Trino Márquez 29 de noviembre de 2017
@trinomarquezc
La
reunión de Santo Domingo representa una oportunidad extraordinaria para que
gobierno y oposición busquen una salida pacífica y civilizada a la grave
situación a la que el régimen llevó a Venezuela. Un destacado grupo de
compatriotas han sido convocados a participar como asesores. Nuestro deber es
apoyarlos, respaldar la iniciativa y contrarrestar las voces que, sin proponer
opciones válidas, cuestionan el encuentro y vaticinan su fracaso.
Ningún
gobierno latinoamericano ha logrado sobrevivir luego de desatarse la
hiperinflación, el síntoma más devastador tras aplicar políticas económicas
incorrectas. La hiperinflación, acoplada a graves problemas de legitimidad,
acabó con dictaduras y gobiernos civiles en el Cono Sur, en Brasil, Bolivia y
Perú. Más hacia el norte, trituró la experiencia sandinista en la década de los
ochenta. La razón fundamental de los colapsos es que no existe ninguna política
social exitosa que pueda coexistir con la escalada continua y acelerada de los
precios. No hay salario o ingreso que remunere el trabajo, capaz de aguantar la
acción erosiva de la inflación. Nicolás Maduro conoce esos datos. Sabe que la
escalada de precios ha derrumbado gobiernos civiles y militares, de izquierda,
de derecha y de centro. Nadie ha escapado a esa guillotina.
Para
salir del foso el régimen tiene que abandonar el modelo aplicado durante casi
veinte años. Hay que lanzar al cesto de la basura el socialismo del siglo XXI,
causa fundamental de los problemas tan serios que sufre la nación. Hay que reprivatizar las empresas estatizadas,
regresar a sus antiguos dueños las tierras confiscadas, desmontar el asedio a
la propiedad privada y garantizar los derechos de propiedad, crear una
atmósfera que propicie la inversión privada nacional y foránea, desmontar
progresivamente los controles, flexibilizar la Ley del Trabajo para que
reaparezca el mercado laboral. Pdvsa tiene que volver a convertirse en una
industria dirigida por gerentes bien formados. Hay que formar recursos humanos
de alto nivel, fomentar la investigación científica y la innovación. Ninguna de
estas medidas será adoptada por Maduro quien vive en un mundo paralelo habitado
por personajes en cuyas cabezas había un
bazar lleno de ideas confusas y erróneas: Hugo Chávez, el Che Guevara, Fidel
Castro, entre muchos otros de la gama de populistas e izquierdistas que han
hipnotizado e idiotizado a América Latina.
Maduro
no cambiará. Pero, la realidad no va a esperar que el atolondrado mandatario
aprenda las lecciones que se derivan de su fracaso. Venezuela seguirá su marcha acelerada hacia
el desastre total. Otros países han emergido de tragedias similares luego de
pasar por períodos de violencia e inestabilidad. Una dictadura sucedía a otra.
Los gobiernos civiles no podían estabilizarse. En Centroamérica hubo guerrillas
en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
En Perú, se formaron grupos guerrilleros maoístas. En Argentina, Brasil
y Uruguay aparecieron facciones paramilitares de ultraizquierda y de ultraderecha. Colombia,
aunque no tuvo nunca hiperinflación, vivió en una guerra civil de baja
intensidad durante décadas.
Esos
son los espejos en los cuales los venezolanos tenemos que vernos para tratar de
evitar repetir experiencias tan traumáticas, que dejan a las naciones
fragmentadas y empobrecidas. Ya Venezuela alcanzó un nivel deplorable. Todos
los indicadores económicos y sociales muestran un país arruinado en el cual una
sólida mayoría solo piensa en escapar, a pesar de que el derrumbe apenas se
encuentra en su fase inicial. Hasta ahora el gobierno había sorteado las
dificultades con las reservas internacionales acumuladas durante los años de
bonanza petrolera. Pero ese colchón se desinfló. Las reservas fueron
malbaratadas, los precios del crudo
suben a un ritmo muy pausado y la producción retrocedió a niveles que
desde hace muchos años no se veían. Son nulas las posibilidades de que el
gobierno vuelva a disfrutar de la holgura financiera que tuvo hace una década.
La
mala noticia no es para los jerarcas rojos. Estos ya acumularon suficiente
riqueza en moneda dura, colocada a buen resguardo. Para quien son pésimas
noticias es para la gente común y corriente, expuesta a este calvario en que el
socialismo convirtió el país. Son los ciudadanos quienes necesitan que se
logren soluciones inmediatas a los acuciantes problemas que padecen. Son los
ciudadanos quienes sufren la hiperinflación y la escasez de alimentos y
medicinas, materias primas, repuestos y maquinarias.
En
Venezuela un grupo de “cabezas calientes” se fueron a la guerrilla urbana y a
la guerrilla rural hace más de sesenta años. Ninguna sociedad puede dar por
cancelada o superada totalmente una etapa histórica. Nadie desea que se abra de
nuevo una fase de violencia. Sin embargo, si el gobierno continúa bloqueando
las salidas democráticas, esa alternativa podría surgir en el panorama. Los
grupos desesperados y acorralados son fácil presa del extremismo. Allí están
los países musulmanes africanos.
Al
gobierno hay que presionarlo desde todos los frentes para que acepte dialogar y
negociar. Tenemos que impedir que la crisis siga agudizándose y que la opción
que aparezca en los radares sea la de la violencia.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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