso.
¿Cuáles deben ser los
próximos pasos?
En resumen, existe evidencia
para pensar que, en promedio, el precio de los alimentos básicos se encuentra
por encima de los precios internacionales. Sin embargo, este hallazgo no
necesariamente es común para todos los productos, ya que en algunos contados
casos los precios en Venezuela se mantienen por debajo de la referencia
internacional. Así también, esta conclusión puede no ser pertinente para
hogares que logren beneficiarse de niveles de precio por producto inferiores a
los detectados por CENDAS-FMV.
Vale la pena hacer una
mención sobre los recientes movimientos en la tasa del cambio paralelo. Durante
el mes de noviembre, la tasa de cambio promedio en este mercado fue casi 90%
superior a la de octubre. Y va más allá: la cotización del último día del mes
de noviembre fue casi tres veces la cotización del último día del mes de
octubre. Esto resulta preocupante en sí mismo, pero tiene consideraciones que
rayan en lo alarmante si se mantiene la tendencia de los últimos seis meses en
los cuales los alimentos de la Canasta Alimentaria Familiar reflejan en
promedio una tasa de cambio implícita superior a la del paralelo. De mantenerse
esta tendencia es enteramente probable que lleguemos, o superemos, la
estimación de 1.400% de inflación anual para los productos de esta Canasta a
pesar de la desaceleración de la inflación que se había observado desde agosto.
Estos resultados representan
un importante elemento a tomar en cuenta al momento de diseñar políticas de
eliminación de controles de precios y unificación cambiaria, así como esquemas
de protección social. Para seguir abonando en esta dirección, futuros esfuerzos
deben dirigirse a entender lo que este contexto de precios implica para la
economía de los hogares venezolanos y a continuar avanzando en el adecuado
diseño de políticas públicas que favorezcan la productividad y el bienestar de
todos los venezolanos.
♦
[1] Estadísticas
del Bureau of Transport Statistics de los Estados Unidos:
http://transborder.bts.gov/programs/international/transborder/TBDR_BC/TBDR_BC_Index.html
01-12-16
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