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martes, 28 de noviembre de 2017

Frente a una “revolución” sumisa, la desobediencia del alma por @luzmelyreyes


Por Luz Mely Reyes


En las calles de Venezuela es común escuchar las quejas y críticas contra Nicolás Maduro. Sin embargo su gobierno, por el que pocos apostaban en 2013, está en su mejor momento. Tiene el control político del país, logró desmantelar a la oposición y se mantiene a flote internacionalmente con la promesa de un diálogo, enfila contra la disidencia interna, mientras navega en una crisis económica y social sin precedentes en un siglo.  

¿Cómo puede haber ocurrido este fenómeno?

Hay varias tesis: adoctrinamiento, manipulación, condicionamiento, control social.

Roland Denis, ex ministro del gobierno de Chávez,  se pregunta por qué en un marco de tan evidente crisis económica, carencia y dificultades, no hay un movimiento que encauce el descontento y que le dé forma de acción política.

“Nadie con un mínimo de ética y formación política entiende cómo dejan que se descomponga y se barbarice el cuadro económico-social y de los servicios públicos, a tal punto, sin que se conjuguen las condiciones para la activación de un movimiento virulento de resistencia en contra de quienes lo han hecho posible tanto desde el mando de gobierno como desde la tiranía económica monopólica. Esto parece un imposible, propio solamente de una sociedad placentera de su esclavitud y su miseria en aumento o, en el mejor de los casos, de saltos verbalizados cuyos límites no pasan de ser el lamento cada vez más rabioso pero impotente propios de una representación de sí que no pasa de ser aquella de la víctima eterna”, plantea Denis en un artículo titulado La caotización controlada. El Isis en Venezuela.

Para Denis, tal cuadro de sumisión es posible gracias a la aplicación de una “asombrosa operación de control social y político”.

Al leerlo recientemente, recordé a otro autor, al cual llegué siguiendo la frase, control del alma, aludida por Nicmer Evans al comentar la Ley Contra el Odio.


“Un sistema político totalitario y la estructura de una relación padre-hijo caracterizada por el abuso sexual en la infanciatienen mucho en común. En ambos casos una entidad coercitiva fija la naturaleza de las interacciones sociales y la coerción es tal, que la resistencia es difícil y muchas veces imposible. Para el agente coercitivo no es suficiente la colaboración de sus víctimas, ya que sólo la sujeción total de éstas le permite alcanzar sus objetivos últimos de control”, escribe Juan Carlos Martínez García, en un texto publicado en la Revista de Ciencias de la Universidad Autónoma de México,  El lavado de cerebro, el control del alma.

Escribe Martínez García: Evidentemente no se trata de utilizar agua fría para quitarle suciedad al cerebro, sino de un proceso complejo de manipulación del comportamiento y el pensamiento.

El ensayo abunda sobre las técnicas modernizadas de control del alma, en su concepto más ampliado, y desmonta la imagen de “ciencia ficción” de esta forma de manipulación masiva.

“Desde la perspectiva del concepto de alma aquí utilizado (elaborado básicamente por la comunidad psiquiátrica involucrada en la aplicación de las técnicas cognitivo-conductuales para el tratamiento de desórdenes mentales asociados al abuso sexual en la infancia), el lavado de cerebro consiste fundamentalmente en la manipulación del alma de un ser humano con la finalidad de que éste no sólo se comporte en la manera deseada por el manipulador, sino que también piense y sienta lo que éste le impone. Lavarle entonces el cerebro a alguien significa darle forma, moldear, los flujos de información que lo definen en los planos interno y externo, eliminándole la libertad de controlar tales flujos en función de sus propias conveniencias e intereses” amplia el autor.

Caos y control

Venezuela, dice Denis y lo acompaño, ha sido una suerte de laboratorio para generar caos.

Me permito agregar: Es la administración de este caos el que además confiere más poder al gobierno, ya que  no solo administra la incertidumbre, como hace con la escasez, también busca la huida de venezolanos, la anulación del pensamiento crítico, el adoctrinamiento, la aniquilación de la disidencia- incluso la interna- para así tener una población sumisa.

¿Puede todo esto responder a un plan maquiavélico?

Aunque soy de las que dudaba de la planificación y orquestación de todo este desbarajuste, no soy de quienes cuestionan de la inteligencia de algunos cuadros del oficialismo y de la militancia ciega, que raya en la perversidad.

La aplicación de tácticas de propaganda no es algo nuevo en sistemas hegemónicos. La desmoralización de quienes se le oponen tampoco. Y menos nuevo es el intento de eliminar la capacidad para cuestionar y en consecuencia actuar.

Con herramientas tecnológicas es ahora mucho más sencillo realizar tales maniobras.

Por ejemplo, instrumentalizar el hambre con la creación de los Clap y luego presionar para que todo aquel que quiera y/o necesite la acción del Estado deba registrarse en el carnet de la patria, y así tener una gran base de datos única. Lo peor, como explica Luis Carlos Díaz,  es  la operación propagandística para hacer creer que carnet de la patria, máquinas captahuellas y voto, están interrelacionados.

