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lunes, 2 de noviembre de 2020

Claudia Curiel: “Si vamos a recuperar lo que teníamos hace 30 años no vamos a ninguna parte” por @prodavinci

Por Hugo Prieto

El prólogo del libro “Elementos de una transición integral e incluyente en Venezuela: Una visión desde lo local” (2019), recoge las líneas que en vida escribiera como un borrador Pedro Nikken, abogado constitucionalista y experto en transiciones. No por azar, Nikken pone el dedo en la llaga cuando caracteriza la crisis política. Hay anotaciones que atañen a la sociedad venezolana, a sus instituciones —en especial a los partidos políticos y a la Fuerza Armada— y una detenida mirada en las claves para revertir el proceso de disolución de la República. De esas líneas, quiero citar lo siguiente: “La sociedad es la víctima del déficit de democracia y estado de derecho. La sociedad no tiene conexión con los partidos, ni los partidos con la sociedad. Ante tanta iniquidad, ¿Quién nos defiende?”.


La transición entendida como un clamor, como una urgencia existencial. De eso nos habló Nikken, precisamente, antes de morir. Algo deberían decirnos sus palabras. Lo otro es aplastar al contrario, lo hizo Pinochet en Chile y Franco en España. Ya sabemos que esos resortes del resentimiento y el odio se disparan y describen una órbita más amplía y si se quiere paralela, atizando la polarización y el conflicto político. ¿Acaso no es eso lo que estamos viendo en esos países?

La transición, como toda apuesta política, puede fracasar, y aquí es donde el aporte de un grupo de venezolanos, preocupados y con amplias competencias en campos tan diversos como la organización social, el devenir económico, el sector militar  y el escenario internacional, nos alertan y arrojan pistas para no equivocar el camino. He querido indagar sobre el papel del sector privado en la reconstrucción de Venezuela. Claudia Curiel* ha escrito un minucioso ensayo como aporte a ese libro. Dejémosla hablar entonces.   

Dice que Venezuela tiene que pensar en recuperarse y al mismo tiempo pensar en su modelo de desarrollo. Ese desafío, dual y simultáneo, exige diálogo y colaboración entre la política y el conocimiento de los expertos. ¿Qué requisitos tendría que tener ese esfuerzo para que rinda frutos?

Comienzo por abordar por qué es pertinente hablar sobre el modelo de desarrollo. En realidad se requieren unas líneas mucho más gruesas y con mayor potencia que los planteamientos sobre políticas púbicas que, sin dejar de ser de altísima complejidad, necesitan dirección y coherencia para lograr ese doble propósito. Desde el punto de vista de los economistas, la economía venezolana tiende a diagnosticarse a partir de los desequilibrios, de brechas. Ciertamente es así, están presentes y las padecemos todos. Pero una cosa es hacer el esfuerzo como sociedad para corregir esas brechas, esos desequilibrios, y otra cosa, que a mi juicio es más importante, es responder a la pregunta: ¿Para qué los voy a corregir? ¿Sólo para subsanarlos? ¿O para alcanzar otro modelo de sociedad? ¿Y por qué otro modelo de sociedad? Por unas cuantas razones. La más sustantiva, la más objetiva es que, precisamente, tenemos que prepararnos como sociedad para que entendamos que el petróleo aún puede ser importante, pero la renta petrolera no puede ser lo único que dé vitalidad a esta economía. Mucho se ha escrito y se ha debatido sobre el papel de la renta en la forma en que se organizó la sociedad venezolana, en lo político, en lo social, incluso en los incentivos que derivan de ella, pero el hecho concreto es que el desarrollo tecnológico y los cambios en las matrices energéticas, nos van a exponer ante grandes retos y desafíos. Es un cambio de paradigma y de eso se trata. 

Parece que la sociedad venezolana no se ha enterado de este asunto. El libro habla de una transición amplia e inclusiva. ¿En qué lugar debería estar el modelo de desarrollo en esa discusión?

El modelo de desarrollo debería ser uno de los principales convocantes en esa discusión. Primero porque eleva el debate, nos pone a repensar la sociedad y no se queda, solamente, en sanar hasta donde se pueda. Insisto, hay que ir un poco más allá. Pensar en una sociedad en la que el sector privado juegue un rol distinto, pareciera algo impensable. Pero es un tema fundamental. A raíz de la disminución de la renta petrolera, el Estado no puede ser el epicentro, el núcleo de todo. Hay espacios —abiertos o no— que tienen que replantearse. Pero no es solamente la discusión (y la distinción) entre lo público y lo privado. Te tienes que replantear, por ejemplo, el tema educativo, el tema del conocimiento, y a la vanguardia de lo que está pasando en el mundo. Estamos hablando hasta de la contribución de las personas. Es muy distinto pensar en una sociedad en la cual el clientelismo más micro pudiera tener como soporte los programas sociales, a una sociedad en la cual tienes personas autónomas y dueñas de sus propias iniciativas. La relación de esas personas consigo mismas y con todo cambia. Si queremos una sociedad diferente, hay muchas facetas que hay que abordar por por parte de todos los actores. Y ahí el tema del modelo de desarrollo, insisto, es un convocante principalísimo. No lo podemos despachar, solamente, porque nos parezca muy abstracto. 

