Miguel Méndez Rudolfo 24 de noviembre de 2017
El
continente africano, del cual no solemos oír sino malas noticias, se ha montado
en el autobús de la globalización y se apresta a despegar con fuerza para ser
un jugador importante en la economía mundial. Durante el período colonial y
después de su independencia, sojuzgadas muchas de sus naciones por los “Padres
Libertadores”, África ha padecido de guerras, genocidios, hambrunas, pobreza,
crisis severas de agua, crisis económicas y un gran déficit de democracia y
buenos gobiernos; sin embargo diversos países del Magreb y sub saharianos,
contradicen hoy día esa tendencia de los últimos dos siglos, por lo menos. En
efecto, Etiopía, Tanzania, Ruanda, Kenia, Uganda, Mozambique, Congo, Ghana,
Zambia, Nigeria, Suráfrica, Senegal, Marruecos, Túnez y Argelia, muestran
grandes logros económicos que se traducen en urbes cosmopolitas y la
conformación de grandes segmentos de clases medias acomodadas.
Estos
países iniciaron impensables transformaciones políticas, sociales, culturales y
económicas. Emprendieron enormes reformas estructurales, abrieron su economía,
se propusieron combatir el déficit fiscal, privatizaron empresas estatales
ineficientes, modernizaron el gobierno y sus procesos, invirtieron grandes
sumas en educación, asumieron el cambio tecnológico, se orientaron a la
exportación, profundizaron la democracia o la asumieron, saldaron las viejas
heridas de las guerras, establecieron su desarrollo en una perspectiva
sustentable, diseñaron estrategias para enfrentar el cambio climático, etc.
Ruanda, que venía de un genocidio en 1994, en el que fueron asesinadas un
millón de personas, con el apoyo financiero del Banco Mundial (menos de mil
millones de dólares), primero inició la reconstrucción y luego asumió las
reformas estructurales. Durante la reconstrucción, el gobierno privilegió la
recuperación institucional, lo que potenció los resultados económicos y los
indicadores sociales. Así entre 1995 y 2005 Ruanda tuvo tasas de crecimiento
del PIB de 7,5% promedio interanual. Para 1998, el PIB había recuperado el
nivel previo a 1994. La inflación se mantuvo baja, en un nivel del 6% por año
en la última década. Se creó una taquilla única que permitió registrar una
empresa en días, se simplificaron drásticamente los trámites con el gobierno,
se facilitaron las inversiones extranjeras, se creó una zona franca para
producir bienes para la exportación, etc.
Una
factor clave del desarrollo de los Leones Africanos es haber entendido muy
claramente que seguir al pie de la letra los siguientes postulados lleva al
éxito: estabilidad política, imperio de la Ley, derechos de propiedad, acceso a
los mercados (de bienes y de capital) y seguridad en los contratos. En la
primera década del siglo XXI las 500 principales empresas africanas, habían
crecido un 8% interanual y de las primeras 100, apenas 20 de ellas se dedicaba
a la explotación de la minería y los recursos naturales. Desde mediados de los
años 90 la productividad del trabajo ha crecido sustancialmente en el
continente negro. En esa misma década, la tasa de crecimiento real del PIB del
África subsahariana tuvo un promedio anual de 5.7%; superior al 3.3% de América
Latina. Se prevé que la economía de África crecerá a una tasa anual promedio de
7% durante los próximos 10 años.
Los
países africanos que se han modernizado están dando saltos cuánticos. Muchos de
ellos se saltaron la telefonía fija porque fueron directo a la móvil; esta
última tecnología está permitiendo que mediante aplicaciones haya un sistema de
pagos electrónicos que se extiende a toda la población y que es una suerte de
medio alternativo a la banca. La introducción acelerada de las energías
renovables, solar y eólica, traerá electricidad también agua, pudiendo reducir
drásticamente las inversiones en las presas para hidroelectricidad, las plantas
térmicas, los tendidos eléctricos, así como en los embalses y los acueductos.
Nos conviene aprender de África.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
24/11/17
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