Por Fernando Pereira
En momentos
de crisis como los que vivimos se pone al límite la capacidad de las
familias para cuidar, educar, proteger a sus hijos. Hay desconcierto entre
madres, padres, familiares y docentes. ¿Valdrá la pena el esfuerzo que estamos
realizando? ¿Hay luz al final del túnel?”
En nuestro libro No me
hace caso: ¿qué hago?, que escribimos Óscar Misle y este servidor, relatamos
que hace ya algunos años llegó a nuestras manos una revista en cuya portada
aparecía en letras grandes la palabra Resiliencia y como subtítulo la
frase: ¿Por qué unos sí y otros no? Por momentos pensamos que se trataba
de un error ortográfico; lo que nos atrapó fue justo el subtítulo. En el
interior de la revista encontramos un artículo que enganchó nuestra atención
hasta el punto de convertirse en un faro guía de las actividades que
desarrollamos en Cecodap.
El
término resiliencia que viene del inglés resilience, en la
metalurgia se utiliza para describir cómo los metales a pesar de la presión, el
fuego, el calor, cambian su forma; pero no su composición. El término lo ha
adoptado la ecología para definir cómo losecosistemas pueden pasar por
cambios desfavorables y superarlos. En la psicología se concibió como la
posibilidad que tenemos los seres humanos para superar situaciones
de trauma, duelos, accidentes, desastres naturales, conflictos sociales,
bélicos y salir fortalecidos sin que la salida sea autoagredirnos, agredir
a otros o hacernos adictos…
Para comprenderlo mejor vamos
a partir de una situación. Antonio tiene 13 años y es hermano de Francisco de
14. Ambos son hijos del mismo padre y madre, viven en la misma comunidad,
asisten a la misma escuela; sin embargo, son diametralmente distintos. A Antonio
le cuesta asumir las frustraciones, es violento, muy silencioso y muestra poca
motivación por los estudios. A Francisco le va bien en los estudios, es
sociable, muy espontáneo y colaborador. Ambos sobrevivieron a los efectos de
unas inundaciones que afectaron importantes sectores en la zona donde
viven. ¿Por qué la forma en que Antonio y Francisco asumen la vida es tan
diferente? Ciertamente son diferentes, pero además Francisco tuvo la
suerte de contar con la maestra Carmen quien puso en práctica lo que en
resiliencia se denomina factores protectores, haciendo de Francisco un
adolescente resiliente.
Factores protectores
Se pueden destacar, entre
otros:
Redes sociales. Contar con personas de la familia o fuera de
ella que podamos brindar soporte emocional durante y después de la crisis,
tales como:
Confiar en que la persona
afectada es mucho más de lo que muestra. Es importante ofrecerle
posibilidades para que descubra, muestre y desarrolle sus fortalezas, la
posibilidad de descubrir en la adversidad lo que hasta ese momento estaba
oculto.
Comunicar sentimientos y
emociones. Para que expresen lo que sienten, sin juicios, alentándolos a
que manifiesten su rabia, miedo, dudas, desconciertos; pero también sus
intereses, motivaciones, sueños y esperanzas.
Reconocer cuando culminan una
actividad o acción. No solo el resultado final, sino también
el esfuerzo realizado y las destrezasdemostradas. Es necesario
felicitarlos y, cuando se hace el reconocimiento, no quedarnos en las frases
“lo hiciste bien” o “está bonito”, sino argumentar por qué está bien
y por qué nos gusta.
Tener fe en que las
situaciones pueden cambiar independientemente de los estragos que puedan
haber generado. Nuestras creencias religiosas pueden ser un apoyo
importante, pero también la posibilidad de concebir que en la vida la fe y la
esperanza hacen que se trasciendan los momentos difíciles si se cuenta con
referentes inspiradores, un ser superior, un familiar o cualquier otra persona
significativa.
Disfrutar de la vida
utilizando el sentido del humor, no como una forma para escapar de la
realidad, sino como la posibilidad de ver el lado jocoso de la vida y de las
circunstancias.
Aceptar y estimular la
diversidad, reconociendo que gracias a las diferencias podemos
encontrar distintas respuestas a las situaciones que nos afectan como personas
y grupos. Concebir a la diversidad no como una amenaza, sino como una
oportunidad.
Aceptar a los otros por lo que
son y no por lo que deberían ser; sin comparar o resaltar permanentemente las
carencias. Reconociendo y valorando las actitudes y aptitudes que poseen, no
solo en las grandes acciones sino las cotidianas.
Estimular el sentido de la
vida. Esto puede hacerse apoyando a otros, dándole espacio a la solidaridad,
cooperación, y de esta forma sentirse útil.
La resiliencia bajo ninguna
forma justifica injusticias, atropellos ni agresiones.
Las autoridades no
pueden descuidar las responsabilidades sociales, políticas y económicas,
bajo el argumento de que las personas pueden superar las adversidades y las
crisis.
22-11-17
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