Había oído hablar del Estado mágico, a raíz del libro de Fernando Coronil, también del Estado clientelar en los informes de la Copre, pero esta noción del híper Estado, digamos, la encontré en su ensayo. Habla, además del Estado paralelo (creado por el chavismo) y del Estado formal (heredado por el chavismo). Dos Estados. ¿Aunando ambas cosas llegamos al híper Estado? ¿Qué diría del modelo de desarrollo que se señala? 

El reconocimiento de que el Estado está hipertrofiado, que es inmensamente grande, y tiene además una clara vocación de ocupar espacios, con una concepción donde lo público tiene que estar en todos los espacios posibles, marcan las decisiones que se toman y que se llevan a cabo. Esto está ampliamente documentando tanto en los lineamientos generales como en el plan de la patria. No solamente es el número de empresas en manos del Estado, ni en cuántos ámbitos rige. Yo creo que es necesario discutir cuál es la institucionalidad que Venezuela quiere. Y cuando digo institucionalidad lo digo en su sentido más amplio. ¿Por qué? Porque vamos a hablar de las reglas formales, de los incentivos, que de hecho van haciendo el día a día en lo económico y lo social. ¿Qué ocurre? Que las instituciones que le daban noción de Estado a la república, y que probablemente poblaban el imaginario de los venezolanos, son instituciones que se han ido desdibujando para dar lugar a otras. Tienes un Estado inmenso, no solamente por temas fiscales sino por todo lo que he dicho anteriormente y probablemente a ciudadanos que sienten orfandad, en lo económico terminas sin tener reglas para ir hacia adelante. 

La discusión sobre el tamaño del Estado es demasiado gruesa y compleja para debatirla brevemente, señalemos la necesidad de contar con instituciones. ¿Qué diría alrededor de ese tema?

Esas instituciones deberían tener algunos atributos: el reconocimiento de la autonomía, el reconocimiento de la propiedad privada, tendría que estar claramente la calidad de las políticas públicas y de las legislaciones. Entonces, el Estado no es un ente repartidor sino un proveedor de reglas, mediante las cuales se crea la probabilidad para que se desarrolle un nuevo modelo de sociedad. Tendría que estar ahí la innovación, el conocimiento, la sostenibilidad, la productividad. Venezuela no puede ser un país cerrado, un país autárquico, divorciado de las corrientes de desarrollo del mundo. 

Entre 2008 y 2012, el Estado toma el control de un número importante de empresas. ¿No había allí elementos para que jugara un papel más eficiente en el desempeño y en los resultados de la economía venezolana?

Sí, claro que sí, totalmente. Una cosa es tener las empresas, los insumos, las divisas y otra cosa es tomarlas en sí mismas, porque probablemente eso era parte del modelo que se estaba construyendo. Si el propósito hubiera sido eficiencia, creo que los resultados tendrían que haber sido otros. Pero si el propósito apuntaba más a tener para repartir y controlar a una sociedad donde el protagonista y el epicentro fuera el Estado, entonces la eficiencia no sería la métrica para medir si se estaba avanzando en la dirección que se pretendía. Entonces, para volver al punto de convergencia de esta conversación, el modelo de desarrollo tiene que tener eficiencia para todo el mundo, para el manejo de lo público y de lo privado. Así estaríamos cambiando reglas y el tablero tendría, necesariamente, otras exigencias. A eso es lo que me refiero. 

                                             Retrato de Claudia Curiel por Mauricio López | RMTF

Otra de las cosas muy llamativas es el déficit que tenemos en cuanto a la productividad, a la innovación. La economía venezolana está desfasada, en un lapso muy prolongado, entonces, el problema que enfrentamos es sumamente complejo y grave. ¿Actualizarse nos va a llevar un buen tiempo, no?

Justamente ahí vamos a la primera pregunta: Hacer la tarea y recuperarnos para ir a un nuevo modelo de desarrollo. ¿Por qué? Porque tenemos poco y tenemos que aprovechar lo que se tenga. Y no puede ser para regresar a lo que teníamos hace 20 ó 30 años, porque en una sociedad abierta —adonde apuntaría repensar el modelo de desarrollo—, pues no iríamos a ninguna parte. ¿Vamos a tener robótica o no? ¿Vamos a especializarnos en innovación o no? Esas son las preguntas que tenemos que hacernos y necesariamente tenemos que ir para allá, no sólo por la dinámica mundial, sino porque hay que reconocer esos grandes avances. ¿Qué no lo hemos hecho? Precisamente, por eso, tenemos que repensar el modelo de desarrollo. ¿Que son retos dificilísimos? Ah, pregúntale a los coreanos que en la década de 1960 tenían un ingreso per cápita de 30 dólares al año. No le tengamos miedo a los retos, por difíciles y complejos que sean. 

