Por Luz Mely Reyes
En las calles
de Venezuela es común escuchar las quejas y críticas
contra Nicolás Maduro. Sin embargo su gobierno, por el que pocos
apostaban en 2013, está en su mejor momento. Tiene el control político del
país, logró desmantelar a la oposición y se mantiene a flote
internacionalmente con la promesa de un diálogo, enfila contra la
disidencia interna, mientras navega en una crisis económica y social sin
precedentes en un siglo.
¿Cómo puede haber ocurrido
este fenómeno?
Hay varias tesis:
adoctrinamiento, manipulación, condicionamiento, control social.
Roland Denis, ex ministro del
gobierno de Chávez, se pregunta por qué en un marco de tan
evidente crisis económica, carencia y dificultades, no hay un movimiento
que encauce el descontento y que le dé forma de acción política.
“Nadie con un mínimo de ética
y formación política entiende cómo dejan que se descomponga y se barbarice el
cuadro económico-social y de los servicios públicos, a tal punto, sin que se
conjuguen las condiciones para la activación de un movimiento virulento de
resistencia en contra de quienes lo han hecho posible tanto desde el mando de gobierno
como desde la tiranía económica monopólica. Esto parece un imposible, propio
solamente de una sociedad placentera de su esclavitud y su miseria en aumento
o, en el mejor de los casos, de saltos verbalizados cuyos límites no pasan de
ser el lamento cada vez más rabioso pero impotente propios de una
representación de sí que no pasa de ser aquella de la víctima eterna”, plantea
Denis en un artículo titulado La caotización
controlada. El Isis en Venezuela.
Para Denis, tal cuadro de
sumisión es posible gracias a la aplicación de una “asombrosa operación de
control social y político”.
Al leerlo recientemente,
recordé a otro autor, al cual llegué siguiendo la frase, control del
alma, aludida por Nicmer Evans al comentar la Ley Contra el Odio.
“Un sistema político
totalitario y la estructura de una relación padre-hijo caracterizada por
el abuso sexual en la infanciatienen mucho en común. En ambos casos una
entidad coercitiva fija la naturaleza de las interacciones sociales y la
coerción es tal, que la resistencia es difícil y muchas veces imposible. Para
el agente coercitivo no es suficiente la colaboración de sus víctimas, ya que
sólo la sujeción total de éstas le permite alcanzar sus objetivos últimos de
control”, escribe Juan Carlos Martínez García, en un texto publicado
en la Revista de Ciencias de la Universidad Autónoma de México, El
lavado de cerebro, el control del alma.
Escribe Martínez García:
Evidentemente no se trata de utilizar agua fría para quitarle suciedad al
cerebro, sino de un proceso complejo de manipulación del comportamiento y
el pensamiento.
El ensayo abunda sobre las
técnicas modernizadas de control del alma, en su concepto más ampliado, y
desmonta la imagen de “ciencia ficción” de esta forma de manipulación masiva.
“Desde la perspectiva del
concepto de alma aquí utilizado (elaborado básicamente por la comunidad
psiquiátrica involucrada en la aplicación de las técnicas
cognitivo-conductuales para el tratamiento de desórdenes mentales asociados al
abuso sexual en la infancia), el lavado de cerebro consiste fundamentalmente en
la manipulación del alma de un ser humano con la finalidad de que éste no sólo
se comporte en la manera deseada por el manipulador, sino que también piense y
sienta lo que éste le impone. Lavarle entonces el cerebro a alguien significa
darle forma, moldear, los flujos de información que lo definen en los planos
interno y externo, eliminándole la libertad de controlar tales flujos en
función de sus propias conveniencias e intereses” amplia el autor.
Caos y control
Venezuela, dice Denis y lo
acompaño, ha sido una suerte de laboratorio para generar caos.
Me permito agregar: Es la
administración de este caos el que además confiere más poder al
gobierno, ya que no solo administra la incertidumbre, como hace
con la escasez, también busca la huida de venezolanos, la anulación
del pensamiento crítico, el adoctrinamiento, la aniquilación de la disidencia-
incluso la interna- para así tener una población sumisa.
¿Puede todo esto responder a
un plan maquiavélico?
Aunque soy de las que dudaba
de la planificación y orquestación de todo este desbarajuste, no soy de quienes
cuestionan de la inteligencia de algunos cuadros del oficialismo y de la
militancia ciega, que raya en la perversidad.
La aplicación de tácticas de
propaganda no es algo nuevo en sistemas hegemónicos. La desmoralización de
quienes se le oponen tampoco. Y menos nuevo es el intento de eliminar la
capacidad para cuestionar y en consecuencia actuar.
Con herramientas
tecnológicas es ahora mucho más sencillo realizar tales maniobras.
Por ejemplo, instrumentalizar
el hambre con la creación de los Clap y luego presionar
para que todo aquel que quiera y/o necesite la acción del Estado deba
registrarse en el carnet de la patria, y así tener una gran base de
datos única. Lo peor, como explica Luis Carlos Díaz, es la
operación propagandística para hacer creer que carnet de la patria,
máquinas captahuellas y voto, están interrelacionados.
