Por Hugo Prieto
El prólogo del libro
“Elementos de una transición integral e incluyente en Venezuela: Una visión
desde lo local” (2019), recoge las líneas que en vida escribiera como un
borrador Pedro Nikken, abogado constitucionalista y experto en transiciones. No
por azar, Nikken pone el dedo en la llaga cuando caracteriza la crisis
política. Hay anotaciones que atañen a la sociedad venezolana, a sus
instituciones —en especial a los partidos políticos y a la Fuerza Armada— y una
detenida mirada en las claves para revertir el proceso de disolución de la
República. De esas líneas, quiero citar lo siguiente: “La sociedad es la
víctima del déficit de democracia y estado de derecho. La sociedad no tiene
conexión con los partidos, ni los partidos con la sociedad. Ante tanta
iniquidad, ¿Quién nos defiende?”.
La transición entendida
como un clamor, como una urgencia existencial. De eso nos habló Nikken, precisamente,
antes de morir. Algo deberían decirnos sus palabras. Lo otro es aplastar al
contrario, lo hizo Pinochet en Chile y Franco en España. Ya sabemos que esos
resortes del resentimiento y el odio se disparan y describen una órbita más
amplía y si se quiere paralela, atizando la polarización y el conflicto
político. ¿Acaso no es eso lo que estamos viendo en esos países?
La transición, como
toda apuesta política, puede fracasar, y aquí es donde el aporte de un grupo de
venezolanos, preocupados y con amplias competencias en campos tan diversos como
la organización social, el devenir económico, el sector militar y el
escenario internacional, nos alertan y arrojan pistas para no equivocar el
camino. He querido indagar sobre el papel del sector privado en la
reconstrucción de Venezuela. Claudia Curiel* ha escrito un minucioso ensayo
como aporte a ese libro. Dejémosla hablar entonces.
Dice que Venezuela
tiene que pensar en recuperarse y al mismo tiempo pensar en su modelo de
desarrollo. Ese desafío, dual y simultáneo, exige diálogo y colaboración entre
la política y el conocimiento de los expertos. ¿Qué requisitos tendría que
tener ese esfuerzo para que rinda frutos?
Comienzo por abordar
por qué es pertinente hablar sobre el modelo de desarrollo. En realidad se
requieren unas líneas mucho más gruesas y con mayor potencia que los
planteamientos sobre políticas púbicas que, sin dejar de ser de altísima
complejidad, necesitan dirección y coherencia para lograr ese doble propósito.
Desde el punto de vista de los economistas, la economía venezolana tiende a
diagnosticarse a partir de los desequilibrios, de brechas. Ciertamente es así,
están presentes y las padecemos todos. Pero una cosa es hacer el esfuerzo como
sociedad para corregir esas brechas, esos desequilibrios, y otra cosa, que a mi
juicio es más importante, es responder a la pregunta: ¿Para qué los voy a
corregir? ¿Sólo para subsanarlos? ¿O para alcanzar otro modelo de sociedad? ¿Y
por qué otro modelo de sociedad? Por unas cuantas razones. La más sustantiva,
la más objetiva es que, precisamente, tenemos que prepararnos como sociedad
para que entendamos que el petróleo aún puede ser importante, pero la renta
petrolera no puede ser lo único que dé vitalidad a esta economía. Mucho se ha
escrito y se ha debatido sobre el papel de la renta en la forma en que se
organizó la sociedad venezolana, en lo político, en lo social, incluso en los
incentivos que derivan de ella, pero el hecho concreto es que el desarrollo
tecnológico y los cambios en las matrices energéticas, nos van a exponer ante
grandes retos y desafíos. Es un cambio de paradigma y de eso se trata.
Parece que la sociedad
venezolana no se ha enterado de este asunto. El libro habla de una transición
amplia e inclusiva. ¿En qué lugar debería estar el modelo de desarrollo en esa
discusión?
El modelo de desarrollo
debería ser uno de los principales convocantes en esa discusión. Primero porque
eleva el debate, nos pone a repensar la sociedad y no se queda, solamente, en
sanar hasta donde se pueda. Insisto, hay que ir un poco más allá. Pensar en una
sociedad en la que el sector privado juegue un rol distinto, pareciera algo
impensable. Pero es un tema fundamental. A raíz de la disminución de la renta
petrolera, el Estado no puede ser el epicentro, el núcleo de todo. Hay espacios
—abiertos o no— que tienen que replantearse. Pero no es solamente la discusión
(y la distinción) entre lo público y lo privado. Te tienes que replantear, por
ejemplo, el tema educativo, el tema del conocimiento, y a la vanguardia de lo que
está pasando en el mundo. Estamos hablando hasta de la contribución de las
personas. Es muy distinto pensar en una sociedad en la cual el clientelismo más
micro pudiera tener como soporte los programas sociales, a una sociedad en la
cual tienes personas autónomas y dueñas de sus propias iniciativas. La relación
de esas personas consigo mismas y con todo cambia. Si queremos una sociedad
diferente, hay muchas facetas que hay que abordar por por parte de todos los
actores. Y ahí el tema del modelo de desarrollo, insisto, es un convocante
principalísimo. No lo podemos despachar, solamente, porque nos parezca muy
abstracto.
