Francisco Fernández-Carvajal 28 de septiembre de 2020
@hablarcondios
— La figura de este Arcángel en la Sagrada Escritura.
— La vocación personal.
— Ayudar a otros a encontrar su camino.
I. Te doy
gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para Ti1.
El Arcángel San Rafael se nos da a conocer
principalmente por la historia de Tobías, «tan significativa por el hecho de
confiar a los ángeles los hijos pequeños de Dios, siempre necesitados de
custodia, cuidado y protección»2.
Narra la Sagrada Escritura que cuando Tobías, joven aún, se disponía a
emprender un largo viaje, fue en busca de uno que le acompañara y se
encontró con Rafael, que era un ángel3.
No supo Tobías al principio quién era su compañero, pero a lo largo del camino
tuvo ocasión de experimentar repetidamente su protección. Le condujo felizmente
hasta su pariente Ragüel, con cuya hija Sara casó, después de librarla de un
mal espíritu. También curó a Tobías padre de su ceguera. Por eso se le venera
como patrono de los caminantes y enfermos4.
Al regreso del viaje, el Arcángel descubrió su
identidad: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que presentamos las
oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo5.
La vida es un largo viaje que acaba en Dios. Para
recorrerlo necesitamos ayuda, protección y consejo, pues son muchas las
posibilidades de extraviarnos, o de entretenernos innecesariamente en el
camino, perdiendo un tiempo precioso. Dios ha señalado a cada uno el sendero
–la vocación personal– que conduce hasta Él. Importa mucho no equivocar la
ruta, pues de lo que se trata es de conocer y seguir la Voluntad de Dios. Por
eso, San Rafael, aunque a él nos podemos encomendar todos, es especial guía de
aquellos que aún han de conocer lo que Dios espera de ellos. Para unos, el
sendero que conduce hasta Dios será el matrimonio camino de santidad,
cooperando con Dios para traer hijos al mundo, educándolos, sacrificándose por
ellos para que sean buenos hijos de Dios. «¿Te ríes porque te digo que tienes
“vocación matrimonial”? Pues la tienes: así, vocación.
»Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca
castamente hasta el fin del camino, como a Tobías»6.
Sobre otros, Dios tiene unos planes llenos de una
particular predilección. «¡Cómo te reías, noblemente, cuando te aconsejé que
pusieras tus años mozos bajo la protección de San Rafael!: para que te lleve a
un matrimonio santo, como al joven Tobías, con una mujer buena y guapa y rica
te dije, bromista.
»Y luego, ¡qué pensativo te quedaste!, cuando seguí
aconsejándote que te pusieras también bajo el patrocinio de aquel apóstol
adolescente, Juan: por si el Señor te pedía Más»7;
por si Él te pide todo, en una entrega sin reservas.
II. ...Le daré
también una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que
nadie conoce sino el que lo recibe8.
San Juan hace mención aquí a la costumbre de mostrar una piedra, sellada de
forma adecuada, como contraseña o billete de entrada para poder participar en
una fiesta o banquete. Expresa la vocación única y personal y las particulares
relaciones con Dios que esa gracia lleva consigo.
Dios nos llama a cada uno para que, de modo
voluntario, participemos en su proyecto divino de salvación. Él es siempre el
que llama, el que sabe verdaderamente cuáles son los planes mejores: No
me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros9.
Ocurre algo parecido a lo que hace un director de cine que busca los actores
para el guión de su película. «Está sentado frente a su mesa de trabajo, sobre
la cual yacen desplegadas docenas de fotografías facilitadas por los agentes
cinematográficos. Al cabo de un rato, escoge una de ellas, la contempla
detenidamente y dice a su secretaria: “Sí, este es el tipo de mujer que
necesito. Llámela y cítela aquí mañana” (...).
»A través de este ejemplo -imperfecto, desde luego-
podemos hacernos una idea de la razón de ser de nuestra existencia. Allá, en lo
más profundo de la eternidad -hablando a lo humano-, Dios proyectó el Universo
entero y escogió a los protagonistas -todos- del gran argumento que habría de
desarrollarse hasta el fin de los tiempos. Ante su divina mente fueron
desfilando las fotografías de las almas -ilimitadas en número- que Él podía
crear. Cuando se topó con tu imagen, se detuvo y dijo: “Esta es un alma que me
mueve a amarla... La necesito para que desarrolle un papel único, personal, y,
luego, goce de mi presencia durante toda la eternidad...”»10.
Dios se detuvo con amor, interesado, nos llamó a la vida, y luego a la entrega,
al cumplimiento fiel de sus planes, donde alcanzaríamos la plenitud, la
felicidad. «En efecto -señala el Papa Juan Pablo II-, Dios ha pensado en
nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles,
llamándonos a cada uno por nuestro nombre, como el Buen Pastor que a
sus ovejas las llama por su nombre (Jn 10, 3)»11.