Es imposible que una persona que está al borde del precipicio no tenga miedo. Y con esa imagen quiero decir: o lo hacemos o sencillamente viene la caída. Usted le asigna un papel importante al sector privado, a la inversión extranjera, al marco regulatorio, a los incentivos que se puedan crear. ¿Por dónde deberíamos empezar?

Está documentado, por ejemplo, que en el agregado (la economía global) América Latina va a ser un gran productor de alimentos para el mundo. Porque ahí es donde se vislumbra que tendría un aporte fundamental, entre otras cosas, por sus características y su dotación de recursos. Si tratamos de ver el tema con algo más de distancia, el precipicio no debería ser tal. Precisamente, de eso se trata el pensamiento colectivo e interdisciplinario, que hay que tener. Decidir el camino para que, como parte de la economía global, alcancemos la dotación y las cualidades para el desarrollo del país y eso, simplemente, te quita del precipicio. Tú estás en el precipicio, si las cosas se hacen como las estamos haciendo actualmente.  

Venezuela perdió la capacidad de producción para abastecerse en lo que son rubros básicos. ¿Qué podríamos hacer para recuperar esos niveles de producción agrícola? ¿Qué experiencias podrían darnos un trazo del camino a seguir?

La aproximación tendría que ser en la producción de alimentos y en la industria extractiva de América Latina en el futuro. Yo no creo que se trate solamente de recuperar la autosuficiencia en rubros agrícolas, sino de cambiar el abordaje. ¿Por qué? Porque no se trata de volver a los índices que teníamos sino de llegar a lo máximo donde puedas estar. Si en Venezuela se adopta la especialización, la incorporación de tecnología y el aprovechamiento de los recursos disponibles, podríamos destacar más allá de los rubros tradicionales. Justamente, tenemos que decidir en dónde está nuestra especialidad. Esa es la tarea. ¿En qué rubros? Esa pregunta no nos habla de lo que es el reto. Tenemos que entender que cuando hablamos de alimentos nos referimos, precisamente, a un conjunto de actividades que van más allá de lo que sería la producción primaria. Y eso forma parte de los grandes debates que se tienen que dar. No pretendo con esto haber llegado al punto de partida, todo lo contrario. Pero no podemos quedarnos solo en la coyuntura. 

Hay otro sector fundamental, columna vertebral para el desarrollo, la industria, la manufactura, que en manos del sector privado apenas representa el seis por ciento. Una posición muy endeble. ¿Qué posibilidades hay allí?

Las posibilidades son proporcionales al hecho de que salgamos del paradigma de la renta. ¿Por qué? Ciertamente, Venezuela ha sufrido un proceso de desindustrialización. Las cadenas y los eslabones productivos están trastocados, interrumpidos en muchos casos. La infraestructura necesaria para hacer la actividad manufacturera está muy limitada. ¿Qué posibilidades hay? Yo creo que es esencial, porque concentra la formación de conocimientos y de capacidades. Eleva el estímulo de la colaboración y la cooperación. Esa es una de las actividades en las cuales, cuando hay competencia, la productividad tiende a aumentar de forma importante y lo que necesita nuestra economía con urgencia es que se abra un marco para el desempeño de los particulares, en el cual tú puedas tener una continuidad, no te digo en 20 sino en muchísimos más años. Sin renta no vas a tener divisas muy baratas. Así que no te queda otra cosa que abrazarte a la productividad, a menos que nos quedemos en el precipicio. Y no hay productividad por decreto. La productividad es un circuito que se va entrelazando, va teniendo un efecto de arrastre y decide muchísimas cosas. Pero sin dirección y propósito es imposible escapar. 

Yo no veo actualmente una transición amplia e incluyente como la que planteó Pedro Nikken. Lo que no quiere decir que pueda surgir en el momento menos inesperado. ¿Podríamos llegar ahí mediante una política socialdemócrata?

No sabemos ni cómo ni cuándo, pero si entendemos y asumimos que la Venezuela rentista ya no está y empezamos a imaginar un país que no dependa de la renta, pero que tiene que tener otras cosas, estaremos un poco mejor para cuando lleguen estos grandes acuerdos que, necesariamente, son de naturaleza política e involucran a la sociedad. No sé ni cómo ni cuándo, pero con las grandes interrogantes que hay que atender, deberíamos prepararnos para  que cuando esa cita llegue, en la que debería estar presente la mayor parte de actores posibles y cuando surja la pregunta, ¿Cuál es el esquema institucional que Venezuela requiere, no para llenar las brechas de lo que tuvimos hace 30 años, sino para ir hacia adelante? Hagamos investigación para crear un escenario y es ahí donde la discusión, muy probablemente, deje muy atrás el tema de los desequilibrios y se adentre en otros dibujos sobre el modelo de sociedad y el modelo de desarrollo que necesitamos los venezolanos.  

* Economista por la UCV, maestría en políticas públicas (IESA), consultora en diversos organismos (Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, entre otros), así como instituciones gubernamentales en países del continente 

01-11-20

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