Había oído hablar del
Estado mágico, a raíz del libro de Fernando Coronil, también del Estado
clientelar en los informes de la Copre, pero esta noción del híper Estado,
digamos, la encontré en su ensayo. Habla, además del Estado paralelo (creado
por el chavismo) y del Estado formal (heredado por el chavismo). Dos Estados.
¿Aunando ambas cosas llegamos al híper Estado? ¿Qué diría del modelo de
desarrollo que se señala?
El reconocimiento de
que el Estado está hipertrofiado, que es inmensamente grande, y tiene además
una clara vocación de ocupar espacios, con una concepción donde lo público
tiene que estar en todos los espacios posibles, marcan las decisiones que se
toman y que se llevan a cabo. Esto está ampliamente documentando tanto en los
lineamientos generales como en el plan de la patria. No solamente es el número
de empresas en manos del Estado, ni en cuántos ámbitos rige. Yo creo que es
necesario discutir cuál es la institucionalidad que Venezuela quiere. Y cuando
digo institucionalidad lo digo en su sentido más amplio. ¿Por qué? Porque vamos
a hablar de las reglas formales, de los incentivos, que de hecho van haciendo
el día a día en lo económico y lo social. ¿Qué ocurre? Que las instituciones
que le daban noción de Estado a la república, y que probablemente poblaban el
imaginario de los venezolanos, son instituciones que se han ido desdibujando
para dar lugar a otras. Tienes un Estado inmenso, no solamente por temas
fiscales sino por todo lo que he dicho anteriormente y probablemente a
ciudadanos que sienten orfandad, en lo económico terminas sin tener reglas para
ir hacia adelante.
La discusión sobre el
tamaño del Estado es demasiado gruesa y compleja para debatirla brevemente,
señalemos la necesidad de contar con instituciones. ¿Qué diría alrededor de ese
tema?
Esas instituciones
deberían tener algunos atributos: el reconocimiento de la autonomía, el
reconocimiento de la propiedad privada, tendría que estar claramente la calidad
de las políticas públicas y de las legislaciones. Entonces, el Estado no es un
ente repartidor sino un proveedor de reglas, mediante las cuales se crea la
probabilidad para que se desarrolle un nuevo modelo de sociedad. Tendría que
estar ahí la innovación, el conocimiento, la sostenibilidad, la productividad.
Venezuela no puede ser un país cerrado, un país autárquico, divorciado de las
corrientes de desarrollo del mundo.
Entre 2008 y 2012, el
Estado toma el control de un número importante de empresas. ¿No había allí
elementos para que jugara un papel más eficiente en el desempeño y en los
resultados de la economía venezolana?
Sí, claro que sí,
totalmente. Una cosa es tener las empresas, los insumos, las divisas y otra
cosa es tomarlas en sí mismas, porque probablemente eso era parte del modelo
que se estaba construyendo. Si el propósito hubiera sido eficiencia, creo que
los resultados tendrían que haber sido otros. Pero si el propósito apuntaba más
a tener para repartir y controlar a una sociedad donde el protagonista y el
epicentro fuera el Estado, entonces la eficiencia no sería la métrica para
medir si se estaba avanzando en la dirección que se pretendía. Entonces, para
volver al punto de convergencia de esta conversación, el modelo de desarrollo
tiene que tener eficiencia para todo el mundo, para el manejo de lo público y
de lo privado. Así estaríamos cambiando reglas y el tablero tendría,
necesariamente, otras exigencias. A eso es lo que me refiero.
Retrato de Claudia Curiel por Mauricio López | RMTF
Otra de las cosas muy
llamativas es el déficit que tenemos en cuanto a la productividad, a la
innovación. La economía venezolana está desfasada, en un lapso muy prolongado,
entonces, el problema que enfrentamos es sumamente complejo y grave.
¿Actualizarse nos va a llevar un buen tiempo, no?
Justamente ahí vamos a
la primera pregunta: Hacer la tarea y recuperarnos para ir a un nuevo modelo de
desarrollo. ¿Por qué? Porque tenemos poco y tenemos que aprovechar lo que se
tenga. Y no puede ser para regresar a lo que teníamos hace 20 ó 30 años, porque
en una sociedad abierta —adonde apuntaría repensar el modelo de desarrollo—,
pues no iríamos a ninguna parte. ¿Vamos a tener robótica o no? ¿Vamos a
especializarnos en innovación o no? Esas son las preguntas que tenemos que
hacernos y necesariamente tenemos que ir para allá, no sólo por la dinámica
mundial, sino porque hay que reconocer esos grandes avances. ¿Qué no lo hemos
hecho? Precisamente, por eso, tenemos que repensar el modelo de desarrollo.
¿Que son retos dificilísimos? Ah, pregúntale a los coreanos que en la década de
1960 tenían un ingreso per cápita de 30 dólares al año. No le tengamos miedo a
los retos, por difíciles y complejos que sean.
