Por Luisa Pernalete
¿Se acuerdan de aquella
famosa película “Al maestro, con cariño” (1967), con Sidney Poitier? Pues yo
amplío la petición a la escuela entera: la planta física, los alumnos, los
maestros, las familias porque forman parte de la comunidad educativa. En
Venezuela, la escuela como institución está amenazada y necesita cariño activo
de muchos actores.
Con sus errores y
aciertos, la escuela es una institución muy importante pues ella educa, y sin
educación no sale ningún país de ninguna crisis, sin educación un niño no tiene
ni presente ni futuro. Ustedes dirán que eso ya se sabe. Sin embargo, en este
país no parece que esté claro para los que toman decisiones.
Hace unos días, un
chamo de 13 años me decía que nunca pensó que el colegio le hiciera falta. Es
posible, como dice Francesco Tonucci, ese famoso educador italiano, que la
escuela le hace falta a los niños por sus compañeritos y no tanto por lo que
aprenden. Tal vez, pero eso de los compañeritos tiene que ver con la función
socializadora de la escuela: en ella se aprende a convivir. No se trata sólo de
leer y escribir. También importante, pero no lo único. Se aprende a aprender.
Tenemos mucho muchacho fuera de la escuela en este país y no sabemos cuántos la
abandonaron el año escolar pasado. Esa tarea, buscar a los que se fueron, es
tal vez la más difícil y necesaria. Mucho cariño se requiere, además de datos.
Cuidar a los alumnos, pues para ellos se ha hecho la escuela.
El hecho educativo se
da en un espacio físico, cuando la educación es presencial o semipresencial, lo
que esperamos pueda volverse a tener, y ello requiere cariño para la planta
física: limpieza, belleza, equipamiento, detalles… Mi amiga la profesora
Yralis, suele repetir que los ambientes también educan y así que habría que
preguntar cómo están los jardines. ¿Se enseña a cuidar el ambiente en nuestras
escuelas? ¿Las autoridades se preocupan y se ocupan de garantizar agua para la
limpieza de los planteles? ¿Da gusto entrar a las escuelas en este país?
Conteste usted por su propia experiencia. Añadamos que hoy, con el tema de la
educación a distancia, tener conexión a internet y los equipos tecnológicos
adecuados para ponernos al día con las modalidades digitales también son
necesarios.
¿Y el cariño para los
educadores? Aquí sí estamos más que raspados en Venezuela. He estado
conversando con directivos y maestros de varias ciudades del país. Me han
contado todos los esfuerzos que hacen para poder trabajar, antes de la
cuarentena y durante esta, y he tenido sentimientos encontrados. Por una parte,
admirada y conmovida por todos esos malabarismos: caminar hasta varias horas,
en algunos casos; trasnocharse copiando a mano las guías instruccionales para
los estudiantes, en zonas donde no llega la radio ni hay señal para la
telefonía celular; tener que recurrir a vecinos y familiares para que les
presten sus teléfonos inteligentes… ¡Conmovedor, realmente! Pero a la vez, tengo
indignación por los bajos salarios. El director nacional de Fe y Alegría los ha
calificado de “miserables”. Profesionales con postgrado, más de 20 años de
servicio, y aun con las primas posibles, con clasificación de docentes V y VI
(las máximas pues) y apenas llegan al equivalente a 6 dólares mensuales. Ni
pregunto los que son docente I a IV. Los más bajos de toda América Latina.
Siguen trabajando por amor a los alumnos, porque hay más familiares que
trabajan en la casa, porque hacen otras cosas para conseguir ingresos. No
extraña la cantidad de renuncias que ha habido en estos últimos años, lo que
sorprende es que haya docentes que perseveren. Un maestro indígena, que trabaja
en una comunidad en la vía a la Gran Sabana, en Bolívar, me comentaba que los
niños le decían que si él se iba, ellos no seguían estudiando, expresando de
alguna manera el cariño que le tienen. Sin maestros no hay escuela, hemos
repetido muchas veces. Hay países en donde esta profesión se valora y se exige,
pero también se les remunera dignamente. Nadie elige ser maestro para hacerse
rico, pero es válido que se aspire a tener un salario que permita vivir
decentemente (como señala el artículo 91 de la Constitución). Como dice Pérez
Esclarín, en este país hay educación porque existen docentes heroicos.
Un agregado: aún si no
estuviéramos en cuarentena, sería imposible para los educadores llegar a sus
lugares de trabajo con esos salarios actuales.
Incluyo el
cuidado a las familias. Si algo hemos aprendido en este tiempo de educación a distancia,
es que los padres y las madres tienen un papel importantísimo para acompañar a
los alumnos en su proceso educativo; acompañar, no sustituir a los docentes.
Así que a ellos también hay que cuidarlos.
Darle cariño a la
escuela es otra manera de decir que hay que luchar simultáneamente por el
derecho a la educación y por el derecho al salario justo para los educadores.
Tratar la escuela con cariño activo es otra manera de recordar que la educación
en Venezuela está amenazada y hay que llegar a acuerdos amplios para salvarla.
No todos tenemos la misma responsabilidad en ese esfuerzo para salvarla. El
Estado es quien fija las políticas públicas y quien administra los dineros
públicos. A nosotros nos toca hacer visible lo invisibilizado y nos toca recordar
lo que decía Martí: la mejor manera de decir es haciendo.
Espero no tener
que acordarme de una frase de Gandhi: Se puede despertar al dormido, pero no al
que se hace el dormido, y espero entonces que las autoridades hagan lo que les
corresponde. Que despierten, pues.
25-09-20
http://www.correodelcaroni.com/opinion/6982-a-la-escuela-con-carino
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