Pareciese también que el
gobierno aplica una suerte de condicionamiento operante para mantener a la
población no solo ocupada mientras busca cómo sobrevivir, sino también
angustiada e incapaz de generar vínculos de confianza entre las distintas
corrientes que aún resisten al proyecto hegemónico.
Volvamos a Martínez, quien
escribe:
“El proceso de lavado exige
el control de las víctimas por parte de los agentes y esto sólo es
posible bajo circunstancias muy especiales, tales como las que se presentan
cuando una sociedad está sometida a un régimen político totalitario o
bien en el marco de relaciones humanas abusivas, como las que suelen presentarse
con frecuencia en familias disfuncionales”.
Aunque habría que hacer
estudios para verificar si lo que ocurre en Venezuela se corresponde con lo que
describe este autor, hay similitudes que a mi juicio, tienen que ver con el uso
de técnicas de propaganda e inteligencia, en las cuales los socios
internacionales del gobierno son expertos.
Esto se suma a que la
estrategia de la caotización ha expulsado a muchos venezolanos del país.
Recuerdo una vez
a Chávez comentar una anécdota con Fidel Castro que ocurrió
cuando ambos bajaron en una zona de Cuba y mucha gente salió a aplaudirlos.
Chávez se quejaba que no podía hacer eso en cualquier lugar de Caracas y Fidel
le dijo que lo mismo le pasaría a él si se le ocurriese pasear en Miami.
“Es que tu tienes a Miami en
plena Caracas”, palabras, más o menos, le dijo Castro.
Hoy más bien Miami
parece Caracas.
La diáspora venezolana
ha debilitado el cuerpo social para resistir adentro y ha propiciado la
fragmentación que impide que por el momentos se articulen acciones
exitosas para enfrentar al gobierno.
Pero este gobierno no se
conforma con arremeter contra la oposición identificada políticamente, también
comete una de las peores atrocidades como es intentar destruir la dignidad de los
venezolanos, especialmente de los más pobres- su supuesto sujeto de
transformación-, al obligarles a mendigar un plato de comida.
Además, deshilacha a los que
ya están rotos, como por ejemplo, a supuestos intelectuales, insignes voceros
no oficiales que cuestionan en privado lo que ocurre -lo cual hace dudar
de la tesis del adoctrinamiento- pero en público son incapaces de alzar la voz.
Se mantienen chupando de la teta del gobierno y, en cuanto pueden, toman
un avión para huir de tanta atrocidad, aunque sea de vacaciones.
Y aún hay más.
No sólo busca acabar con la
oposición que está en la acera de enfrente. No, eso no es suficiente. Persigue
más fieramente al disidente de sus propias filas. Lo califica de
traidor y como tal se le trata y se le persigue. Ejemplos sobran, pero el
más reciente es de la fiscal Luisa Ortega Díaz.
Una “revolución” sumisa es lo
que intenta forjar este gobierno. Incluso pretenden que aquellos que aún
creen en Chávez, pero no en este modelo autoritario guarden silencio o también huyan.
Las revoluciones se comen a
sus hijos, es un viejo axioma. Pues esta apenas empieza su festín devorador.
Ante tal cuadro, ¿qué se puede
hacer para resistir?
Es difícil hacer sugerencias
en momentos como los actuales, cuando más del 40% de los venezolanos expresa un
deseo de irse del país (según datos de una encuestadora que no hace públicos
sus resultados) o cuando el cuadro de desesperanza y
de resignación hace mella en el ánimo de la sociedad venezolana.
Pero, hay que tener conciencia
de varias cosas. Que la ruta no es sencilla, que hay que prepararse física y
espiritualmente para soportar sin que la integridad de cada cual sea afectada y
que hay que tener la mente clara para la toma de decisiones, que en muchos
casos, serán decisiones de vida. ¿Pesimista? No. Realista.
Otra sugerencia, que por
cierto nos hizo Jorge Ramos a los periodistas en el Festival Gabo,
es desobedecer.
No me refiero a la
desobediencia tan mal dibujada del artículo 350, me refiero a esa desobediencia
interna, que te hace decir no sin necesidad de alzar la voz. Esa desobediencia
del alma, esa desobediencia rebelde que no se conforma ni con lo que ve, ni con
las promesas, ni con las amenazas. Desobedecer a este gobierno es un mandato
del alma, de esa alma que quiere controlar sin ningún pudor.
Se desobedece creando,
investigando, escribiendo, leyendo.
No subestimemos a la que tal
vez es el arma más poderosa para no ser un blanco dócil de estas
manipulaciones: leer y educarse en política, como recomienda el
profesor Rafael Tosta Ríos.
Pero sobre todo, no dudemos ni
un momento de la fuerza que una sociedad unida, concienciada, politizada
puede tener frente a un opresor.
26-11-17
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