Es imposible que una
persona que está al borde del precipicio no tenga miedo. Y con esa imagen
quiero decir: o lo hacemos o sencillamente viene la caída. Usted le asigna un
papel importante al sector privado, a la inversión extranjera, al marco
regulatorio, a los incentivos que se puedan crear. ¿Por dónde
deberíamos empezar?
Está documentado, por
ejemplo, que en el agregado (la economía global) América Latina va a ser un
gran productor de alimentos para el mundo. Porque ahí es donde se vislumbra que
tendría un aporte fundamental, entre otras cosas, por sus características y su
dotación de recursos. Si tratamos de ver el tema con algo más de distancia, el
precipicio no debería ser tal. Precisamente, de eso se trata el pensamiento
colectivo e interdisciplinario, que hay que tener. Decidir el camino para que,
como parte de la economía global, alcancemos la dotación y las cualidades para
el desarrollo del país y eso, simplemente, te quita del precipicio. Tú estás en
el precipicio, si las cosas se hacen como las estamos haciendo actualmente.
Venezuela perdió la
capacidad de producción para abastecerse en lo que son rubros básicos. ¿Qué
podríamos hacer para recuperar esos niveles de producción agrícola? ¿Qué
experiencias podrían darnos un trazo del camino a seguir?
La aproximación tendría
que ser en la producción de alimentos y en la industria extractiva de América
Latina en el futuro. Yo no creo que se trate solamente de recuperar la
autosuficiencia en rubros agrícolas, sino de cambiar el abordaje. ¿Por qué?
Porque no se trata de volver a los índices que teníamos sino de llegar a lo
máximo donde puedas estar. Si en Venezuela se adopta la especialización, la
incorporación de tecnología y el aprovechamiento de los recursos disponibles,
podríamos destacar más allá de los rubros tradicionales. Justamente, tenemos
que decidir en dónde está nuestra especialidad. Esa es la tarea. ¿En qué
rubros? Esa pregunta no nos habla de lo que es el reto. Tenemos que entender
que cuando hablamos de alimentos nos referimos, precisamente, a un conjunto de
actividades que van más allá de lo que sería la producción primaria. Y eso
forma parte de los grandes debates que se tienen que dar. No pretendo con esto
haber llegado al punto de partida, todo lo contrario. Pero no podemos quedarnos
solo en la coyuntura.
Hay otro sector
fundamental, columna vertebral para el desarrollo, la industria, la
manufactura, que en manos del sector privado apenas representa el seis por
ciento. Una posición muy endeble. ¿Qué posibilidades hay allí?
Las posibilidades son
proporcionales al hecho de que salgamos del paradigma de la renta. ¿Por qué?
Ciertamente, Venezuela ha sufrido un proceso de desindustrialización. Las
cadenas y los eslabones productivos están trastocados, interrumpidos en muchos
casos. La infraestructura necesaria para hacer la actividad manufacturera está
muy limitada. ¿Qué posibilidades hay? Yo creo que es esencial, porque concentra
la formación de conocimientos y de capacidades. Eleva el estímulo de la
colaboración y la cooperación. Esa es una de las actividades en las cuales,
cuando hay competencia, la productividad tiende a aumentar de forma importante
y lo que necesita nuestra economía con urgencia es que se abra un marco para el
desempeño de los particulares, en el cual tú puedas tener una continuidad, no te
digo en 20 sino en muchísimos más años. Sin renta no vas a tener divisas muy
baratas. Así que no te queda otra cosa que abrazarte a la productividad, a
menos que nos quedemos en el precipicio. Y no hay productividad por decreto. La
productividad es un circuito que se va entrelazando, va teniendo un efecto de
arrastre y decide muchísimas cosas. Pero sin dirección y propósito es imposible
escapar.
Yo no veo actualmente
una transición amplia e incluyente como la que planteó Pedro Nikken. Lo que no
quiere decir que pueda surgir en el momento menos inesperado. ¿Podríamos llegar
ahí mediante una política socialdemócrata?
No sabemos ni cómo ni
cuándo, pero si entendemos y asumimos que la Venezuela rentista ya no está y
empezamos a imaginar un país que no dependa de la renta, pero que tiene que
tener otras cosas, estaremos un poco mejor para cuando lleguen estos grandes
acuerdos que, necesariamente, son de naturaleza política e involucran a la
sociedad. No sé ni cómo ni cuándo, pero con las grandes interrogantes que hay
que atender, deberíamos prepararnos para que cuando esa cita llegue, en
la que debería estar presente la mayor parte de actores posibles y cuando surja
la pregunta, ¿Cuál es el esquema institucional que Venezuela requiere, no para
llenar las brechas de lo que tuvimos hace 30 años, sino para ir hacia adelante?
Hagamos investigación para crear un escenario y es ahí donde la discusión, muy
probablemente, deje muy atrás el tema de los desequilibrios y se adentre en
otros dibujos sobre el modelo de sociedad y el modelo de desarrollo que
necesitamos los venezolanos.
* Economista por la
UCV, maestría en políticas públicas (IESA), consultora en diversos organismos
(Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, entre
otros), así como instituciones gubernamentales en países del continente
01-11-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico