Brian Fincheltub 29 de septiembre de 2020
@BrianFincheltub
Solo
hay que tomar la autopista regional del centro y salir de Caracas para comenzar
a entender el infierno que viven todos y cada los pueblos y ciudades del
interior del país. Digo salir de Caracas, porque aunque sé que la capital del
país vive también las calamidades diarias que trajo el socialismo a Venezuela,
ninguna se compara con el drama y el estado de destrucción que viven la
totalidad de las regiones y no porque al régimen de Nicolás Maduro le importen
más los caraqueños, simplemente Caracas se convirtió en una especie de gran
búnker donde los cabecillas de la banda criminal llamada madurismo se han
enconchado escapando a las sanciones y a la justicia internacional. Esto hace
que algunas zonas de Caracas gocen, por retruque, de algunos servicios que para
el común de mortales del interior del país son sencillamente un privilegio.
No
hay nada que escriba en este artículo que se acerque a describir con exactitud
lo que han traducido la vida de millones de venezolanos en la actualidad. Solo
quienes tienen la oportunidad de leerme desde Venezuela lo saben, los demás
solo podemos imaginarlo y déjenme decirle que frente a el poder arrasador del
chavismo, hasta la imaginación tienen sus límites. Cuando la gente dice que
Venezuela retrocedió en el tiempo no se trata en modo alguno de una
exageración, en lo que habríamos que ponernos de acuerdo es a qué tiempos. Hay
quienes dicen que al siglo XIX, personalmente no estoy de acuerdo, yo hablaría
que estamos más cerca de los tiempos de las cavernas. El atraso y la ruina de
una nación que hace dos décadas figuraba entre las más prósperas de la región
solo puede compararse con las épocas de mayor atraso de la humanidad.
Hoy
no hablamos ni siquiera de seguridad, salarios justos y políticas públicas
adecuadas. Las exigencias del venezolano común se trasladaron a lo más
elemental, como elemental se ha hecho la vida en socialismo. Se lucha para
sobrevivir, para no enloquecer en un país que agota no solo físicamente, sino
mentalmente. La gente hoy clama por agua, por comida, por gas, por energía
eléctrica, por gasolina. Esas son nuestras exigencias como sociedad hoy, en
otras latitudes lo son las paridad de género o la protección del ambiente, aquí
ocurren derrames de petróleo prácticamente todas los meses y la mayoría ni se
entera, la tarea diaria es sobrevivir y esa tarea se hace cada vez más difícil.
Al
ver las protestas en las regiones no me pregunto por qué protesta la gente, me
pregunto por qué no lo habían hecho antes, teniendo claro que el costo de
protestar se paga en Venezuela con la vida, pero entiendo que no hacerlo
también. Inmovilizarle es dejarse arrastrar por la ola destructora del
chavismo, que no se detiene, que no tocará fondo más allá de poner fin a
nuestra propia existencia como individuos, como nación, como país viable.
Levantarse entonces no es solo una responsabilidad, sino una obligación de
supervivencia, porque vivir resignados y con miedo es lo más alejado de lo que
significa la vida.
Brian
Fincheltub
@BrianFincheltub
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