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domingo, 13 de enero de 2019

La decisión de Guaidó, por @Ismael_Perez




Ismael Pérez Vigil 12 de enero de 2019

El 10 de enero se perpetró una nueva violación de la Constitución de 1999, al “juramentar” al presidente ante un TSJ, tan ilegitimo –no se nos olvide– como el propio juramentado. Se realizó igualmente un “Cabildo Abierto” en el cual se “consultó” al pueblo venezolano acerca de los pasos a seguir, pues para eso son los cabildos, para “consultar”.

Pero personalmente me preocupa que por complacer al público de galería y los manager de tribuna se asumió una interpretación de los artículos 233, 333 y 350 que es poco práctica y efectiva, políticamente hablando y tiene el peligro de llevarnos a un nuevo proceso de frustración. Además, ¿Es suficiente un “cabildo abierto” en el este de Caracas, para tomar una decisión de tanta trascendencia?

Me pareció muy interesante la discusión de connotados abogados y juristas del país con relación a la violación de la constitución con el acto de “juramentación”. Con lo que no coincido es con algunas de las soluciones planteadas –y que de manera algo confusa parece haber adoptado la AN– en el sentido de que interpretando el artículo 233 de la Constitución, proponen que el presidente de la AN asuma la presidencia de la Republica y nombre un “gobierno de transición” (?) Hasta el nombre, “gobierno de transición”, resulta extraño.

Plantear eso, a mi modo de ver, es pensar –como piensan algunos de los mencionados abogados y juristas– que estamos frente a un mero problema jurídico y no es así. Éste es básicamente un problema político y como tal, se debe recurrir más a la racionalidad política que a la jurídica. Por eso no concuerdo con que se le pidiera a Juan Guaidó, el joven presidente de la AN, que sacara pecho y se inmolara frente a un régimen que ha demostrado hasta la saciedad que está dispuesto a lo que sea, literal y fácticamente hablando, para mantenerse en el poder. Pero hay además argumentos netamente pragmáticos para estar en contra de esa propuesta.

Cuando escuche por primera vez esa propuesta de que el presidente de la Asamblea asuma la presidencia de la República, nombre un gabinete, etc., inevitablemente me vino a la memoria una anécdota de Stalin en mayo de 1935, durante la firma del tratado de protección mutua entre la Unión Soviética y Francia, ante el rearme alemán. Laval, el canciller francés tras explicar con cuantas divisiones contaba el ejército francés, conminaba a Stalin a que dejara tranquilos a los católicos en la Unión Soviética, que no los hostigara, para no disgustar al Papa; a lo que Stalin respondió: “¡Ah, el Papa… ¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”

Salvando las distancias históricas y las obvias diferencias políticas — y el hecho de que el Papa actualmente no goza de muchas simpatías en Venezuela entre los opositores más radicales— al acordarme de esa anécdota no puedo evitar preguntarme: ¿Con cuántas divisiones cuenta Guaidó para enfrentarse a la fuerza armada nacional, los cuerpos represivos del estado y todo su aparato judicial, que seguramente van a “defender” al gobierno de Nicolás Maduro? ¿Cuántos de los que propusieron esa alternativa, sea que vivan aquí o fuera del país, están dispuestos a exponer su pecho en primera fila junto a Guaidó y el resto de diputados y exponerse a ir presos, salir al exilio y ser perseguidos, torturados y amenazados por las fuerzas de seguridad?

Lo anunciado por Guaidó, reitero, es un tanto confuso; no dijo de manera directa que asume la presidencia y cuando se le interroga al respecto se limita a señalar que se “apega al artículo 233” y que la Constitución “esta de su lado” y que en todo caso esa posibilidad no depende solo de él. Pero esa indefinición no importa, porque las redes sociales e importantes voceros internacionales ya comenzaron a genera la matriz de opinión de que Guaidó es el presidente de Venezuela y pasará lo mismo que pasó con la interpretación de las preguntas de la consulta popular del 16 de julio de 2017, que se tergiversaron y utilizaron como arma de choque en contra de la dirigencia opositora y se pedían sus cabezas en vez de pedir las cabezas de la dictadura.

Me parece que estamos cayendo en la campaña evidente –y bien orquestada en redes sociales– de desprestigio a Guaidó y a la AN, que tiene todas las características de provenir de esos laboratorios de guerra sucia que suele activar el régimen, que lo que busca es que la dirigencia opositora pise el peine para aprovechar y desatar una nueva ola de represión y descabezamiento de la oposición y generar más ansiedad y frustración en la gente. Y no voy a pensar que algunos de los voceros de la oposición, que hacen lo mismo, estén en complicidad con el régimen; pero no me cabe duda que le hacen el juego, unos llevados por la impaciencia y la desesperación, pero otros por su estrategia de desplazar a la dirigencia opositora para asumir ellos el liderazgo.

Es que hasta resulta sospechoso que no habían transcurrido ni 24 horas desde la írrita juramentación presidencial y ya se estaba denigrando de la AN y su presidente por no haber “asumido” el mismo 5 de enero lo que es el deseo, la interpretación y la impaciencia de algunas personas. Cuando pasen los días y se mantenga en el poder el régimen, apoyado en la fuerza y la represión, veremos a muchos de esos voceros opositores, dejándose llevar por una nueva frustración, denigrar nuevamente de los dirigentes de la AN y especialmente de Juan Guaidó.

Es inevitable que surjan dudas, como por ejemplo: ¿Por qué se pidió a Guaidó que asuma la presidencia sí es también posible –legalmente hablando– que la Asamblea Nacional designara a cualquier otro ciudadano para ocupar el cargo? ¿Por qué algunas de las personas que proponen esa alternativa no se auto propusieron para asumir la presidencia del país, y correr con las consecuencias que ese acto implica?

Yo sé que este artículo va a disgustar a muchos, pero las soluciones políticas no son mágicas, no se construyen con divisiones, deseos o fantasías, sino sobre consensos, acuerdos y hechos reales, de eso se trata la política. Durante los tres últimos años hemos minado sin compasión las bases de la oposición, sus fortalezas, mayoría y liderazgo. Expuestos a la más asimétrica condición de actuación política y ciudadana, hemos convertido en fracasos las victorias opositoras; no podemos esperar que resurja ahora, de sus cenizas, de la noche a la mañana, con base a deseos y generando falsas expectativas.

Nos toca rehacer y recorrer un camino que en parte ya habíamos andado y que desperdiciamos por no contar con la dirigencia adecuada y por no contar tampoco con los “dirigidos” adecuados, porque no solo o toda la culpa es de la dirigencia opositora. Ojalá no estemos cometiendo un nuevo error o espero que los que propulsaron y aconsejaron la toma de esa decisión sepan “algo” que los demás no sabemos.

Ismael Pérez Vigil

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