Pareciese también que el gobierno aplica una suerte de condicionamiento operante para mantener a la población no solo ocupada mientras busca cómo sobrevivir, sino también angustiada e incapaz de generar vínculos de confianza entre las distintas corrientes que aún resisten al proyecto hegemónico.

Volvamos a Martínez, quien escribe:

“El proceso de lavado exige el control de las víctimas por parte de los agentes y esto sólo es posible bajo circunstancias muy especiales, tales como las que se presentan cuando una sociedad está sometida a un régimen político totalitario o bien en el marco de relaciones humanas abusivas, como las que suelen presentarse con frecuencia en familias disfuncionales”.

Aunque habría que hacer estudios para verificar si lo que ocurre en Venezuela se corresponde con lo que describe este autor, hay similitudes que a mi juicio, tienen que ver con el uso de técnicas de propaganda e inteligencia, en las cuales los socios internacionales del gobierno son expertos.

Esto se suma a que la estrategia de la caotización ha expulsado a muchos venezolanos del país.

Recuerdo una vez a Chávez comentar una anécdota con Fidel Castro que ocurrió cuando ambos bajaron en una zona de Cuba y mucha gente salió a aplaudirlos. Chávez se quejaba que no podía hacer eso en cualquier lugar de Caracas y Fidel le dijo que lo mismo le pasaría a él si se le ocurriese pasear en Miami.

“Es que tu tienes a Miami en plena Caracas”, palabras, más o menos, le dijo Castro.

Hoy  más  bien Miami parece Caracas.

La diáspora venezolana ha debilitado el cuerpo social para resistir adentro y ha propiciado la fragmentación que impide que  por el  momentos se articulen acciones exitosas para enfrentar al gobierno.

Pero este gobierno no se conforma con arremeter contra la oposición identificada políticamente, también comete una de las peores atrocidades como es intentar destruir la dignidad de los venezolanos, especialmente de los más pobres- su supuesto sujeto de transformación-, al obligarles a mendigar un plato de comida. 

Además, deshilacha a los que ya están rotos, como por ejemplo, a supuestos intelectuales, insignes voceros no oficiales que  cuestionan en privado lo que ocurre -lo cual hace dudar de la tesis del adoctrinamiento- pero en público son incapaces de alzar la voz. Se mantienen chupando de la teta del gobierno y, en cuanto pueden,  toman un avión para  huir de tanta atrocidad, aunque sea de vacaciones.

Y aún hay más.

No sólo busca acabar con la oposición que está en la acera de enfrente. No, eso no es suficiente. Persigue más fieramente al disidente de sus propias filas. Lo califica de traidor  y como tal se le trata y se le persigue. Ejemplos sobran, pero el más reciente es de la fiscal Luisa Ortega Díaz.

Una “revolución” sumisa es lo que intenta forjar este gobierno. Incluso pretenden que  aquellos que aún creen en Chávez, pero no en este modelo autoritario guarden silencio o también huyan. 

Las revoluciones se comen a sus hijos, es un viejo axioma. Pues esta apenas empieza su festín devorador.

Ante tal cuadro, ¿qué se puede hacer para resistir?

Es difícil hacer sugerencias en momentos como los actuales, cuando más del 40% de los venezolanos expresa un deseo de irse del país (según datos de una encuestadora que no hace públicos sus resultados) o cuando el cuadro de desesperanza y de resignación hace mella en el ánimo de la sociedad venezolana.

Pero, hay que tener conciencia de varias cosas. Que la ruta no es sencilla, que hay que prepararse física y espiritualmente para soportar sin que la integridad de cada cual sea afectada y que hay que tener la mente clara para la toma de decisiones, que en muchos casos, serán decisiones de vida. ¿Pesimista? No. Realista.

Otra sugerencia, que por cierto nos hizo Jorge Ramos a los periodistas en el Festival Gabo, es desobedecer.

No me refiero a la desobediencia tan mal dibujada del artículo 350, me refiero a esa desobediencia interna, que te hace decir no sin necesidad de alzar la voz. Esa desobediencia del alma, esa desobediencia rebelde que no se conforma ni con lo que ve, ni con las promesas, ni con las amenazas. Desobedecer a este gobierno es un mandato del alma, de esa alma que quiere controlar sin ningún pudor.

Se desobedece creando, investigando, escribiendo, leyendo.

No subestimemos a la que tal vez es el arma más poderosa para no ser un blanco dócil de estas manipulaciones: leer y educarse en política, como recomienda el profesor Rafael Tosta Ríos.  

Pero sobre todo, no dudemos ni un momento de la fuerza que una sociedad unida, concienciada, politizada puede tener frente a un opresor.

26-11-17

http://efectococuyo.com/opinion/frente-a-una-revolucion-sumisa-la-desobediencia-del-alma


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