Papa Francisco 25 de noviembre de 2017
En su
audiencia general del miércoles, el Papa Francisco reanudó su catequesis sobre
la Santa Misa, recalcando el verdadero significado de la Eucaristía. En la
misma, el Santo Padre afirmó:
La Misa es la oración. O, mejor dicho, es la oración por excelencia, la oración más elevada, la más sublime y, al mismo tiempo, la más concreta. Es un encuentro con el Señor.
¿Pero qué es realmente la oración? Es ante todo un diálogo, una relación con Dios. El hombre fue creado como un ser en relación personal con Dios, quien encuentra su total realización sólo en el encuentro con Su Creador.
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es Él mismo una relación perfecta de amor que es unidad. Debido a que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios, nosotros también estamos llamados a entrar en una relación perfecta de amor.
Y es
la Misa, la Eucaristía, el momento privilegiado para estar con
Cristo, y, a través de Él, con Dios y con nuestros hermanos.
Preparando
corazones para el encuentro.
Pero
el diálogo también significa saber cómo permanecer en silencio,
cómo permanecer en presencia del otro.
El
Santo Padre enfatizó la importancia de los momentos de silencio cuando vamos a
misa. La liturgia no es momento para conversar, es momento para recordarnos,
para preparar nuestros corazones para el encuentro con Jesús.
Jesús mismo a menudo se fue a un lugar retirado para poder orar, y Sus discípulos, viendo Su relación íntima con el Padre, le preguntaron cómo podían orar:
Y
aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le hizo una petición:
"Señor,
enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos".
Y Él
respondió: Cuando oren, digan:
"Padre,
santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Danos hoy el pan nuestro
de cada día. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
todos los que nos ofenden. No nos dejes caer en tentación". (Lucas
11. 1, 4.)
Depositando
confianza en nuestro Padre.
Jesús
dice que lo primero que se necesita para orar es poder llamar a Dios "Padre".
Si no pueden decirle Padre a Dios, no pueden orar. Tenemos que aprender a
llamarlo "Padre", es decir, ponernos en su presencia con confianza
filial.
En este sentido, debemos ser como niños, capaces de confiarnos por completo a Dios, como lo hacen los niños con sus padres. Y, al igual que los niños, también debemos tener una sensación de asombro, debemos permitirnos sorprendernos por Él.
Hablar
en oración con Dios no es hablar como loros. Significa confiar en nosotros
mismos y abrir nuestros corazones para permitirnos a nosotros mismos sorprendernos.
El
encuentro con Dios en la Misa es siempre un encuentro vivo, no es
una reunión en un museo.
Deseo
de renacer.
El
Papa Francisco también recordó el relato del Evangelio del encuentro de
Nicodemo con Jesús.
En su
encuentro, Jesús habló sobre la necesidad de renacer. Pero, ¿cómo
es posible? Esta es una cuestión fundamental de nuestra fe y este es el deseo
de todo verdadero creyente: El deseo de renacer, la alegría de comenzar de
nuevo. ¿Tenemos este deseo? ¿Cada uno de nosotros tiene el deseo de renacer
siempre para encontrar al Señor?
De hecho, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama incluso en nuestra debilidad.
De hecho, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama incluso en nuestra debilidad.
En la
Misa, en nuestro encuentro con Jesús, el Señor encuentra nuestra fragilidad
para traernos de regreso a nuestro primer llamado: El de ser y estar a la imagen y semejanza de
Dios. Este es el ambiente de la Eucaristía, esta es la verdadera oración.
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