La vocación es ese proyecto divino sobre nuestras
vidas que se presenta como un camino a recorrer, al final del cual está Dios
esperándonos. Importa mucho acertar con esta senda, con este papel que Dios
quiere que representemos en su obra de salvación. «Al escoger, al decidir, “lo
que quiere Dios” se antepone siempre a “lo que quiero yo”, a lo que me gusta o
lo que me apetece. Esto no significa que la voluntad de Dios y la mía tengan
que estar siempre en conflicto. A menudo, hacer su Voluntad es algo sumamente
atractivo. Otras veces, nuestra voluntad no corresponde exactamente a lo que Él
mismo quiere. Pero el conflicto puede surgir, y debemos estar dispuestos a
rectificar siempre que seamos conscientes de que nuestra voluntad y la Suya van
por distinto camino. Será una prueba infalible de que amamos a Dios, la mejor
manera de corresponder a su amor»12.
Pidamos hoy al Santo Arcángel Rafael que nos guíe para
que entre las muchas decisiones que hemos de tomar en la vida sepamos buscar
siempre la Voluntad de nuestro Padre Dios. Pidamos también por nuestros amigos,
especialmente por los más jóvenes, para que sepan acertar en su caminar hasta
el Señor; procuremos, como hizo el Arcángel, acompañarles de modo discreto y
sencillo, como un buen amigo, en los momentos más difíciles: que nunca les
falten nuestro consejo y la firmeza de nuestra amistad, sin olvidar que la
tarea más divina es cooperar con Dios en la salvación de otras almas.
III.
Ayudar a otros en su camino hacia el Señor es uno de los más nobles cometidos
de nuestra existencia. Nosotros queremos ir derechamente hacia el Señor, y en
el camino encontramos con frecuencia a otros que vacilan, que dudan o que desconocen
la ruta. Dios nos da luz para otros: Vosotros sois la luz del mundo13,
ha dicho el Maestro a todos los que le siguen. Más luz, cuanto más cerca
estemos de Él. Los cristianos, cuando nos mantenemos cerca del Señor, cuando
nuestra amistad con Él es verdadera, somos «portadores de la única llama capaz
de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que
nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras.
»-El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para
que esa luz ilumine... De nosotros depende que muchos no permanezcan en
tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna»14.
¡Qué alegría haber sido la ocasión para que un amigo haya encontrado su
vocación, o para que alguien que vacilaba se reafirme en sus pasos!
Muchas veces sucede lo que leemos en el Libro
de Tobías: fue a buscar a alguien que le acompañara. Nuestros amigos nos
han de encontrar siempre dispuestos a recorrer con ellos el camino que lleva a
Dios. La amistad será el instrumento ordinario del que se servirá Dios para que
muchos se acerquen a Él, o para que descubran su llamada a seguir a Cristo más
de cerca. Por eso se manifiestan tan importantes esas virtudes que son el
soporte del trato amistoso con los demás: la ejemplaridad, la alegría, la
cordialidad, el optimismo, la comprensión, el desinterés...
La Sagrada Escritura califica la amistad como un
tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla
un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable15.
Eso mismo han de poder decir muchos de cada uno de nosotros: que hemos sido
para ellos ese amigo fiel de valor incalculable, ante todo
porque nuestra amistad sirvió siempre para que se acercaran más a Dios y, en
muchos casos, para que descubrieran y siguieran su propio camino, aquel al que
el Señor les llamó desde la eternidad.
Cor Mariae dulcissimum iter para tutum. Corazón dulcísimo de María prepárales... prepáranos
un camino seguro.
*San Rafael es uno de los Arcángeles mencionados en la
Sagrada Escritura, donde se dice que es uno de los siete espíritus que
están delante de Dios. Rafael significa medicina de Dios. Fue enviado por
el Señor para acompañar al joven Tobías en su viaje y para socorrer a Sara en
su adversidad. Desde muy antiguo la Iglesia lo invoca como Patrono de los
caminantes; especialmente es el intercesor en el camino de la vida. La fiesta
de San Rafael se encuentra ya en los libros litúrgicos de la Edad Media. Fue
extendida a toda la Iglesia por Benedicto XV en 1921; en la actualidad se
celebra hoy, 29 de septiembre, junto a la de los Arcángeles Miguel y Gabriel.
1 Antífona
de comunión. Sal 137, 1. —
2 Juan
Pablo II, Audiencia general 6-VIII-1986. —
3 Tob 5,
4. —
4 Cfr. B.
Baur, Sed luz, Herder, Barcelona 1959, vol. IV, p. 476.
—
5 Tob 12,
15. —
6 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 27. —
7 Ibídem,
n. 360. —
8 Apoc 2,
17. —
9 Jn 15,
16. —
10 L.
J. Trese, Dios necesita de ti, pp. 17-18. —
11 Juan
Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988,
58. —
12 L.
J. Trese, o. c., p. 19. —
13 Mt 5,
14. —
14 Cfr. San
Josemaría Escrivá, Forja, n. 1. —
15 Ecl 6,
14.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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