Juan Guerrero 25 de septiembre de 2020
@camilodeasis
Una de las técnicas de tortura usada frecuentemente
en la Venezuela del siglo XXI por las fuerzas de seguridad y que forma parte de
una clara, permanente y constante Política de Estado, es
la llamada ‘crucifixión’ del detenido. Se le colocan los brazos,
generalmente esposados o también amarrados con sogas, sobre un tubo o
reja, extendidos mientras las piernas quedan suspendidas del suelo.
En esa posición el individuo sometido a tortura queda colgado durante el
tiempo que los torturadores deseen, generalmente por varios días.
Periódicamente es sometido a palizas, con bates y
otros objetos. Algunos fueron torturados con tanta saña y por largo tiempo, que
perdieron de manera permanente sensibilidad en brazos y manos. En
otras torturas, lo describe el informe presentado por el equipo internacional
de especialistas de la Organización de las Naciones Unidas; “Una de las
víctimas declaró (a la misión de la ONU) que estuvo aislada en el SEBIN
(Servicio Bolivariano de Inteligencia) sin acceso a un baño, la obligaron
a usar un pote de plástico para sus necesidades fisiológicas y en ese mismo
envase le servían la comida.”
Los cientos de relatos, atroces, humillantes y
degradantes son espeluznantes y aberrantes: “Otra víctima reportó que durante
varios días estuvo encerrado en un área sin acceso al agua potable, los
detenidos debían tomar agua de la poceta o retrete para saciar la sed.”
El informe de la ONU sobre violación de DDHH y
crímenes de lesa humanidad investigados en Venezuela (Septiembre-2020),
establece una responsabilidad directa e individual en la persona de Nicolás
Maduro y su cadena de mando, los ministros de Relaciones Interiores, y de
Defensa, así como demás oficiales y miembros de las fuerzas policiales y
militares involucrados.
No se encuentra en el informe, de poco más de 400
páginas, espacio donde se narre alguna historia medianamente normal. Queda al
final una sensación de náuseas, un asco por tanto terror narrado, tanta
atrocidad de mentes desviadas, anormales y tenebrosas.
Me
he quedado perplejo frente a este informe que supone un duro golpe moral,
político y obviamente, de obligado cumplimiento para posteriores
sanciones jurídicas, en quienes están involucrados en atrocidades y
crímenes contra inocentes seres humanos.
El informe que en su momento presentó, José Vicente
Rangel como denuncia y que luego se editó como libro, en
1972 Expediente Negro, menciona la serie de vejámenes, torturas y
desapariciones forzadas contra dirigentes opositores a los gobiernos de esa
época, entre 1960-70. Indicamos esto porque deseo significar un detalle que
desde esos tiempos –y quizás desde antes, nos tiene atrapados como sociedad que
no supera sus traumas sociopolíticos y cree que la venganza es la manera de
‘ajustar cuentas’ con el pasado y sus víctimas.
El detalle que se aprecia, tanto en la violación de
los derechos humanos y crímenes contra la humanidad, es que han sido ejecutados
por venezolanos contra venezolanos. Es posible que puedan existir ‘asesores’
extranjeros, como en el pasado, pero lo esencial es esto que mencionamos.
Además, las técnicas usadas por estos aberrados
parecen ser similares a la tradición castrista que narran quienes han podido
sobrevivir para denunciarlas. Acá es importante agregar una característica que
‘innova’ y es el uso de la tortura psicológica y la constante amenaza y
práctica de la tortura de tipo ‘sexual’ para obtener confesiones amañadas.
Tengo a mi lado, -cosa curiosa y coincidente, un texto
Los libros malditos, que trata sobre aquellos documentos prohibidos, censurados
y sujetos a persecución y castigo. Pues bien, ya para esa época, entre
1450-1460, la tortura inducida para extraer confesiones, sobre todo a mujeres
acusadas de brujería, por parte de hombres misóginos desesperados por abandonar
matrimonios y quedarse con la dote, disponía de técnicas y ejecutores para esas
aberraciones.
Un libro donde se narran
ciertos ‘trabajos’ es uno que en su momento fue tomado como libro de
cabecera para la historia de la tortura, El martillo de las
brujas, escrito por dos
sacerdotes, Kramer y Sprenger (1486), donde se indica
las forma de ‘interrogatorio’ y “procedimientos inquisitoriales” para lograr
del acusado, generalmente de brujería, una confesión plena.
Pues bien, lo que encontramos por estos tiempos no es
ni por mucho, diferente a las formas y maneras cómo por aquellos tiempos, se
lograba aplacar a quienes adversaban el poder, sea por razones religiosas
o políticas.
La tortura en la Venezuela de Maduro y
sus pandilleros no es muy diferente a la de aquellos tiempos remotos
o medianamente pasados, como en la época del dictador, Marcos Evangelista Pérez
Jiménez (1948-1958), quien en múltiples oportunidades ordenó personalmente
asesinar a sus enemigos políticos
Este informe de la ONU, por su rigor técnico y
procedimiento metodológico absolutamente objetivo, claro y preciso, es un
documento que debe ser difundido y considerado como parte de material de
estudio en las áreas de ciencias penales y criminalística, antropología
cultural, psicología, psiquiatría, para que nunca jamás volvamos a experimentar
semejantes actos contra natura.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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