Emilio Nouel 21 de septiembre de 2020
@ENouelV
La semana que está por finalizar trajo dos noticias
muy importantes a los venezolanos que anhelamos salir lo más pronto posible de
un ya inmensamente largo padecer.
Fueron dos golpes nobles de la Comunidad Internacional
que pusieron al desnudo de nuevo el carácter tiránico y al margen de la ley del
régimen chavista.
Uno, el Informe de la Misión Internacional
Independiente para la determinación de hechos sobre Venezuela, creada
por las Naciones Unidas. Y otro, la declaración del Grupo Internacional
de Contacto de la Unión Europea.
Dicho Informe se presentó ante el Consejo de Derechos Humanos en cumplimiento de la resolución 42/25 del 27 de septiembre de 2019.
Su contenido no puede ser más espeluznante,
deplorable, desgarrador, en tanto que ciudadanos de este país del que hemos
estado orgullosos por muchas razones.
Aunque
ya conocíamos, total o parcialmente, muchos episodios de los allí expuestos, no
deja de ser perturbador y alarmante para cualquiera que tenga una pizca de
sensibilidad humana.
Informes anteriores de la doctora Michelle Bachelet ya
habían asomado ese horror, ese “imperio del terror que sufre Venezuela”,
como dice el periodista Daniel Lozano, y que ahora la Misión corrobora y amplía
señalando responsables concretos de las múltiples violaciones a los DDHH
cometidas por la tiranía chavista.
El Informe no habla de hechos aislados, asevera que ha
habido coordinación y planificación en la comisión sistemática de tales
crímenes, por funcionarios de seguridad civiles y militares siguiendo órdenes
de autoridades superiores, quienes estarían al corriente de esas barbaridades.
La calificación de tales delitos como de lesa
humanidad es otro grave señalamiento del Informe, y se pide que sean
investigados por las autoridades competentes, no solo las nacionales sino
también las internacionales.
Sin duda, este trabajo en detalle demoledor,
constituye un duro golpe al gobierno usurpador, sobre todo, en momentos en que
desesperadamente anda buscando, mediante sus trampas y argucias, poner en
escena unas elecciones fraudulentas, pretendiendo así, lavarse la cara ante el
mundo.
Este sainete electoral –y aquí viene la segunda
noticia- ha recibido también un duro golpe de parte del Grupo Internacional de
Contacto (GIC) en donde juega papel importante la Unión Europea.
Este Grupo ha dicho que “la única solución
sostenible a la crisis venezolana será una política inclusiva, pacífica y
democrática, a través de elecciones legislativas y presidenciales libres,
creíbles, transparentes y justas” y exige que todos los presos políticos
deben ser liberados inmediata e incondicionalmente. Para el Grupo, la
necesaria eliminación de todos los obstáculos a la participación política,
implica “respeto del mandato constitucional de la Asamblea Nacional elegida
democráticamente, la devolución del control de los partidos políticos a sus
administradores legítimos, el cese de la inhabilitación y el enjuiciamiento de
los líderes políticos, el pleno restablecimiento de sus derechos y de otros
candidatos a la igualdad política, actualización integral del padrón electoral,
incluyendo a votantes jóvenes y venezolanos en el exterior, y un CNE
independiente y equilibrado, y participación igualitaria y acceso irrestricto a
todos los medios”.
Para cualquier observador internacional, sea gobierno
o no, tales señalamientos no pueden ser soslayados a la hora de una evaluación
del régimen chavista y sus iniciativas.
Los horrendos crímenes denunciados por el Informe de
marras y las arbitrariedades evidenciadas por el GIC abonan la idea de la
necesidad perentoria de que los tiranos venezolanos salgan de escena y den paso
a un gobierno de transición o emergencia, mediante una fórmula de negociación
consensuada y efectiva, o un alejamiento voluntario de quienes están en
Miraflores.
La situación económico-social agravada por la pandemia
y sus preocupantes perspectivas en el corto y mediano plazo, exigen soluciones
definitivas y viables que impliquen los menores costos posibles para nuestra
sociedad.
Está claro lo que busca la tiranía con su farsa
electoral. Eso no resolverá nuestra crisis, sino que la prolongará y agravará.
Como medida previa, se debería comenzar por aplazar el
proceso electoral montado por el régimen, de manera que se abra un espacio para
la negociación necesaria, que conduzca a un camino de recuperación de las
libertades, la democracia y la prosperidad, con un gobierno distinto. Lo
contrario es prolongar nuestra desventura.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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